Aún escribo mis libros a mano y el mezcal me sienta bien: Carmen Boullosa

Entrevista | Lado B

Coleccionista de insectos, la escritora recuerda a su abuela, los surcos de la piel y su olor riquísimo; cree que si su mamá no hubiera muerto joven tal vez ella habría sido arqueóloga o historiadora.

“Me preocupa la violencia en México, es mi nido y el nido protege”. (Ariana Pérez)
Francisco Mejía
Ciudad de México /

A Carmen Boullosa, autora prolífica de novelas, poesía, ensayo… no le alcanza el sueño para soñar… El insomnio la despierta y da de vueltas con las ideas. Desde su casa en Coyoacán se duele de lo que pasa en México. Pensando en su país, su nido, sube y baja las escaleras varias veces. Va en busca de la frase exacta... Con sus ojos de mirada profunda revela su amor por los insectos, los cuales colecciona y mete en una bolsita. Dice que ya no escribe acostada y siempre lo hace a mano.

¿Te gusta México?

Es mi país, es más que gustar, me es imprescindible.

Con una palabra, ¿cómo definirías la situación actual?

Catástrofe…

¿Si no fueras escritora, qué te hubiera gustado hacer?

Si mi mamá no hubiera muerto, arqueóloga o historiadora. Tenía 15 años, cuando ella murió y soy escritora. Me encantaría estudiar otra carrera.

¿Cuál?

Tal vez botánica. Los insectos… En Coyoacán han cambiado los insectos, antes había muchas mariposas, abejas, infinita cantidad de arañas, hormigas, diferentes escarabajos, catarinas, lombricillas flaquitas. Cuando mueren los pongo en una bolsa de celofán.

¿Insectos?

Sí, cochinillas, una araña horrible grande, igual me encantan, siento esa atracción de lo repugnante. Los insectos dan miedo, producen temor, aunque son pequeños son más poderosos.

Los seres humanos...

Nosotros acabamos con todos ellos, pero los que tienen poder de vida son ellos, no nosotros. Ellos se encargan de que tengamos vida.

La cocina y los insectos...

El chapulín lo tenemos ahí desde siempre; me gustan los gusanos de maguey. Los huevos de hormiga. Me encantan los escamoles, me sientan, como me sienta un mezcal que también me encanta… zacatecano.

¿Cocinas?

No tengo identificación con la cocina, era lo menos deseable, no me interesaba en lo mínimo. Me gusta mucho comer y empecé a hacer cosas sin ser cocinera. Me ha crecido la pasión, punto.

¿Qué guisas?

No repito platillos, entro a mi cocina y veo qué tengo, qué voy a hacer y pienso: ¿qué tal si lo hago diferente? A veces no me sale bien. Me gusta esa aventura. Es rarísimo que diga voy a hacer otra vez un pozole seco, entonces pruebo con fruta y lo degusto y experimento con ponerle camarón.

¿Deporte?

Me parece una barbaridad que la gente se ponga la caminadora, encerrado. Me gusta muchísimo caminar, soy muy caminadora.

¿Para qué caminas?

Eso es la diferencia, salgo a caminar cuando necesito pensar, a veces dos veces al día: una piensa diferente cuando camina.

¿Para escribir?

El cerebro es más preciso. Muchos años escribí en la cama, pero ya no aguanto el cuello. Recargada en la almohada, escribo a mano todavía mis libros, mis novelas. Todo a mano en mis libretas.

¿Por dónde caminas?

Donde haya mucha gente, me encanta el Centro para ir esquivando a la gente, Madero, la ex San Juan de Letrán.

¿Qué recuerdas de San Juan de Letrán?

Me acuerdo del pasaje de San Juan de Letrán con donitas pequeñas que compraba mi abuela y me daba, eran deliciosas. Recuerdo los pies de mi abuela caminando junto a mí; íbamos a comprar ropa interior, calzones, fondos de nailon.

¿En el mantel hay dibujos?

Es pintado el mantel; si dejas una manchita bordo en ella o le escribo una palabra, siempre he escrito a mano, necesito una cosa física.

¿Miedo por México?

No me da miedo, me da preocupación, ansiedad. Tardé muchos años en tratar de entender, siempre intenté empezar a armarme una narrativa que explicara el horror. Cómo es posible que nos haya pasado esto: no vi los signos.

La violencia...

Intentaron asaltar a mi marido, salió a caminar… me dio una sensación de fragilidad, de preocupación enorme y creo que fue una humillación para él. México es mi nido y el nido protege: yo no imagino igual en otro lado como lo hago aquí.

¿Qué pregunta hubieras querido escuchar?

¿Qué se siente ser mayor, qué recuerdas de tu abuela? La primera edad que supe de mi abuela fue por una tarea; la monja preguntó en clase de inglés: “¿qué edad tiene tu abuela?”. La edad de ella era 64; yo tengo 65 y mi mamá murió de 36.

¿Tu abuela?

Era viejísima, cabello blanco y vestía de negro… ahora soy mayor que ella. ¿Qué se siente?, esa es la pregunta que me haría. Se siente una enorme vitalidad. Ahora comprendo el vigor de mi abuela.

¿Veías su surcos?

Sus brazos me parecían preciosos; me acercaba a ver su carita. Me gustaba su belleza. Recuerdo que la olía y era riquísimo, le veía su piel y me parecía lo más lindo.

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