La representación de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret se remonta en nuestro país al siglo XVI cuando religiosos franciscanos y dominicos introdujeron en Nueva España el teatro como el arma más poderosa para la cruzada evangelizadora. La primera representación de la que se tiene registro no fue el viacrucis precisamente sino un Auto del Juicio Final de Fray Andrés de Olmos, actuado en lengua náhuatl, latín y español, pero muy pronto se incorporaron otros misterios y pasajes bíblicos en un amplio repertorio. El teatro fue, para la conquista espiritual de México, lo que los arcabuces, las ballestas y los cañones para la conquista armada, solía decir la investigadora María Sten.
La Pasión y Muerte de Jesús tiene en Iztapalapa, en CdMx, la más acabada y multitudinaria de sus expresiones. Es la más famosa, la que más cobertura de medios tiene y llega a congregar hasta dos millones de visitantes. Sin embargo, en muchos lugares de la República, en poblaciones muy pequeñas, incluso, se lleva a cabo con los esfuerzos de sus habitantes. Este es el caso del Grupo Via Crucis Ticumán, en el municipio de Tlaltizapán, Morelos, que ha llevado su amor por el teatro muy lejos y representa, de manera aficionada, obras para el Día del Niño, Día de las Madres y pastorelas. Incluso hacen una Casa del Terror para Día de Muertos, en noviembre, en una casa que presta algún vecino, con un éxito arrollador.
Grupo Via Crucis Ticumán inicia en 1988 con la convocatoria que hacen los hermanos Francisco y Antonio Fragoso para conmemorar la crucifixión de Cristo con la comunidad. Son tres décadas de trabajo continuo, con sus altibajos, pero sostenido con enorme cariño por algunos de los fundadores y por los hijos de éstos: José David y Edgardo Montes de Oca Madrigal (el actual coordinador), Isidro Cuevas, Fernando Reza, Paulino Montero, Eleuteria Guadarrama, Onney Labra, Arnol Ramírez, Armando Zamora Mora, Alejandra Guadarrama y María de los Ángeles Martínez, entre otros.
TRASPUNTE
MÁS ALLÁ DE LA DEVOCIÓN
En algunas ocasiones, vueltas que da la historia, la iniciativa se convierte en algo más, en un colectivo de aficionados que, más allá de su devoción religiosa encuentran otra devoción, la del teatro. El teatro tiene esa maña de meterse debajo de la piel, y no se le puede sacar.