Por razones de la vida, el historiador y escritor José Manuel Villalpando en dos ocasiones ha estado involucrado en el tema del retorno de los restos de Porfirio Díaz a México, quien murió el 2 de julio de 1915 en París, en Francia.
En entrevista con MILENIO, el divulgador de la historia cuenta que la primera ocasión de su encuentro con el general fue en 1995, a partir de que se transmitió la serie El vuelo del águila por televisión; en ese entonces lo comisionaron para que fuera a París, a seguir la ruta de los últimos días de don Porfirio Díaz.
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Lo más importante durante esa misión, recuerda Villalpando, quien acaba de publicar su libro Los libertadores toman café, es que encontró “en el archivo del Museo de la Prefectura de la Policía de París, en Francia, la nota del médico certificando la muerte de don Porfirio Díaz, además de la petición de su esposa doña Carmelita, para que lo embalsamaran". El documento describe con toda precisión hasta las sustancias que le inyectaron al cadáver para su conservación.
“Eso me permitió comprobar que la idea doña Carmelita Romero Rubio, era en algún momento regresar el cadáver a México”, señala.
Por lo que la primera sepultura del general Porfirio Díaz no fue el cementerio de Montparnasse, sino la iglesia de Saint Honoré d’ Elau, donde estuvo por alrededor de 6 años.
“Cuando su esposa vio que no podía regresar a don Porfirio a México, sus restos fueron exhumados y trasladados entonces al cementerio de Montparnasse, donde, hoy en día, sus descendientes que viven allá se han encargado toda la vida de la sepultura y de pagar los derechos religiosamente cada año”, afirma Villalpando, quien estuvo a cargo de los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, en 2010.
Los sueños para regresar al general
En 1995, a pesar del viaje de José Manuel Villalpando a París, la idea de traer a Porfirio Díaz por encargo de un comité organizado en Oaxaca, fracasó.
“Uno de los bisnietos de don Porfirio se opuso, hasta demandó a Televisa, a la editorial Clío, al historiador Enrique Krauze y a un servidor. Finalmente el litigio lo ganamos en la Corte, la cual que determinó que la investigación histórica sobre personajes públicos es libre absolutamente. Lo que quería el señor era cobrar regalías, como si ganara uno con la historia”, precisa el también autor de Batallas por la historia.
Para poder hacer la exhumación se requería del consentimiento de todos los herederos, pero con uno que se opusiera esa misión no se podía concretar, tal y como sucedió.
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La segunda ocasión en que Villalpando se vio involucrado en el tema de los restos de Porfirio Díaz fue cuando era director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revoluciones de México, que por ley es el órgano de consulta en materia histórica del gobierno federal.
Precisa que “en 2010 le pidieron al presidente de la República, Felipe Calderón, que se trajeran los restos de Porfirio Díaz; lo pasaron a consulta conmigo y yo dictaminé que era absurdo y contradictorio que si del 20 de noviembre de ese año se conmemoraría el Centenario del inicio de la Revolución, develando una estatua de Francisco I Madero, frente al Palacio de Bellas Artes, ni modo de traer a don Porfirio, si por su culpa fue la Revolución, por lo que expresé que me parecía un contrasentido histórico”.
Esas experiencias le permitieron hacer hasta un manual para regresar los restos de don Porfirio Díaz en 2015, ¿qué pasó?
“Así es. En 2015 se fundó otra asociación para el retorno de los restos de don Porfirio en su centenario y me invitaron a asesorarlo, pero cuando les dije de lo que se trataba, nadie le entró por algo muy sencillo: para lograrlo primero se requiere de la anuencia de toda la familia Díaz", asevera el experto.
“El trasladarlo es un acto de derecho privado que está en el Código Sanitario Mexicano, que dice que se requiere de la anuencia de los familiares descendientes, lograr eso, estaba muy complicado”, agrega.
El siguiente paso, de acuerdo con su experiencia, era ver qué tipo de reinhumación se deseaba: pública o privada.
“Si es privada no hay ningún problema, lo pueden hacer inmediatamente los herederos, piden el permiso correspondiente en migración y hacen los trámites también en Francia; se exhuma el cadáver y lo sepultan donde deseen, ya que es un acto privado protegido por nuestro derecho”, cuenta.
La situación cambia si el traslado lo quieren hacer público y con honores, como se les han rendido a todos los presidentes difuntos, o bien como General de División.
“Ahí sí se requiere la anuencia del gobierno federal, para hacer todos los trámites correspondientes y eso implica una serie de gastos espeluznantes, que hace cinco años era de unos 30 millones de pesos”, indica Villalpando.
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Apunta que tan solo los gastos por el traslado de los restos, en aquel tiempo, eran de 60 mil pesos por Aeromexico, casi como si fuera un boleto de primera clase.
“Traerlo es lo de menos, se juntan el dinero y ya, pero los gastos para poder realizar los eventos públicos con todas las necesidades de control de la muchedumbres, porque hay que poner hasta baños portátiles, y eso cuesta un dinerito”, agrega.
A todo esto, la pregunta es: ¿en dónde pondrían sus restos en caso de que sean repatriados?
“Don Porfirio quería ser sepultado en la Basílica de La Soledad, en Oaxaca, pero en caso de cumplir su voluntad ¿quién va a costar el monumento? ¿O será una tumba nada más? La pueden vandalizar en cualquier momento, y si hablamos de un monumento, ese costaría entre 7 y 10 millones de pesos”, revela el experto.
Pero aquí lo determinante, afirma Villalpando, no es lo que la gente pida la repatriación, o que el presidente Andrés Manuel López Obrador, diga que no tiene ningún problema con que se traigan los restos de Porfirio Díaz, sino que la familia al unísono acepte, pues su consentimiento, es quizá, lo más importante, porque sin él, nada se puede hacer.
yhc