La lucha libre es sin duda el segundo deporte más popular en México después del futbol.
El gusto del aficionado por el pancracio, nace gracias al carnaval que rodea a este evento deportivo, pues está lleno de música, comida, luces, colores, bellas edecanes, máscaras y sin duda el principal elemento que atrae al público, es la catarsis que viven los fanáticos, quienes logran sacar, frustraciones, ansiedad, enojo, y un sin número de sentimientos que solo la lucha entre el bien y el mal logran disparar.
Uno de los elementos más importantes en la lucha libre, en especial mexicana, son las máscaras, uno de los elementos que ha enamorado a los fans, pues debajo de ese colorido se esconde un héroe de carne y hueso, además, el ser humano se ve representado en este deporte debido a que esconde sus emociones, detrás de una careta invisible.
De zapatero a mascarero
La primera máscara que apareció en la lucha libre no fue en México, sino en Estados Unidos.
Don Antonio Martínez, oriundo de León, Guanajuato, emigró en los años 30 a la Ciudad de México, donde llegó a trabajar a una empresa textil para elaborar calzado casual. Tras varios años laborando para esta empresa, Don Antonio decidió poner su propio taller de calzado en el cual incursionó en el deporte para comenzar a confeccionar zapatos para boxeadores. Curiosamente cuando comenzó a fabricar estas zapatillas, la lucha libre llegaba a México proveniente de Estados Unidos, deporte que lo conquistó y del cual se hizo fanático, al grado que no se perdía ninguna función. Esta pasión, lo llevó a conocer al Charro Aguayo, luchador ofreció su amistad a Don Antonio, quien lo acompañaba a cada encordado que asistía.
En una plática que tuvieron, el Charro le solicitó le fabricara unos zapatos, pues los gladiadores usaban los mismos que los boxeadores. Don Toño le confeccionó unas botas con una suela más gruesa, la cual le permitía al luchador moverse con facilidad sobre las puntas, además contaba con un refuerzo que amortiguaba las pericias que realizaron sobre el ring.
Estas botas, le abrieron las puertas para convertirse en un referente deportivo, pues confeccionaba todos los zapatos deportivos que les solicitaban los luchadores y boxeadores.
En 1933, el luchador irlandés, Ciclón McKey, quien era en ese entonces la atracción del momento, acudió con Don Antonio y le pidió una capa, la cual le cubriera el rostro. Para desgracia, el peletero no logró culminar su obra, situación que desató el disgusto del luchador.
Meses más tarde, Mckey regresó con Don Antonio, para solicitarle seis máscaras, situación que sorprendió a Martínez, quien rechazó la oferta, pero tras las súplicas del gladiador, tomó de nuevo el reto. Ahora, Toño le tomó medidas al cráneo, 17 en total. Después de muchas pruebas, logró confeccionar la primera máscara de lucha libre, la cual fue fabricada con piel de cabra. De ahí comenzaron a surgir más personajes enmascarados, tal como el Murciélago Velázquez, quien fue el primer luchador mexicano enmascarado.
RGS