Este 2018 se conmemoran 50 años del movimiento estudiantil que sacudió México y que fue parteaguas en múltiples sentidos para la sociedad mexicana. La herencia de aquella generación emblemática la vemos, por supuesto, en lo que respecta a la lucha política; sin embargo, también dejó una huella profunda en la narrativa estética y artística.
La danza, a pesar de la distancia que en muchos casos toma de sus contextos sociales, no ha sido indiferente al tema y podemos hacer un recuento de algunas de las piezas y artistas que han dedicado coreografías para recordar aquel movimiento estudiantil de 1968.
Gloria Contreras no vivía en México cuando tuvo noticia del movimiento estudiantil en el país y particularmente de los trágicos hechos ocurridos el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Algunos meses después encontró en la música de Varesse la oportunidad de mostrar su indignación representando lo que en México se negaba y acallaba. Con la obra Integrales, Contreras se solidarizó con los estudiantes y desafió al gobierno en turno para hablar de la masacre con danza.
En 2014, dentro del Proyecto Danza UNAM, la coreógrafa Rosario Murillo creó la pieza para la música de Arturo Márquez Marchas de duelo e ira en la que, siguiendo el ánimo marcado por Márquez, la coreógrafa denuncia y recrea la vitalidad del movimiento estudiantil y el duelo por la fecha más emblemática de aquel año, el 2 de octubre.
Para la conmemoración de este 50 aniversario, la coreógrafa Graciela Henríquez presentará el 28, 29 y 30 de septiembre Una noche de octubre que no se olvida.
Mientras el Instituto Nacional de Bellas Artes se propuso conmemorar el arte olímpico, es decir, “rescatar las actividades artísticas que en 1968 se realizaron en torno a la justa olímpica, pese a la efervescencia del movimiento estudiantil”, la UNAM tiene como actividad dancística central una temporada de reocupación de los espacios públicos y simbólicos para el movimiento estudiantil, así como el desagravio a través del arte y la memoria: Cartografía de la resistencia. Ocupaciones/ Desagravios es el proyecto con el que la Dirección de Danza en la UNAM contribuye a la conmemoración y reapropiación de un movimiento que, como han demostrado los jóvenes de hoy, tiene plena vigencia más allá de museos y memoriales.
Las intervenciones del espacio a través de la danza incluyen el Palacio de la Autonomía, en el que el Colectivo Querido Venado propuso una instalación para recordar el desalojo de la plancha del Zócalo el 27 de agosto de 1968 para un supuesto desagravio al lábaro patrio al que acudió la burocracia de manera obligada y gritando las frases que dieron título a la instalación: “Somos borregos, nos llevan, somos borregos”.
También la Facultad de Medicina fue intervenida por la compañía Asalto Diario para conmemorar la toma de Ciudad Universitaria por el ejército, el 18 de septiembre.
En días recientes, Magdalena Brezzo recreó la marcha del silencio. Ha sido una extraordinaria coincidencia que la danza desagraviara el espacio y los estudiantes volvieran a transitar por ahí 50 años después.
Barro Rojo hizo lo propio en el Reloj del sol de la Unidad Habitacional Tlatelolco el 19 de septiembre pasado.
Restan las coordenadas del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, a cargo de Fana Adjani, para conmemorar el violento asalto a la Vocacional 7, el 22 de septiembre de 1968; y la Escuela Superior de Economía del IPN por la compañía Asalto Diario para recordar la toma del Casco de Santo Tomás por el ejército mexicano.
La idea de memoria, desagravio y reapropiación de los espacios a través de los cuerpos es un acierto.
Hoy, 50 años después, los estudiantes volvieron a las calles y han resignificado cada espacio con su presencia. ¿Qué propone hoy la danza para cobijarlos y acompañarlos?