La novela negra se ha convertido, por méritos indiscutibles, en la coartada de la escritura zombi (nada más que cháchara antisistema, pobreza sintáctica y vocabulario exiguo) al servicio de argumentos infectados por la parafernalia del cómic o el batiburrillo habitual de las notas policiacas. Hablo, por supuesto, de México y de los constructores de una monótona desgracia a la que ellos mismos llaman “literatura”.
Yo soy el Araña (Reservoir Dogs) es una de sus más recientes producciones.
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Va una rápida síntesis:
Después de recibir un golpe accidental en la cabeza, Pedro Pérez —un joven elemento de la policía estatal— cree encarnar al súper héroe a quien venera tras una vida dedicada a la lectura de historietas: el Hombre Araña. En su desvarío, y ya enfundado en su disfraz de licra azul y rojo bajo el sol de Hermosillo, fantasea con el secuestro de su esposa y la emprende contra un grupo de matones y narcotraficantes. Muy bien. Es de suponer que el lector está obligado a transigir con semejante ocurrencia, no tanto por empatía como porque Carlos René Padilla —el autor— debe considerarlo un paladín de la ley del menor esfuerzo.
¿Qué tenemos? El consabido potaje a base de ráfagas de R-15, cargamentos faraónicos de droga, mansiones lujosas, camionetas blindadas. No echamos en falta a los policías y militares fumando mariguana o aspirando líneas insólitas de cocaína mientras llenan sus bolsillos con dinero sucio, al diputado que mueve los hilos del tráfico a Estados Unidos, al gobernador alcoholizado recibiendo maletines repletos de dólares. Pregunta obligada: ¿será que Carlos René Padilla no ha leído a sus colegas para comprobar que, a excepción del monigote con disfraz, su novela es una calca de motivos y personajes reconocibles en los híper programáticos y cuantiosos ejemplares del género? Tengo la sospecha de que no, de que una suerte de código social y no escrito ocupa el lugar de la imaginación entre los autores de novela negra.
Tal como se anuncian estos tiempos políticos, y tal como se perfila el mapamundi del negocio de las drogas, seguiremos padeciendo esas llamadas de atención a la manera de Yo soy el Araña. Es una muy mala noticia. La otra es que sus últimas páginas prefiguran la reaparición de su protagonista, de seguro queriendo ajustar cuentas con el archienemigo de su paz matrimonial y su colección de cómics.
Lee aquí un fragmento de Yo soy el Araña
Yo soy el Araña
Carlos René PadillaReservoir DogsMéxico2019
ÁSS