De regreso a México para presentarse en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y en Veracruz, Concha Buika cuenta cómo se enamoró del país, en particular de Tepoztlán, y la historia de su relación con Chavela Vargas, su madrina.
La cantante nacida en Mallorca, hija de exiliados africanos, revela que no tiene un espectáculo preparado como tal sino que prefiere la improvisación, la sorpresa, por lo que la única canción obligada en los conciertos del domingo 3 de noviembre en la Ciudad de México y el sábado 9 en Boca del Río, Veracruz, será Vete que te quiero, su más reciente sencillo.
"Esa es una frase que muchos hombres que me escuchan, y muchísimas mujeres conocemos muy bien. Esa especie de imán que tienen algunas personas, que no te hacen bien pero estás ahí con el gustito y toda la cosa", dice antes de entonar un par de estrofas a capella para deleite de quienes la escuchamos.
Vete que te quiero, vete
No me lo pongas más difícil, niño
Vete que te quiero, vete, ¡huye!
No me lo pongas más difícil niño que te quiero
Y que te quiero vete...
Buika es conocida por una prodigiosa voz que mezcla lo mismo el soul y el flamenco, que el jazz y el pop. Tiene una larga relación con México a donde llegó de la mano de Chavela Vargas, su madrina y a quien le dedicó en sus noventa años uno de sus discos más conocidos, El último trago, donde canta a José Alfredo Jiménez, Álvaro Carrillo y Agustín Lara, disco que le ganó su primer Grammy en 2010.
"Mi relación con México inició con una historia de amor y eso siempre lo voy a llevar en el corazón por la acogida, el cariño y el amor que me dan. Entendamos, es que soy africana de origen y el sentir esta curiosidad tan inocente, casi como de niño, de muchas personas en México me hizo sentir muy arropada.
"Me hizo sentir que realmente el mundo está más conectado por sus ideas que separado que por las ideas de otros, qué es lo que normalmente nos hacen pensar."
Chavela Vargas fue su puerta de entrada a México, fue ella la que la bautizó en Tepoztlán, quien la llevó a Cuernavaca, quien la hizo comer chapulines por primera vez, probar el mezcal, el tequila. "Ella fue mi madrina y fue también la que me pegaba muchas broncas".
"La primera vez que la vi me rechazó. Fuimos a verla a una residencia en Madrid y me dijo '¡Cante mi hija!' y yo de repente me puse nerviosa y esa fue una de sus primeras lecciones porque canté, pero canté desde el miedo, desde la inseguridad, sin entender muy bien por qué estaba cantando. Me dejó cantar, creo que una frase, me paró y me dijo '¡Pare, pare, pare mi hija, usted no está preparada!' y me rompió, me crujió en dos, pero tenía razón", recuerda con nostalgia la hija negra de Chavela, como solía llamarla.
"Nosotros tenemos un trabajo pero también tenemos una misión, a veces estás cumpliendo el trabajo pero no tu misión. Somos soldados al servicio de la humanidad, igual que vosotros los periodistas. A mí personas como tú me salvan la vida a diario porque me permiten no pensar por un momento, sentarme a escuchar, divertirme, entonces eso me salva un ratito cada día".
Entre Mi niña Lola, de sus primeros grandes éxitos allá por 2006, a la fecha, Buika ha crecido en proyección con conciertos en todo el mundo, pero no tiene prisa para nuevos discos, se lo toma con calma.
"Con los años he roto todos los relojes, no tengo ni idea de la hora, voy yendo a mi ritmo. Renuncié a disqueras y a todo ese tipo de cosas que te imponen tiempos tan agresivos. Tú no tienes 12 ideas geniales cada año y si las tienes bienvenidas, pero si no, saca una o dos y espera. Los discos se quedan para siempre, si Dios quiere, ese es el premio por el que luchamos todos los creadores, por lo tanto no hay prisa en componerlos", explica.
Autora de un par de libros de poemas, reflexiones y fotografías cuenta que siempre ha sido una persona atrevida, sin miedo, hasta que nació su hijo.
"Cuando yo tuve a mi hijo entendí el significado de la palabra terror, miedo total y absoluto, por la responsabilidad de cuidar una vida. Mientras los nenes están aquí entre tus brazos o en tu regazo es fácil. El problema es cuando ya no está ni aquí ni allí y ya están grandes y sólo te dice hasta luego y eso me da miedo".
Pero a los hijos, reconoce, hay que dejarlos marchar, que hagan su vida, como ella que canta y embruja con su voz, por eso lo mejor es decirle: Concha, vete que te quiero.
VJCM