A Juan Manuel Bernal le gusta abrazar la vida. No pierde instante para hacerlo, mostrarlo y demostrarlo, sobre todo a sí mismo.
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Por eso grita a los cuatro vientos qué significa el escenario —sea teatro, cine o televisión— para sus entrañas, aunque el costo de esa pasión sea un duro golpe a su estómago; por eso puede hablar horas y horas sobre Kika, Gala o Mila, o por eso su rostro evoca a su Yo niño cuando se conecta con sus recuerdos infantiles plagados de aventuras que, de milagro, no terminaron en desastre.
Sí, muy distinto a su papel como Joaquín Carranza, el hermano mayor de una casta ambiciosa que se pelea el poder y las riquezas en la exitosa serie Monarca (Netflix), pero muy en concordancia con la sensibilidad y el talento que lo han consolidado tras varias décadas de actuación.
Joaquín Carranza, tu personaje en Monarca, es tequilero… ¿tú también?
Alguna vez lo fui, pero ahora soy más mezcalero después de que en el festival de cine de Morelia nos dieran una explicación de cómo se toma, pues la mayoría lo hace como si fuera tequila; y desde siempre me gusta el vino tinto.
Y sin embargo, como el tequila, tienes raíces jaliscienses
Así es. Mis papás eran de allá, de La Garita y Mazamitla… Ciudad Guzmán; tengo familia regada por todos lados de Jalisco.
¿Alguna mascota que te haya marcado?
Hasta la fecha me duele: Kika, una golden retriever que murió hace siete u ocho años. Estuvo conmigo 14. Desde que empecé a caminar siempre me acompañó un perro. Decía mi mamá que me recargaba en un pastor alemán para empezar a andar.
¿Ahora tienes perro?
Me salió una cinta en Oaxaca y les dije: “Si me consiguen una casa para llevarme a Kika, hago la película”, pues ya estaba muy enferma, desahuciada; y me la consiguieron. Y ahí encontré abandonada a Gala, una whippet, y luego llegó Mila, una golden retriever.
¿Cómo eran los fines de semana del niño Juan Manuel?
Eran en el rancho de La Garita, en casa de los abuelos, en una familia muy unida. O en CdMx, donde teníamos una casa grande con jardín y jugábamos todos los hermanos, aunque siempre fui el más solitario. No sé, quizá porque somos siete y fui como el impar, pues ellos se juntaban en parejas.
¿Qué jugabas?
Jugábamos mucho en el jardín y éramos muy traviesos. Llegamos a quemar un cuarto de tiliches al jugar a las escondidas cuando una de mis hermanas entró a buscarnos con una vela y mi mamá estaba en cama, a horas de regresar del hospital, pues acababa de tener a mi hermano Miguel Ángel. Una vez mi hermana Elizabeth al estar jugando se le enredó el cabello en unos rodillos para exprimir la ropa de la lavadora y al querer escapar metió la mano, pero como estaba funcionando la máquina, se le iba metiendo poco a poco más el brazo y se le ponía cada vez más morado. Hubo ambulancia y bomberos... que ya nos conocían bien.
¿Y veían tele?
No, nos dejaban verla, solo el Chavo del 8, pero íbamos al cine y repetíamos las escenas en casa. Mi hermana Mary se aventó de la azotea porque, según nosotros, era Mary Poppins o, por querer ser como el escapista Zovek, se metió a un baúl que cerramos y cuando ya estaba mareada no la podíamos sacar porque ella tenía la llave. También hacíamos funciones de cine, pues mi papá nos regaló un proyector de Super 8. Preparábamos palomitas e invitábamos, previo pago de a peso, a vecinos o les cantábamos.
¿Qué te gustaba cantar?
Siempre ponía la música muy alto, a José José. Él me enseñó a cantar al tratar de imitarlo. “Gracias” es mi favorita y la primera que me aprendí, pues mis hermanos mayores la escuchaban; de ahí tome la afición a Camilo Sesto, Raphael y Rocío Dúrcal.
¿Cocinas?
Me encanta cocinar y cocino de todo, lo que no sé me lo invento. Creo que tengo buena sazón.
¿Y comer?
Ahora me estoy cuidando. He pagado por tanto trabajo y tanto estrés: el cuerpo me lo cobró al ser muy generoso con mis personajes, y los problemas que me afectaron no eran por cuestiones personales sino de mis personajes y no supe medir. Nada grave, pero estoy en una depuración.
¿Practicas deportes?
Hago yoga y medito, aunque inconstante pero las uso mucho cuando necesito deshacerme de un personaje; también natación, de alguna forma es una especie de meditación y, aunque la detestaba, me salvó de una operación del cuello. Ahora le he tomado mucho cariño tras ayudarme contra el estrés y las lesiones.
Naciste un 22 de diciembre, ¿no te roba la Navidad los festejos por cumpleaños?
Ya me acostumbré. Alguna vez mi terapeuta me dijo que soy muy egoísta porque me cuesta mucho trabajo aceptar regalos, así que no se vuelve un tema de conflicto para mí. Además, me estoy dando cuenta que conforme pasan los años, hay veces que ni siquiera los celebro.
¿Hay un lugar para ti que sea una especie de refugio?
Sí, Vallarta. Cada vez que estoy estresado o termino un proyecto me voy a refugiar allá y desaparezco…
¿Qué estás leyendo?
A propósito de nada, de Woody Allen.