Luis de Llano Macedo recibió a MILENIO en Creatividad Artística, la oficina que montó tras su salida de Televisa; previo a la entrevista atendió varias llamadas y organizó su agenda, la cual está llena de compromisos para “vender” sus ideas, luego de salir del “círculo de confort de la producción” que le daba estar en una televisora internacional.
Un poco más relajado, tras revisar unos correos electrónicos con la ayuda de una lupa, quien fuera productor del Festival Acapulco (que trajo a México a las Spice Girls, entre muchos artistas) habló de sus otros intereses: unos no tan alejados de los que realiza en su vida actual y otros con los que decidió que simplemente era mejor no seguir adelante.
¿Qué otras pasiones tiene, además de la televisión?
La verdad es que soy un roquero frustrado, era muy malo en música, pero tuve la oportunidad de trabajar con muchos grupos desde finales de los 60 que llegué a México, en los 70 con Avándaro, y después todo de la época disco. Con los artistas que venían de fuera me tocaba armar programas, luego en los 80, cuando nacen todos los que ahora son famosos.
Fui futbolista en la universidad, pero perdí mi toque mágico de portero. Lo que pasa es que uno sigue reinventándose, otra de mis pasiones es escribir, ya tengo dos libros. Estoy buscando siempre estar al día de lo que está sucediendo y no ser tan diferente. Llega un momento en la vida en que quieres dejar de ser popular para vivir con cosas que tengan otros valores.
¿Logró sacar esa vena de roquero frustrado a través de grupos exitosos, como Timbiriche?
Me asocian con muchos grupos, pero la verdad es que hice de todo, más bien concepto de artistas, que es lo que me gustaba, que no fueran solo una canción. Tuve la suerte de que me encontré a muchos en el camino que me forjaron y le ayudé a otros a resolver su carrera. Pero también es importante ver cómo evolucionaron, muchos se volvieron sus propios productores.
Soy una enamorado del pop, del rock, de la electrónica… todo lo tengo que hacer a través de la música, cuando hago una serie o un concierto siempre tengo algo de fondo, creó que mi papá me heredó ese don de la música.
¿Cuáles fueron las enseñanzas que le dejó Luis de Llano Palmer?
Me daba una todos los días, porque tuve la oportunidad de desayunar con él los últimos 10 años de su vida. Me dio muchos consejos, frases de la vida, la televisión, el espectáculo. Pero lo que más me inculcó fue la perseverancia, que el éxito ahí está, pero la aventura importante es ir a buscarlo con un programa, un libro o una canción… lo que viviste es lo que cuenta, si pegó o no es lo de menos.
¿Ahora como papá, cómo aplica ese legado?
Tengo la suerte de tener tres hijos de tres generaciones diferentes. Los grandes, mi hijo de en medio y las chiquitas se llevan como 20 años de diferencia. He vivido diferentes etapas con ellos, como me comportaba en los 70, después en los 90 y ahora con mis hijas soy muy dedicado, estoy cercano a ellas, a mi casa y a mi vida, uno no tiene que estar siempre trabajando.
¿Cómo se asume la responsabilidad del apellido De Llano, pesó para usted, para ellos?
Al tener un apellido así la gente espera más de ti, porque tu papá y mamá eran de tal forma, siempre quieren que el hijo esté a la par o los supere. Yo creo que nunca superaré a mi papá, al contrario, fue mi mejor crítico, amigo y mentor. Con mi madre tuve la suerte de que sus últimos años trabajó mucho conmigo como productora, era un sargento, perfeccionista y con mucha visión.
Los que nacemos en una dinastía no podemos conformarnos con una vida normal, siempre estás en la mira para bien o para mal, muchas veces la crítica es porque las buenas noticias no venden.
¿Qué fue lo que más lo ha marcado?
No estar en Televisa marcó muchas cosas, porque me independicé. Esta es mi propia oficina, con mis ideas; estoy en el proceso de desarrollo de programas que siempre quise hacer y no pude, pero me marcaron cosas importantes, como las copas del mundo, la Expo Sevilla en 92 y los programas especiales de Viña del Mar.
Hasta las malas noticias, cuando la hice de floor manager en Televisa San Ángel en el temblor del 85, porque no había técnicos, gente ni cosas.