George Roger Waters nació el 6 de septiembre de 1943 en Great Bookham, Inglaterra. Cuando tenía tan solo cinco meses de edad, su padre —Eric Fletcher Waters— murió en la Segunda Guerra Mundial, durante la defensa del puente de Anzio, en Italia.
Este hecho trágico y la ausencia de recuerdos directos de su padre marcarían de modo indeleble la vida de quien, con el tiempo, se convertiría en bajista, letrista y frontman de una de las bandas más emblemáticas de la historia del rock: Pink Floyd.
Hoy, a tres cuartos de siglo de recorrer un mundo convulsionado, Waters luce impecable: enfundado en su clásico atuendo negro —playera de manga corta y pantalón acampanado—, sus músculos aún tonificados, su voz y su despliegue escénico en poco resienten el paso del tiempo.
Y muchos conservan fresco el recuerdo del concierto gratuito que ofreció en el Zócalo de la Ciudad de México: un hecho histórico, por donde quiera que se le mire.
A una edad en la que otros rockstars han muerto o ya soltaron el estandarte de la rebeldía, entre concierto y concierto Waters se da tiempo para irritar a muchos con sus opiniones políticas y su crítica al mundo moderno, a los gobiernos con tintes fascistas y al consumismo.
Esos mismos criterios son usados por sus detractores para señalar, con dedo acusador, las millonarias ganancias que el bajista ha amasado con giras mundiales como In The Flesh Tour, Roger Waters: The Wall o The Dark Side of the Moon Live. Y ni hablar de los estratosféricos precios de los boletos para sus conciertos, que poco tienen de anti consumistas.
Música y política
Aun así, su discurso contestatario permanece, lo mismo lanzando indirectas al muro de Trump, ridiculizando al mandatario estadunidense y equiparándolo con el cerdo del que habla la canción “Pigs”, organizando un boicot de artistas contra el gobierno de Netanyahu por la tensa situación política entre Israel y el territorio de Palestina, lo que le ha valido el adjetivo de “antisemita”.
Pero, más allá de filias y fobias políticas, está su música. El estilo y la convicción que imprime a cada una de sus interpretaciones en el bajo y con su voz cantante, hacen que toda la parafernalia, la iluminación y los visuales de sus faraónicos escenarios pasen a un segundo plano, poniendo en el centro —como siempre ha sido, aunque lo califiquen de narcisista— su figura y sus palabras.
Con su gira Us+Them, Waters se presenta en tres ciudades de un país que se prepara para un histórico cambio en el ámbito político y que está siendo atravesado por caravanas de migrantes que buscan saltar la frontera y aspirar al sueño americano. Algo habrá de decir.
FM