La explicación teórica que le dio vida al Museo del Pulque y las Pulquerías (Mupyp) es que en ciertos libros de historia, sobre todo entre la época prehispánica y la Revolución, hay menciones a la bebida y su importancia en la sociedad, pero después de eso es poco lo que se documentó, “aun cuando se trata de las familias pulqueras de ahora”, en palabras de César Ponce, presidente de la Asociación Nacional de Pulquerías Tradicionales y miembro fundador del recinto.
“Nos juntamos varias familias, de tercera o cuarta generación y vimos la necesidad de crear un museo para preservar la cultura del pulque. Y la mejor manera de hacerlo fue a través de un museo, en el cual se pudiera dignificar el pulque, desmitificarlo y, una de las cosas más importantes, buscar el relevo generacional tanto de los parroquianos como de los dueños”, afirma Ponce.
Desde su perspectiva, no se ha escrito bien la historia del pulque, más bien se ha usado por los poderosos en turno: de ser una bebida para reyes y para emperadores, para mujeres embarazadas y sacerdotes, para la realeza, desde los años 40 del siglo pasado se relación al pulque con los más pobres y, en especial, se empezó a generar una leyenda negra que lo acompaña hasta nuestros días.
“Tenemos una historia bastante rica, que es la que queremos contar: desde cómo es la elaboración del pulque, todo el proceso, quitando los mitos existentes a su alrededor: para elaborar esa bebida, por ejemplo, si tenemos las manos con loción, la bebida se corta, ya no sigue su proceso de fermentación. Nosotros queremos contar nuestra historia y que en los libros aparezca eso”, explica César Ponce.
Las nuevas generaciones, en busca de una identidad, encontraron en el pulque una bebida perfecta, de ahí su recuperación en nuestro tiempo y la posibilidad que tuvieron de presentar el proyecto a un consejo del Ex Convento de San Hipólito, donde se encuentran el recinto y una pulquería que ayuda para su sustento (Hidalgo 109, colonia Centro), porque se trata de una iniciativa privada que se mantiene con las aportaciones de la Asociación Nacional de Pulquerías Tradicionales.
LOS BURRÓN Y LAS PULCATAS
A “La divina Chuy” le encanta el bailongo y empinar el codo. Su pareja, Susano Cantarranas, es aficionado al pulque y las mujeres. Don Juanón Teporochas es el cacique de San Cirindango de las Iguanas y don Briagoberto Memelas fue criado con tlachicotón.
Ellos son algunos personajes que conforman el imaginario de don Gabriel Vargas, inmortalizados en el cómic La Familia Burrón, protagonistas de una exposición que alberga el Mupyp para participar de las celebraciones por el mes de la patria, de acuerdo con Julio Hernández, parte del equipo que coordina el recinto.
“Los Burrón forman parte de la cotidianidad de una época de la urbe y la idea es rescatar imágenes retratadas por la historieta, sobre todo de las pulcatas, como les llaman, con lo que no solo se resignifica la bebida, sino se revalora la publicación, en particular en un tiempo en el que los jóvenes empiezan a reapropiarse de elementos de su identidad”.
Y ADEMÁS
“HABÍA PULCATAS COMO OXXOS”
La historia del pulque en Ciudad de México se escribe entre 1936 y 1987, los años de la explosión demográfica. Quienes vinieron a construir la urbe consumían pulque: vecinos de Tlaxcala, Hidalgo, Morelos... “Había pulquerías como ahora hay Oxxos. Tenemos censos de 1970 y éramos 2 mil 270 pulquerías. Ahora tenemos registradas 42: estamos extintos para el Inegi”, indica César Ponce, de la Asociación Nacional de Pulquerías.