Teatro reunido de Villoro /II

Teatro

Si escribir teatro es para valientes, internarse en los territorios del monólogo es casi kamikaze.

Sin embargo la cuerda no se rompe al final por mucho que la estira. (Especial)
Jaime Chabaud Magnus
Ciudad de México /

De reciente aparición bajo el sello de Paso de Gato, La Guerra Fría y otras batallas reúne el teatro de Juan Villoro hasta la fecha, como mencionaba la semana pasada. En el monólogo Conferencia sobre la lluvia es quizá donde el narrador Juan disputa con el dramaturgo Villoro colocando por momentos al personaje acudiendo demasiado al pasado. Sin embargo la cuerda no se rompe al final por mucho que la estira. El personaje cuyo interlocutor es un misterio para terminar siendo un gato en una pirueta o vuelta de tuerca magistral, regresa al tiempo presente, al aquí y ahora de la palabra dramática para actualizar la escena.

Si escribir teatro es para valientes, internarse en los territorios del monólogo es casi kamikaze pues supone sostener en el tablado a un solo locutor, al mono-logos, combatiendo con sus fantasmas y el tropiezo frecuente es instalarlo en un allá y entonces perdiendo el presente de vista, tan caro para el drama. También, otro enorme escollo en la escritura de monólogos es la noción de futuro: algo ha de ser realizado, algo se ha de perseguir, algo debe desearse porque si no muere la posibilidad de expectativa-suspenso. Y Juan, si bien abusa levemente del relato en tiempo pasado, sortea valerosamente las dificultades y sale adelante.

Es curioso que en El filósofo declara, por tratarse de los personajes que el título vende, y a pesar de una verbosidad singular, ésta deviene en acción. Porque en ella, más que una guerra de diálogos argumentativos, los personajes transcurren en las trampas que construyen y de las que son víctimas por medio de las palabras. La palabra, aquí, es machete y soga, inteligentísima y mentirosa. Amén de que los celos y competencia profesional que los enfrenta nos transporta al terreno sartreano que evidencia que somos nuestro propio infierno. O como Jorge Volpi nos enuncia en su espléndido ensayo Leer la mente, somos por principio y fin nuestro cerebro. En él residen nuestras bellaquerías y nuestros heroísmos, nuestras torpezas de espíritu y nuestro virtuosismo.

TRASPUNTE

PROFESOR INFELIZ

Para el Profesor, protagonista de la pieza El filósofo declara de Juan Villoro, a pesar de su ácido humor, aplicaría la condena que Zorba enuncia a su amo en la novela de Kazantzakis: “Tú nunca vas a ser feliz porque piensas”.

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