La obra plástica de Andrea Arroyo (CdMx, 1962) se mueve con total libertad por Nueva York. Hay piezas suyas en museos, galerías, escuelas, jardines y estaciones del Metro. Y de ahí brincan a las portadas de The New Yorker y The New York Times.
Andrea llegó a Manhattan en los 80 para estudiar danza con el coreógrafo Merce Cunningham. Iba por seis meses, pero el idilio con la ciudad convirtió esa breve estancia en años, luego en décadas y después ya no pudo salir.
Tras el triunfo de Trump en 2016, creó la plataforma Unnatural Election (Elección Antinatural), una convocatoria a creadores de todo el mundo para oponer el arte a las ideas “retrógradas” del republicano. Tres años después, las obras siguen llegando.
El equipo del republicano no perdonó su activismo y la acusó públicamente de presentarlo como racista, misógino, nazi e incluso como presidente inconstitucional. “Me impresionó sentir en carne propia esas estrategias de intimidación arcaicas”, asegura la artista.
¿Para qué sirve el arte?
Para hacernos preguntas y conectarnos en lo más profundo de nuestra humanidad.
Tus obras están por toda NY.
Sí, eso me alegra, me intimida y me compromete.
¿Y en portadas de The New Yorker y The New York Times?
Es una gran satisfacción, estoy muy orgullosa.
¿Qué te llevó a EU?
Ganas de explorar el mundo, de expandir mis horizontes.
¿Lograste el sueño americano?
Nunca tuve eso en mente. El éxito llega por méritos propios.
¿Es difícil ser migrante en tiempos de Trump?
Sí, sobre todo para los migrantes recientes, pero en todo el mundo.
¿Fue difícil para ti?
Para mí la experiencia ha sido positiva; ser migrante siempre ha sido una ventaja: he podido escoger lo mejor de dos culturas y tener contacto con gran diversidad de personas.
¿Cómo va Unnatural Election?
El proyecto sigue creciendo y cada vez se suman más artistas.
¿Varió tu opinión de Trump?
No, sigue siendo el personaje simple y deplorable. Lo que ha cambiado es mi opinión sobre la sociedad: la expansión de derecha en el mundo ha sido una lección importante.
¿Nuevos ataques desde la Casa Blanca?
No, afortunadamente.
¿Artista o activista?
Artista primero.
¿El arte puede o debe participar en política?
Puede, pero es una decisión de cada artista, no una obligación. Para mí, todas nuestras acciones como artistas y ciudadanos tienen un impacto político.
¿Mamá, esposa, hija?
No me gustan las etiquetas. Soy hija, esposa, hermana, tía, amiga, pero sobretodo aliada.
Define “hogar” y “familia”.
Mis conceptos van más allá de ideas tradicionales: Mi hogar y mi familia son una comunidad que se construye constantemente.
¿Se te da la cocina?
No mucho.
¿Qué música escuchas para trabajar?
Clásica o jazz, pero la mayoría del tiempo trabajo en el relativo “silencio” de la ciudad; la cacofonía de Manhattan me resulta poética y reconfortante.
¿Cómo empieza tu día?
Con 30 minutos de meditación y una taza de té.
¿El lugar favorito de tu casa?
Mi estudio.
¿Qué opinas del #MeToo?
Es un movimiento necesario, valiente e incontenible. Es inconcebible que las mujeres sigamos luchando en 2019 por nuestro derecho a vivir sin violencia.
¿Aceptarías que tu pareja te revisará el celular?
Extraña pregunta. Tengo una relación genuina de amor y confianza.
¿Qué extrañas de México?
La calidez humana y el olor a fruta madura…
¿Cómo ves a México?
Con dolor y mucha esperanza.
¿Qué querías ser de niña?
Yo misma, pero en grande.
El momento más feliz de tu vida
Hoy. Tengo una eterna gratitud por los momentos hermosos y satisfactorios de mi pasado, pero para mí la felicidad está en el presente.
¿La última vez que lloraste?
Hace unos días con el documental When They See Us, en el que cinco jóvenes afroamericanos son acusados de un crimen que no cometieron, víctimas del brutal racismo aún vigente.
Si tuvieras un poder, ¿qué cambiarías de ti?
Agrandar mi compasión.
¿Qué le dirías a Trump si coincidieras con él en un elevador?
No tengas miedo, ya todos sabemos que no eres fuerte ni inteligente, puedes relajarte.
¿Qué está leyendo?
The secret lives of color, de Kassia St. Clair.