De entre los personajes más quijotescos del mundo literario se halla el concebido por Joseph Conrad, Jim, a quien se le da el carácter de soñador de actos heroicos, ensoñación que vive mientras es el segundo de a bordo de un navío del que conoce toda la técnica pero que él no admite como receptáculo de su actividad de marinero conductor. De ahí que Jim falla cuando viene una tormenta que lo aventaja con el desencadenamiento de las fuerzas del viento y el agua enfurecidos, y pone en peligro a la tripulación y a los viajeros. A partir de ese momento Jim se reprocha a sí mismo esa falla de su ensoñación y vive expiando el error que destruye la idea que se hacía de sí mismo y entonces se autodestierra de todos los lugares donde puedan conocerlo, pero la ensoñación persiste para acusarlo de no haberla cumplido. De este modo, le llega un día la oportunidad, que le ofrece un viejo amigo, de reivindicarse yendo a salvar del despotismo y la injusticia a un grupo humano. La única solución que hay en este conflicto es la muerte, y Jim la asume.
Tal es la novela de Joseph Conrad, un autor que pasó del servicio del mar al servicio quizá no menos tormentoso que el de la literatura. Conrad tuvo que abandonar su polaco para adoptar una lengua que tuviera más aceptación literaria: o el inglés o el francés, y eligió la primera, en la cual se hizo un prosista de lo mejor de la lengua de Shakespeare.
Lord Jim es un libro que a partir de la aventura y la ensoñación plantea un problema moral que adquiere en este caso un carácter trágico. Jim se considera la basura del género humano y esconde su vergüenza en trabajos menores escabulléndose por todos los puertos menores del mundo oriental, pero, en realidad, escondiéndose y humillándose él mismo, al final se ve confrontado a su destino hecho de soñar y de hacer cuando tiene que cumplir una promesa.
La historia de Jim va siendo narrada por otros personajes y no directamente por él. Así, su condición literaria es la de un personaje que “no está” y que es solo las diferentes versiones que de él nos dan otros. Ese procedimiento es particularmente moderno, pero tiene antecedentes hasta en el Quijote, pues es como si los personajes que rodean al “héroe” manchego construyeran enteramente al protagonista desde sus puntos de vista y de juicio.
Conrad instala en el corazón de la aventura una inquietud entre stendhaliana y dostoievskiana, asumiendo en la peripecia todas las puntas de inquietud. Finalmente, Jim se ve en señor dueño de su destino, pero éste lo lleva a la aniquilación de sí entre el soñar y la realidad tal como ésta aparece como aspiración sublime. O el heroísmo puede darse en el mundo o es solo una quimera desveladora. En este filo se da la novela. Es lo novelesco mismo lo que es el tema del asunto: ¿permite el mundo como realidad natural y social la figura del héroe o la combate con sus mil formas de cotidianidad, de vulgaridad o de mera necesidad? Ese es el filo en el que se mantiene con equilibrio o en peligro el género de la novela.