La carrera de Manolo Caro ha sido de constante creación, siempre iniciando con una página en blanco. Su éxito internacional con series como La casa de las flores y ahora Alguien tiene que morir de Netflix lo ha puesto en la mira de aquellos que exigen que los creadores cumplan con expectativas que no necesariamente tienen que ver con la historia.
Por eso, esta deliciosa plática con el también cineasta no se trató de un proyecto específico, sino de cómo se puede lidiar con esas exigencias, tener éxito y, a la vez, lograr crear personajes distintos a los que jamás habíamos visto en las pantallas. Y todo esto en tiempos de pandemia.
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A ti te tocó vivir 2020 en España por tu trato con Netflix. ¿Cómo te afectó en la producción, y a ti en lo personal, vivir esto lejos de casa?
Fue muy loco porque recibí la invitación de venir a España, país donde estoy radicando, justo seis meses antes de la pandemia. Llegué con el proyecto de Alguien tiene que morir, filmamos todo increíble, el invierno nos pegó durísimo y justo cuando comenzó la postproducción llegó la pandemia, el miedo… Yo soy muy paranoico, entonces lo que dije inmediatamente fue: ‘Me tengo que regresar a mi país’. Y me vine. Y de pronto tuvimos que darnos cuenta de que hay que aprender a vivir con esto, a tomar todas las precauciones, pero que la vida continúa, así que seguí el proceso de postproducción desde mi casa. No soy la persona más tecnológica, como tú lo sabes, así que me mandaban todos los gadgets a mi casa por paquetería, y ahí me tenías desinfectando todo.
Y luego ajustando el micrófono, los colores; hicimos muchas pruebas con la plataforma, me daban códigos y yo decía: ‘No, está muy oscuro’. El caso es que fue un año difícil, pero lo logré manejar mejor de lo que creía.
Hace poco tiempo le preguntaba a Ceci Suárez si sentía que tu brinco a nuevos géneros era exploración de tu parte o si lo consideraba una evolución como artista, ahora te lo pregunto a ti.
Siento que esta profesión te va retando y llegó un momento en el que decidí no estancarme en La casa de las flores que funciona muy bien. Es una serie que tuvo una muy buena temporada, después las cosas no fueron tan bien, retomamos y el público la sigue queriendo; fue un proyecto importante para el network para el que trabajo. No me quería quedar toda la vida haciendo solo comedia, que es un género que amo y disfruto, y el que más me gusta hacer, pero creo que estoy en un momento profesional en el que tengo que ponerme mis propios retos, tengo que enfrentarme a nuevos géneros y formatos; tengo muchas ganas de regresar al teatro.
Muchos te consideramos un iconoclasta, pero eso no es fácil cuando la policía de lo políticamente correcto está por todos lados. ¿Cómo te ha ido en ese sentido?
Sí, eso lo ha vuelto muy complicado, convertirse en creativo en esta época en la que hay que ser políticamente correcto, porque hay muchas batallas que aún hay que salir a pelear, hay muchas banderas que defender y muchas voces que visibilizar y darles oportunidad de diálogo. Porque es la vida, es la evolución y porque hoy estamos parados ahí. Yo sí me considero políticamente incorrecto, porque todos estos años he apelado a hablar desde la honestidad. En mi trabajo, ¿de qué sé hablar?, ¿cómo hablarían mis personajes? Y desde ahí hacer una crítica. Porque también creo que es una delgada línea en la que te puedes aprovechar de un movimiento o de un sector de la sociedad con tal de salir bien parado.
Por ejemplo yo, en La casa de las flores cuando me decían: ‘pero no hay diversidad’ de ciertos grupos étnicos y culturales; yo decía: ‘Pero un proyecto no puede salir a ganar todas las batallas’ y justo La casa de las flores, con lo agudo que era, y el sentido del humor que manejaba, precisamente lo que criticaba es que no hubiera ese tipo de representación en la pantalla. Lo que critica la serie es el sector social que segmenta y hace a un lado al otro. Pero también me ha tocado vivirlo en series como Alguien tiene que morir, que ocurre durante el franquismo en España. El sector social en el que vive la familia Falcón, si cambiáramos la historia por hacerla inclusiva hoy en día, también estaríamos cometiendo un error, porque lo importante es hacerlo para decir: ‘Vean lo terrible que es’.
Hoy, hay diversidad, hay inclusión, hay un nuevo mundo al que hay que darle voz. Y obviamente con mi trabajo, y te lo digo con mucha honestidad, es pensar que el talento, las historias, los personajes, de repente nos van a invitar a ver una cinta de México protagonizada por un oriental. Pero es a lo que yo apelo, a ser más honesto, y en lugar de estar señalando y diciendo cosas como “este director sólo hace westerns”, por ejemplo, mejor apoya al que haga melodramas de época, también al que haga anime, y al que le dé visibilidad a la comunidad LGBT. Así tiene que ser la vida.
Los personajes, incluso el casting, deben estar al servicio de la historia, ¿no?
Siempre me estoy metiendo en problemas, y espero salir bien librado, pero cuando me voy a dormir, no me voy con la sensación de que no le di oportunidad a cierto tipo de personaje. Más bien le di oportunidad a los que me atañen, a los personajes con los que me sentí identificado de pequeño. Me hubiera encantado de niño decir: ‘Yo podría ser ese protagonista’, pero no. A mí me tocó una generación en la que todos los protagonistas eran heterosexuales, guapísimos, y… pues así era. No voy a juzgar, más bien voy a darle voz con mis historias a lo que a mí me hizo falta.
¿Y aun así es una preocupación?
A mí lo que me preocupa, por ejemplo, es un nuevo proyecto que voy a empezar. La protagonista, Nía Correia, es un lanzamiento que se ganó el personaje después de varios castings, y la chava es española, con ascendencia afroespañola, y te puedo decir que se ganó el personaje por su talento. Me dolería mucho que ahora se dijera al revés, que ella se ganó el papel por cumplir una cuota, o porque yo venía recibiendo una serie de críticas por no incluir otras etnias y que por eso le doy la oportunidad. Se me haría muy injusto por sus horas de preparación, sus noches de vela, enfrentándose a actrices de nombre, y al final ella se quedó. Creo que el talento y la honestidad tienen que prevalecer en lo que nosotros hacemos.
amt