De acuerdo con datos del Spectrum Theraphy Center México, una de cada 115-120 personas presenta algún tipo de trastorno del espectro autista y si bien ya existen diversos programas enfocados a atender esta condición, para la especialista Nancy Anaya, aún resulta necesario estrechar la relación con el arte y la cultura.
“Hay autismos poco funcionales y otros bastante funcionales. En común tienen dificultades de comunicación y de manejo social, y muchos problemas para integrar con los sentidos los estímulos del medio ambiente.
“Fuera de la cuarentena, las personas con autismo difícilmente hacen uso de los espacios culturales, precisamente por esta problemática de manejo social y, desde ahí, son una población relegada de la cultura y, luego, la oferta cultural existente difícilmente está adaptada para los autismos poco funcionales y se vuelve una población altamente marginada, que no accede a estas oportunidades de desarrollo”.
Desde Aunar, una escuela para niños con autismo, y Otea Autismo, asociación que apuesta por hacer llegar a las autoridades de salud cuál sería un protocolo para que los pequeños estén mejor atendidos, se han desarrollado una serie de actividades que pretenden ofrecer actividades artísticas y culturales, pero no siempre se hace extensivo a una parte amplia de la población con esta condición.
“Hay muchos esfuerzos en este momento por acercar cultura a las casas, por medio de proyectos como Contigo en la distancia, pero hay un trabajo que difícilmente está adaptado a las necesidades de una persona con autismo: los autismos funcionales no tienen problema de usar un dispositivo móvil, seguir instrucciones, disfrutar lo que ahí se les puede ofrecer, pero los poco funcionales sí requieren de otro tipo de esfuerzos y para ellos no hay nada”.
En ese sentido, explica Nancy Anaya, un buen comienzo sería pensar en las familias, en cómo acercarles actividades que los padres o las madres, como es su caso, a fin de integrarlos a ese mundo de dispositivos móviles: “si estamos acercando un tutorial de cómo jugar con arcilla y construir un muñeco, una adaptación podría ser con apoyos visuales, instrucciones con dibujos”.
“Lo que hemos descubierto como institución o como familias es que en el arte hay una posibilidad de inclusión o de generar diálogo social, lo que necesita el autismo es comprensión. Y el arte, en cualquiera de sus expresiones, nos permite alzar la voz por una minoría para lograr la inclusión”.
Así, por ejemplo, para los niños con autismo la música puede funcionar como un medio de rehabilitación, ya que aviva los sentimientos, mejora el área motora y ayuda al aspecto social; tiene efectos positivos a nivel físico, conductual y emocional, o ayuda a abrir nuevos canales de comunicación, “en especial para quienes tienen dificultad en sus funciones expresivas y de lenguaje”.
vmb