Yeats y Harun Al-Rashid

Poesía en segundos

'La torre' es uno de los mejores libros del gran poeta irlandés; ahí está incluido un fascinante poema de carácter excéntrico y rara composición con referencias a la literatura del Oriente Próximo.

William Butler Yeats, 1865-1939. (Poetry Foundation)
Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

No es un hecho fortuito que uno de los mejores libros del gran poeta William Butler Yeats sea La torre (1928). Durante su proceso de creación ocurrieron tres hechos esenciales en la vida del poeta: en primer lugar, compró una casa-torre hiberno normanda, Thoor Ballylee, en el condado de Galway, Irlanda, en la que vivió a menudo con su nueva y joven esposa, Georgie Hyde-Lees; en segundo lugar, fruto de sus inquietudes místico-herméticas y de su relación con Georgie comienza a experimentar con la escritura automática (en completo paralelismo con las experiencias surrealistas) y escribe el extraño y difícil ensayo esotérico Una visión; y, en tercer lugar, gana en 1923 el premio Nobel, signo de su madurez estética e inicio de la difusión amplia y definitiva de su obra.

En este libro excepcional, La torre, están algunos de los poemas, no sólo más conocidos de Yeats, sino más hermosos y perfectos. Con frecuencia, la crítica y las antologías destacan “Navegando hacia Bizancio”, “Mil novecientos diecinueve”, “Juventud y vejez” y, de manera especial y con sobrados motivos, “Leda y el cisne”, soneto intensamente reflexivo y lírico y, a la vez, muy violento: “baten grandes alas/ sobre la endeble joven; pies callosos/ tocan sus muslos; duro pico, el cuello;/ y el pecho de él sobre los pechos de ella”. Sin embargo, al hablar de este libro, no es común la referencia al largo e insólito poema “El regalo de Harun Al-Rashid”, escrito en 1923. Quizá la rareza de la composición, su carácter excéntrico por las referencias a la literatura del Oriente Próximo, provocó su relativa omisión. El largo poema es fascinante. Nos da, entre muchos obsequios, la historia de un hombre que oye en la voz de su joven esposa, cuando está dormida, la voz de un hombre armado; y nos ofrece la discusión entre la fe de Bizancio y la fe musulmana. Harun Al-Rashid le dice a Kusta ben Luka: “Conoces el refrán: ‘cambia de novia en la primavera’ [...] cuando la tarde remueve las ramas del jazmín”. A lo que Luka responde: “pienso que cuando escojo una novia la escojo para siempre;/ y si sus ojos no se entornaran para mí [...]/ nunca podría volver de la ruina incesante”. De este modo, en el centro del poema, Yeats coloca un arcano, una cuita de la que Occidente no ha podido escapar. Sin embargo, Luka sabe que la única manera de estar en el secreto del ser amado implica la constancia, pero también la desdicha. Así, el conocimiento al que accede Luka de su mujer y, por tanto, la honda liga permanente de amor, la argolla del himeneo, lo lleva también a la conciencia de que el otro es imprevisible, inalcanzable y siempre desconocido.

“El Regalo de Harun Al-Rashid” es muy distinto a la “Tierra baldía”, pero hay muchas cosas extrañas que los reúnen: la coincidencia temporal, la presencia “hechicera” de Pound, la profunda problemática sexual, la grieta amorosa, las referencias orientales y la multiplicidad de voces. El poema de Yeats está lastrado, dirán los trasnochados seguidores de la vanguardia o —como dijo Kundera— del modernismo titularizado, de belleza simbolista. Desde luego, así es. Pero esta hermosura está llena de una pureza vital y de una actualidad insospechada. Quizá, ahora, puede ser redescubierto este regalo enigmático y punzante.

AQ

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