La semana pasada escribí sobre la proliferación de estudios que se realizan solo para que los investigadores demuestren lo que de antemano se proponen. En respuesta, alguien me hizo llegar un estudio macabro publicado en la revista Nature. El texto, ya traducido en la prensa, indica que estamos desarrollando cierto cambio genético que hará que en futuras generaciones el ser humano acabe por rechazar el alcohol. Se quiere justificar en términos darwinianos que “como el alcohol es dañino” los propios mecanismos evolutivos crearán las condiciones para rechazarlo, para que alguien nos dé una copa de Pommard Premier Cru y digamos “guácala”. En primer lugar, no veo cosa mala en el alcohol; en segundo, creo que aquí la evolución no pinta nada, pues un día el ser humano lo descubrió y ese mismo día lo celebró y lo agradeció al punto de inventarse un dios a quien agradecerle el regalo.
El estudio no es sino parte de ese movimiento trastornado que nos quiere inventar nuevas reglas cada día. Si llegásemos a vivir en un mundo sin vino, sin cerveza, sin vodka, sin tequila y, tal como mucha gente desea, sin arrachera, sin jamón, sin chuletas, sin moronga, veríamos al ser humano convertido en un molusco desapasionado.
Hace un par de meses, en Madrid, se pararon unos antiespecistas delante del Museo del Jamón, y con pancartas y voces decían: “No es jamón, es cerdo muerto”. Hay que ser muy estúpido para proferir tal mentira. Sí es jamón, y también es una parte de cerdo muerto. Preferí pensar que se trataba de un gancho publicitario, así es que entré al Museo del Jamón y me embuché doscientos deliciosos gramos de cerdo muerto y curado. No pude meterme en la cabeza de esa gente, pero supuse que si yo fuera uno de ellos, iría a protestar a una marisquería, pues ahí se ve que decenas de camarones muertos apenas sirven para una entrada, mientras que un solo puerco muerto da mucha más abundancia y felicidad a más personas.
Esos mismos peritos que hacen estudios han estudiado muy concienzudamente el hecho de que el cerebro humano evolucionó gracias al consumo de la carne. Supongo que alguien podrá entonces demostrar que, si dejamos de consumirla, dentro de algunos años estaremos viviendo en los árboles, mordisqueando un libro de Montaigne que ya no sabremos para qué sirve.
Por eso, un momento relevante de la Biblia se da cuando Pedro ve “que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come”. Y Pedro mató y comió con una buena copa de vino. Salud.