En tiempos de contingencia, de encierro propiamente dicho, la lectura se convirtió en una opción para la gente que debió resguardarse en casa, mientras la escritura se volvió una herramienta para dejar salir emociones, sensaciones que permitieron revalorar esa actividad.
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La escritura tiene, en general, dos funciones: por un lado, es una manera de conservar la memoria, por eso existe el hecho de escribir y no recurrir solo a la oralidad, y por el otro, trata de darle coherencia al caos. Con esta certeza, la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) se decidió impulsar el programa Bitácora del encierro.
“Tuvimos la impresión de que estábamos viviendo un momento único, al mismo tiempo complejo e inquietante, pero que podría aportar mucho en distintos campos. Vimos la reacción de muchos artistas e intelectuales en el mundo y nos dio la impresión de que sería importante confiar en la escritura”, cuenta Philippe Ollé-Laprune, coordinador del proyecto desde la cátedra Escritura y exilio, en la UAM Cuajimalpa.
A la convocatoria han respondido plumas como las de Mario Bellatín, Roberto Brodski, Emiliano Monge, Camila Fabbri, Mercedes Cebrián, Mauricio Montiel Figueiras, Laia Jufresa o Leonardo Tarifeño, siendo una de las apuestas de Bitácora del encierro propiciar el acercamiento a lo que pasa en distintas partes del mundo: escuchar voces para pensar mejor, con cercanía y resonancia entre sociedades.
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“La intención primordial fue reaccionar a la situación que estamos viviendo, no necesariamente para que se quejaran, que dijeran que están viviendo algo triste, sino para tratar de entender la extraña solidaridad que debe de existir en el mundo, porque es la primera vez que todos estamos conectados por unos hechos muy lamentables que, al mismo tiempo, que nos permite tomar conciencia de cierto destino común”.
En la convocatoria de Philippe Ollé-Laprune se dio la libertad para mandar audio, video o texto, si bien la gran mayoría ha respondido de forma escrita, en donde se muestra diversidad, porque se dio libertad para que cada uno describiera, más que nada, sus sensaciones ante la pandemia.
“No es un trato informativo el que le damos a estos textos, sino de pensadores, escritores y artistas. Una forma de saber cómo se ha vivido esta situación en países distintos o a la vuelta de nuestra casa: las voces convocadas le dan forma a un mismo mal. Hay muchas maneras de enfocar una mirada hacia la contingencia y, en general, nos ayuda a pensar mejor, con cercanía y resonancia entre sociedades muy distintas”.
La idea de escuchar al otro y de sentir lo que ha sucedido en “casas ajenas”, al final termina por referirse a nosotros mismos: nos sirve para construir una comunidad, “si se quiere forzada, pero una comunidad”, tanto de la persona que escribe como del lector, en buena parte para ayudarnos a estar mejor, asegura el coordinador de Bitácora del encierro.
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Y ADEMÁS
REFLEXIONES EN UNA ÉPOCA DIGITAL
En la convocatoria de Philippe Ollé-Laprune se dio la libertad para mandar sus materiales, sin mayor requisito que el de pensar al mundo con una perspectiva del presente, pero también del pasado, en gran parte porque llegó el momento de poner muchas cosas en la mesa. Las reflexiones se pueden leer en las plataformas digitales de la UAM Cuajimalpa y en la página bitacoraencierro.org.