Una década sin Carlos Fuentes

Recordamos el legado del gran escritor mexicano a través de sus momentos cumbre, de sus palabras y de detalles de su vida cotidiana.

Este 15 de mayo se conmemora la primera década de su fallecimiento. (Especial)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Carlos Fuentes hizo de la creación literaria una forma de vida; hay quien dice que profesionalizó la disciplina, debido a su entrega total al género, más allá de sus primeros escarceos diplomáticos. Cuenta su viuda, la periodista Silvia Lemus, que el 14 de mayo, un día antes de su muerte, todo transcurría de manera normal en su vida:

Fuentes decía que sin disciplina no puedes ser un escritor o una escritora. La entrega a la literatura tiene que ser profunda, verdadera, no esperar a la musa: la literatura te obliga a entregarte. Él decía que su mejor amante había sido la literatura”.

Incluso, ese 14 subió a su estudio con la idea empezar la escritura de El baile del centenario, que se quedó en un título, “en la pared de su oficina está una hoja donde está la fecha y escribió, muy ordenado, su plan de trabajo de esa novela que deseaba tanto escribir. “Ese día hizo una vida normal, trabajó hasta la una de la tarde, hizo un poco de ejercicio; comió albóndigas, le gustaban mucho”.

“Después descansaba una hora, dormía una siesta. Después leía dos horas, por lo general literatura que le marcaba caminos a seguir para su novela. Se divertía mucho viendo una película, los vaqueros le encantaban: le gustaban las ‘pasadas de moda’”, ha compartido Silvia Lemus en distintos momentos.

Sus letras

Una manera de recordar a una figura como Fuentes, de quien este 15 de mayo se conmemora la primera década de su fallecimiento, es festejando su vida y obra. Y es que las celebraciones siempre fueron del gusto del escritor, aunque la lectura de su obra “es ya un homenaje grande”, ha dicho Silvia Lemus.

Así, cuando apenas contaba con 26 años de edad, presentó el libro de cuentos Los días enmascarados, un volumen aún vigente, al que le siguieron algunos títulos ya emblemáticos en las letras mexicanas, como La región más transparente (1958), Las buenas conciencias (1959) y, en especial, La muerte de Artemio Cruz (1962), para muchos la obra que lo consolida como escritor.


El escritor en su juventud. (Especial)

De ahí vinieron Aura (1962), Zona sagrada (1967), Cambio de piel (1967), Terra nostra (1975), Todas las familias felices (2006), La voluntad y la fortuna (2008), Adán en Edén (2009); una bibliografía que lo lleva a obtener reconocimientos como el Premio Miguel de Cervantes en 1987, la Legión de Honor francesa, en 1992; la Orden al Mérito de Chile, en 1993, y el Premio Príncipe de Asturias, en 1994.

En esas obras, novelas, cuentos o ensayos se encuentra Fuentes, pero también vale recordarlo en sus palabras y en su manera de entender la vida y el mundo:

Sus palabras

El nacimiento

“Nací en Panamá, en 1928, pero a los dos meses de nacido ya estaba viajando a Ecuador. Llevé una vida de niño de diplomático itinerante hasta los 15 años y ya nos instalamos en México, a hacer la preparatoria y la universidad”.

Los primeros intentos

“Tenía unos siete años, mi padre (Rafael Fuentes Boettiger) llegaba a la embajada de México en Washington y me entró la manía de hacer una revista, a mano, ni siquiera mecanografiada, a lápiz, donde exponía mis ideas de lo que pasaba en el mundo. La guerra de España me impresionaba mucho, las películas que había visto, libros, noticias. Una vocación más de periodista que de escritor”.

La lucha literaria

“Uno tiene que tener mucho miedo al escribir. Escribir no es un acto natural, como comer, hacer el amor o dormir. Es un acto contra natura, en cierto modo, es oponerle la escritura a la naturaleza. La naturaleza no se basta a sí misma, sino que necesita otra realidad, un añadido que es la creación literaria: páginas, palabras, tinta”.
“En el fondo, ese es un acto perverso y peligroso y lo demuestra el hecho de que, si uno cree que la literatura es inofensiva, basta presentar un libro ante una dictadura totalitaria para conocer lo peligrosa que puede ser a los ojos de una dictadura”.

La fe

“Mi fe en los seres humanos puede considerarse como religiosa. Mi fe en la literatura es casi una religión para mí. Mi fe en la amistad y en el amor. Son formas religiosas, no sé si eso es religión, pero sí es devoción, en todo caso, que ya es parte de la religión”.

La otra vocación

“Yo quería ser caricaturista. Hoy le estaría haciendo la competencia a Magú y a Rius, y hacía buenas caricaturas. Todas mis caricaturas están archivadas en la Universidad de Princeton”.


Carlos y Silvia. (Especial)

Las palabras de Silvia

“Desde que nació, Carlos Fuentes se convirtió en un bebé globalizado, después de Panamá fueron a Ecuador, a Uruguay y Brasil, donde el embajador era Alfonso Reyes. Carlos bromeaba: ‘Yo empecé a interesarme en la literatura sentado en las rodillas de Alfonso Reyes’”.
Una vez le pregunté si era cierto que le hubiera gustado ser poeta. Me dijo que no, que le hubiese gustado ser actor de cine, sobre todo en una película donde ‘yo fuera el malo y Humphrey Bogart, el bueno’. Tenía una mente muy nacional y muy cosmopolita, era un tipazo este señor”.

hc

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