Sus 45 años lo convierten en el portero más longevo de la Liga Mx, ahora protegiendo la meta de los Tuzos de Pachuca. Desde su infancia estuvo interesado y llamado por el deporte y de entre las disciplinas que practicó, el futbol siempre fue su pasión. Sin embargo, no es el único talento que tiene Óscar Pérez Rojas (Ciudad de México, 1973), el famoso Conejo, pues antes de llegar al empastado de un estadio contempló la idea de ser arquitecto.
¿Te equivocaste de carrera?
Puedo decir que no me equivoqué y la verdad buscaría volver a ser jugador profesional. Es bien difícil hablar del hubiera, porque al final no pasó; como mi mente estaba más puesta en el deporte... antes hablaba mucho de que quería ser arquitecto, me gustaba la idea de ser arquitecto, me gusta mucho dibujar, dibujo algo que veo y creo que me sale; ya en la secundaria me tocó la materia de dibujo técnico y todo eso, según yo pensaba en ello, pero es difícil, y la verdad volvería a ser jugador profesional de futbol.
Desde siempre me gustaron los deportes, me encantaba jugar futbol, basquetbol, voleibol, beisbol, me gustaba todo; ya cuando empezaba a jugar más futbol, entrenaba en las tardes y me iba al basquetbol después; me ilusionaban mucho los deportes y sobresalir, mejorar algún aspecto y me acuerdo mucho del resorte, no me daba cuenta, pero como jugaba basquetbol y veía a mis amigos que tocaban el tablero, el aro y luego hasta se colgaban de él, yo quería hacerlo; trataba de alcanzar todo ese límite y cada vez más se fue dando paulatinamente, era como un objetivo o meta llegar a ese nivel, y después me dediqué más al futbol.
Mis primeros años de acercamiento al futbol fue una escuela filial del Atlante, donde estuve cerca de cuatro años, pero al final veía muy lejano estar en primera división, porque era una escuela muy humilde a un lado del Velódromo, con canchas de tierra, no teníamos baños, tampoco dónde asearnos, había muchas carencias. Al final ahí viene la ayuda y el trabajo en equipo, porque todos nos ayudamos y tratamos de cuidar las cosas, juntamos para comprarnos los uniformes, cada día de la semana nos turnábamos para llevar agua para tomar y empieza ahí el juego de conjunto.
Ahí no pensaba en ser jugador, yo jugaba porque me gustaba, me apasionaba, quería dar lo mejor de mí en la cancha; sin embargo, el ciclo dentro de esta escuela finalizó y tuve que buscar cómo seguir disfrutando de mi deporte favorito. Me dije: “Vamos a probar suerte en otros equipos”. Fui a Necaxa, éramos muchos y nos fueron enfrentando unos con otros viendo quién podía quedarse, nos dan las gracias el primer día y me fui. Después un entrenador, que fue jugador en Toluca, el profesor López Patlán, nos dio la oportunidad de probarnos en la reserva de los Diablos Rojos cuando estaba de entrenador en el primer equipo Raúl Cárdenas. Nos dijeron que si seguía con Cárdenas íbamos a quedar en la institución, pero al final lo cesan y ya no se pudo.
Nos dan la oportunidad de probarnos, empiezan la pruebas, éramos seis personas, a mis compañeros les empiezan a dar las gracias y yo soy el único que quedó ahí; me piden mis papeles y todos los requisitos, yo feliz, y cuando llego veo que es a la reserva profesional, la antesala del primer equipo. Ahí crece mi ilusión, empecé a pensar que sí podía ser jugador profesional y seguí con la misma dedicación tratando de sobresalir en todos los trabajos. Al final se me va abriendo el camino para debutar, a los cuatro meses salté a la banca por compañeros lesionados, en un año me pasan al primer equipo y en 1993 me toca debutar con circunstancias del vida o el destino. Siempre me manejo así: si está en tu destino te va a tocar, y si no, pues no. El portero era Robert Dante Siboldi, pero estaba en Uruguay y tardaba seis fechas en llegar; después Alberto Guadarrama, que iba a iniciar, juega y se lastima, y es donde me toca entrar en un partido contra el Atlas, de ahí después jugué seis partidos, regresé a la banca, pero al final todo es no bajar los brazos, siempre buscar esa mejoría, en cualquier cosa, en cualquier detalle, y eso te va ayudando a subir de nivel y lograr lo que pretendes.