‘Los hijos de Gregoria’, una travesía al México oscuro

La obra es el testimonio de una familia que perdió su casa en un barrio marginal durante el terremoto de 1985 y cuyo fracaso ante las políticas sociales los conduce a la delincuencia.

Claudia Adeath y Regnar Kristensen realizaron un intenso trabajo de campo. (Grijalbo)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

La historia de Los hijos de Gregoria empezó a escribirse el 19 de septiembre de 1985, cuando la casa que habitaban en un barrio marginal de Ciudad de México se vino abajo y, con ello, se inició un largo andar por la burocracia y el fracaso de las políticas sociales en el país, que llevó a toda una familia a padecer mucho, pero también a causar bastante sufrimiento.

Durante ocho años, Regnar Kristensen y Claudia Adeath entrevistaron a Gregoria y a sus seis hijos, además de algunos otros familiares, en parte con un sentido etnológico, pero que se transformó en una mirada sobre ese México oscuro, profundo –como decía Guillermo Bonfil Batalla–, que sigue presente en nuestra sociedad.

“Cada cosa que les pasa es increíble y para mí más aún: me abrió un mundo que pensaba surrealista, pero es real: desde el terremoto, hasta la peregrinación, sus tradiciones familiares… a veces me sorprendían. No hay un tema más importante, es el conjunto de todo lo que les pasa y es impresionante que puedan seguir adelante”, explica el doctor en antropología de la Universidad de Copenhague.

Los hijos de Gregoria (Grijalbo, 2020) rinde un homenaje a un clásico de la literatura y sociología mexicana, Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, porque lo más importante son los personajes, son ellos quienes comparten sus experiencias. La lectura de la pobreza, como reconoce Kristensen.

“Tenía ese libro como antecedente, pero nunca pensé en ello cuando trabajaba como antropólogo en México, hasta que encontré a esa familia y me contó sus historias con mucha valentía. Me di cuenta que esas historias no las podía contar como ellos, simplemente ellos mismos son mejores para contarlas”.

Se trata de una familia que debe recorrer múltiples caminos en busca de ayuda: el fracaso los lleva por la delincuencia, en diferentes formas, por la fe hacia imágenes más ligadas al crimen, pero en especial por la pobreza.

“La estructura no es la misma, pero el hecho de que sean grabaciones transcritas y luego editadas por nosotros, eso sí es lo mismo. La idea era que la gente hablara, gente que normalmente no tiene voz, por lo general somos los investigadores quienes hablamos sobre ellos, pero aquí decidimos abrir una ventana a mucha gente para ver cómo se vive esa parte de México”, cuenta en una conversación telefónica hasta Copenhague, Dinamarca.

LA AMBIGÜEDAD DE LA FAMILIA

Parte de lo que resultó más interesante para los investigadores fue lo divertido de estar con ellos y escuchar sus historias, pero al mismo tiempo lo aterrador que podía resultar eso, “porque todos tienen una manera de ser muy peculiar”, recuerda Adeath.

“Resultaba muy interesante ver cómo se comparten muchas de estas formas familiares con otras familias, con la mía propia. Hay escenas que podía relacionar con otras de mi propio contexto en México”.

Si bien están conscientes de que Los hijos de Gregoria no tendrá el mismo impacto al volumen de Oscar Lewis, “simplemente porque la sociedad en aquella época era más inocente y no quería escuchar las historias de Los hijos de Sánchez”, ahora mucho de lo que se cuenta quizá ya se ha leído en otros medios, pero no compartido por los propios protagonistas.

“Creo que se suele polarizar a la sociedad y esa familia tiene de todo: han causado mucho sufrimiento, pero también han sufrido mucho. Entonces, es difícil polarizar a una familia que vive así, porque cuenta no solo de lo que hacen, sino también sus acciones familiares, con la policía, con lo que pasa cuando llegan a la cárcel. Humaniza a un sector de la población que se ha deshumanizado en muchos sentidos”, asegura Kristensen. 

Y ADEMÁS

EL PROCESO PARA LOGRAR LA EMPATÍA

Regnar Kristensen y Claudia Adeath emplearon varios años para ganarse la confianza de la familia, sobre todo porque no dejaba de ser extraño que un extranjero, como Regnar, se interesara por ellos y por sus experiencias, o que una mexicana intentara comprenderlos desde una mirada más académica. Sin embargo, Claudia refiere que durante el largo proceso de recabar los testimonios que darían forma a Los hijos de Gregoria, ambos fueron “muy constantes y muy honestos. Nunca se ocultó cuáles eran los objetivos de las entrevistas”.

La autora confiesa que ella tenía su recelo y se protegía mucho “porque uno entra a esos lugares ya con miedo por todo lo que has escuchado; para mí fue más difícil adentrarme en esa confianza, no tanto que ellos hablaran. Esta postura de siempre mantenerme con mi propio lenguaje y no hablar o actuar como ellos nos ayudó mucho”.