Reyli Barba es un claro ejemplo de los compositores que materializan en canciones una diversidad de emociones. Primero lo hizo como parte del quinteto Elefante, y ahora a través de su faceta solista. El éxito no siempre ha estado de su lado, en el camino ha encontrado obstáculos y “piedras” que ha superado para mantener viva esa vocación que, asegura, se ha convertido en devoción.
Con 'Metamorfosis' vuelves a la industria con un gran efecto, fuiste nominado al Grammy Latino; es una producción que surge luego de una experiencia fuerte, difícil…
Sí, es un disco que ya hizo efecto y eso es muy bello, viniendo de un gran descalabro saben mejor este tipo de noticias y de reconocimientos. He sido nominado a los Grammy desde que empecé como Elefante y luego como solista, pero esta nominación me emocionó mucho, porque viniendo de donde vengo (problema de adicciones), cada regalo del universo lo valoro un millón de veces más que antes.
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El título de tu disco es muy adecuado. ¿Qué tanto cambió la sensibilidad del creador a partir de esa experiencia de vida?
La droga más usada, más peligrosa, más depresiva del mundo se llama alcohol. Es triste, el alcohol está prácticamente en la canasta básica, porque en todo súper, en toda tiendita encuentras alcohol. Ahora estoy viviendo a los 17, pero con 48 años, estoy en ese ritual maravilloso de todos los días componer y grabar, eso lo hacía en los primeros tiempos de mi carrera.
Antes era un tipo sensible, pero el alcohol tristemente deprime, desvanece las ganas de vivir. Llevo más de cinco años sin beber, gracias a Dios, viviendo lo de ‘sólo por hoy’. Estoy siendo más productivo y, además, más inspirado.
¿Han cambiado tus sueños?
Algunos se habían postergado por no estar en disciplina, en este maravilloso orden de ser un artesano de la música.
¿Tus gustos variaron?
Mis gustos cambian a cada instante, no soy bipolar, soy pentapolar: todo cambia a cada instante, todo está en evolución, en ebullición constante.
¿Y los miedos?
Los miedos los puse en una trituradora; el miedo nunca ha existido, es infundido por conceptos humanos, pero como tal no existe. Y después de todo lo que pasé, me di cuenta de que el temor no me pertenece, es un engaño, no es mío.
¿Cómo te ha tratado la pandemia?
Hemos grabado más de 80 tracks. Hemos tenido la oportunidad de enfocarnos solo en escribir canciones y producirlas; cuando llegue el momento de salir a los escenarios, tendremos un granero lleno de obras maestras.
Además, estamos desarrollando a un artista nuevo, y esa es la parte más emocionante en esta nueva etapa como Monster Music (productora de la que es copropietario). Se trata de esa maravillosa cadena de favores, en la que todo mundo tiene la oportunidad de salir a la luz.
¿Tú tuviste ese apoyo en su momento?
En Elefante estuvimos ocho años ensayando, componiendo el disco El que busca encuentra, que fue muy importante para nosotros y para la industria en 2001, cuando logramos tener ese patrocinador que confió en nosotros, que nos prestó el capital para ir a grabar a España. No olvido esa buena voluntad de Simón Medina, que ahora es el socio principal de Monster Music.
Por eso ahora estamos en esas, construyendo canciones que me emocionan como solista, como músico, y desarrollando a los nuevos, que nos aportan, nos enseñan muchas cosas, nos conmueven y nos llevan a otras latitudes porque son de otra época. Estamos justo ahí, en ese proceso hipersensible. Si me preguntas ¿cómo estoy? La respuesta es: hipersensible, gracias a Dios.
¿El silencio de la pandemia te ha dado más momentos para escribir?
Sí, tener en la cabeza que el día se va a desarrollar en tu casa tiene dos opciones: te hundes en el bajón y en la depresión o te fundes en el éxtasis creativo. Y nosotros hemos elegido el éxtasis creativo.
Además de escribir ¿qué has hecho en este confinamiento?
El 90 por ciento de mi tiempo está en las libretas, las guitarras y el estudio de grabación, el otro 10 por ciento medito, hago yoga y abrazo a mi familia lo más profundo y largo que puedo; también comparto mi experiencia con los nuevos artistas que estamos desarrollando.
Y simplemente dar, llamar a los amigos, y decir: ‘te quiero’, ‘¿cómo te sientes?, ¿en qué te puedo servir?’. Le decía a mi novia que todos estamos en el mismo barco. Y ella me dijo: ´Ojalá todos estuviéramos en el mismo barco, hay quienes la están pasando verdaderamente mal’.
Todos estos cambios que quedan para la historia de la humanidad, a mí me han servido para continuar mi proceso de concientización, de quién soy y, sobre todo, dónde no quiero estar y lo que no quiero hacer.
Quiero invitar a la inspiración, no solo para hacer canciones, sino para tener una mejor vida, una mejor relación con tus semejantes; es lo que hago: sentir, soltar, compartir, recibir, vivir inmerso en la música. Ya no es vocación, es devoción.
¿Prefieres componer para ti o para otros?
Tengo muy claro cuando una canción nace para mí. Para mí, componer es algo tan natural como abrir los ojos o respirar; escribo porque no sé hacer otra cosa en la vida y nada me emociona tanto como este oficio, y luego le voy encontrando sus chambelanes a esas canciones que no me corresponden, el proceso de selección es lo más importante. Como autor soy extremadamente versátil.
¿Cómo descubriste al cantautor en ti?
A los siete años escribí mi primera canción para mi caballo Confeti. Soy de San José, un rancho en Chiapas. A partir de ahí me impuse escribir muchas cosas. A veces no eran canciones, a veces eran solo sentimientos. El proceso de composición en mi vida, más allá de mi oficio, lo veo como el vehículo emocional que me limpia, que me responde. Las canciones a veces son respuestas que estoy buscando. Soy un compositor de 25 horas diarias.
amt