“Para ser bailarina vendí granola, gelatinas y pasteles”

Entrevista | TANIA PÉREZ-SALAS

La también multipremiada coreógrafa se dice feminista, madre apasionada e incansable mujer de negocios que vive para la danza; “me fascina el cuerpo humano: quise ser doctora para conocer sus entrañas”.

Las propuestas de Tania Pérez-Salas han sido presentadas en los festivales de mayor prestigio internacional. (Especial)
Ciudad de México /

Tania Andrea Pérez-Salas Pleshette (Ciudad de México, 1970) no solo es una multipremiada bailarina y coreógrafa mexicana —directora desde hace más de 25 años de la compañía de danza contemporánea que lleva su nombre y cuya propuesta ha sido presentada en los festivales de mayor prestigio—, sino que también es feminista, madre apasionada, amante de la vida e incansablemente mujer de negocios que vive para la danza.

Con tu trayectoria ya consolidada, ¿cuáles son tus retos?

Me gusta esta vocación y ahora, a la edad que tengo, me doy cuenta de los retos económicos. Es una carrera en la que debemos ser muy dinámicos para tener un nivel económico no tan austero, que ha sido una responsabilidad muy grande durante 25 años para proveer a mis bailarines.

¿Al inicio de tu carrera tuviste que buscar opciones?

Sí, han sido varios periodos. Inclusive hace cuatro años estaba vendiendo granola... me iba a la Central de Abasto, mis hijos me ayudaban, ellos se quedaban con una comisión.

Hubo un momento en que para pagar mis clases de danza vendía también gelatinas y pasteles en la escuela, luego me hice amiga de Carlos Tello Macías, quien era embajador de México en la Unión Soviética y me mandaba un costal gigante de zapatillas. Me quedaba afuera de las escuelas de danza y ahí leía mientras salían las chicas a probárselas.

Lo chistoso fue cuando me dieron el premio como Mejor Ejecutante (Premio Nacional de Danza, 1993) y muchas bailarinas dijeron: “Es la que vende las zapatillas, qué hace aquí, nunca nos dijo que bailaba”.

¿Has vivido lo que retratas en Machoman XXI?

La violencia es difícil de detectar y hay mujeres empoderadas que la viven en la casa y en el trabajo... hay que estar muy despiertos para entender de dónde viene. Viví en Egipto y mi guía por las calles me contaba cosas muy fuertes sobre su cultura, sobre la imposibilidad de presentarse ante la sociedad por ser mujer.

Estás en una constante defensa, tanto que ya no sabes quién eres y lo que quieres. Entras en un proceso depresivo, como si no tuvieras fuerza, como si no valiera nada, como si tu vida no tuviera sentido ni como madre, ni como esposa, ni como artista, porque hay gente que puede ser muy destructiva.

Lo he visto y vivido. Vengo de varias generaciones de mujeres que han vivido cosas muy difíciles... de pronto eres una persona que ya no se reconoce y eso se da en todos los niveles.

¿Te consideras feminista?

¡Sí! Si alguien dice que soy feminista me voy a sentir muy honrada, porque conozco la historia del feminismo y pienso que son mujeres muy valientes que piensan solo en sí mismas.

¿Qué sientes cuando bailas?

Estar en el escenario es algo muy amoroso, de una generosidad brutal, es una energía que no te imaginas, que te sorprende, se asemeja a un ritual: mi danza en el escenario es una especie de catarsis amorosa.

¿Y cuando diriges a tus bailarines?

Me siento muy feliz, porque me hacen recordar los momentos en los que trabajé con ellos y porque veo cómo cada vez vuelven más suyo el lenguaje que hemos trabajado.

¿Cómo es tu día a día?

Mi día a día ha cambiado muchísimo porque estoy en una batalla brutal tratando de encontrar nuevas fórmulas para que la compañía subsista; entonces me he dedicado mucho tiempo a ello, aunque mis colegas y mi equipo me dicen: “Tania, tú no deberías estar aquí, deberías estar en el salón haciendo obras”.

Mi vida cotidiana tiene que ver con el amor a mi familia, mis hijos me mantienen muchas veces de pie. Tengo una hija de 10 años y un niño de 14 y, por encima de la danza, son mis grandes retos.

Vender danza es de las cosas más complicadas para ellos, porque esta profesión ha sido un obstáculo para estar con su mamá pero, poco a poco, va cambiando su percepción respecto a su bondades.

¿Tienes otros hobbies?

El centro de mi vida es el amor y la familia, me gusta la danza, la pintura, disfruto mucho el cine; me gusta la noticia, la política... ver cómo de pronto habla el Presidente y todo lo que sucede alrededor.

¿Dónde te hubiera gustado estar si no fuera la danza?

En tercero de secundaria quería ser historiadora. Después de estudiar danza, una persona nos explicaba la anatomía del cuerpo y de ahí es que me hubiera gustado ser doctora para descubrir las entrañas, conocer esa parte milagrosa y fascinante del cuerpo humano.

¿Qué estás leyendo?

No sé cuándo voy a volver a leer, dejé de hacerlo hace como cuatro años, pero he empezado con cosas pequeñas que suelto, porque haré una obra de gran formato y tendré que sumergirme en la investigación.


  • Fanny Miranda
  • Reportera de MILENIO, fan de la naturaleza y cazadora de atardeceres. Por sus trabajos sobre medio ambiente, ha ganado el Premio Aleman de Periodismo Walter Reuter 2022 (2do lugar) y Premio Nacional de Periodismo de Ciencia, Tecnología e Innovación en 2016, entre otros.

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