Sexo, violencia y humor; una conversación con Amat Escalante

El cineasta lanza Perdidos en la noche, un thriller sobre los desaparecidos inspirado en el caso Ayotzinapa: “En México si tienes el poder suficiente, resultas inocente”, reflexiona.

En el cine de Escalante los personajes son obreros, trabajadores de maquiladoras, jornaleros, empleados con trabajos mediocres. FOTO: Especial
Ciudad de México /

¿Se puede hacer un thriller en el marco de la desaparición forzada en México? Si te llamas Amat Escalante, sí. Perdidos en la noche (en cines desde el 14 de diciembre) es un thriller que logra una visión compleja de la violencia en México, sin banalización ni atajos.

Y empieza con el rojo.

—Siempre usas ese rojón inicial en tus películas.

—No siempre. En Sangre es más bien blanco.

Es verdad. Sangre empieza con la pantalla blanca. Heli también. La región salvaje con la más clásica pantalla negra. Pero Perdidos en la noche, así como Los bastardos, empieza con la pantalla roja.

“No está en el guión ese rojo, es para dar una sensación, un sentimiento; jugar con los colores un poco. En vez de corte negro, pues un corte rojo”.

Amat Escalante está sentado en una mesita en el segundo piso de la Cineteca Nacional. Acaba de comer rápidamente una ensalada. La semana previa al estreno es un vértigo de entrevistas.

Desde donde estamos se domina la entrada de la Cineteca, el único lugar en el que se puede ver algo que no sean producciones comerciales de Hollywood. Se siente natural hablar de cine.

Y Amat Escalante me habla de cine. Habla despacio, razona, no levanta la voz. El proyecto original de Perdidos en la noche iba a ser sobre el caso de Ayotzinapa.

“Pero estaba filmando Narcos México y me sentía saturado de policías y militares y todo eso. No quería meterme ahí porque iba a ser muy difícil, duro e intenso. Y lo reescribí por completo con mi hermano Martín. Eso es Perdidos en la noche. Tiene muy poco que ver con Ayotzinapa, pero de alguna manera está ahí, la raíz es eso.
El elenco está conformado por Bárbara Mori, Ester Exposito, Fernando Bonilla y Daniel García Treviño. Foto: Especial

Para el guión fue importante Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, una película de 1970 de Elio Petri. Es la historia de un policía que comete un delito e intenta de todo para que se sepa que fue él, pero su posición de poder lo exime de cualquier sospecha. “En México si tienes el poder suficiente, resultas inocente”.

Este núcleo está presente también en Perdidos en la noche, en la que una pareja de clase alta ejerce su poder lo que genera un conflicto con Emiliano, el protagonista, joven obrero que busca a su madre desaparecida.

En el cine de Escalante los personajes son obreros, trabajadores de maquiladoras, jornaleros, empleados con trabajos mediocres. La ambientación en la clase baja no es forzada o estereotipada. Su mirada no viene de arriba, retrata segmentos de la sociedad mexicana que narrados por otros resultan poco creíbles. Pero en sus películas funcionan.

Lo familiar, lo conocido, lo indecible.

“Yo no era pobre, pero no teníamos mucho dinero. Vengo de una familia muy artística y socialmente consciente. Crecí en Guanajuato, trabajé años en Estados Unidos junto con muchos mexicanos: comida rápida, construcción, ese tipo de trabajos. Durante tres años ahorré dinero así”, explica el cineasta.

Quizás sea esto lo que le permite mirar a la gente con respeto y humanidad. Los personajes de Amat Escalante tienen defectos y contradicciones, cometen errores, tienen sentido del humor, amor y violencia.

“La tienen como la tenemos todos los humanos. Sin miedo a aproximarme a eso. Todos somos muy similares, las necesidades básicas de una persona de clase alta y de clase baja son las mismas; nada más a uno le tocó la suerte de estar en un lugar y al otro la mala suerte de estar en el otro, en un país desigual como México.

Así, el hombre que ha ganado en su carrera el premio a Mejor director en Cannes con Heli; el León de plata en Venecia con La región salvaje y dos Arieles como Mejor director, de joven trabajó codo a codo con los subalternos. Un güero crecido en una familia en la que dinero no había mucho, pero sí conciencia de clase, en una ciudad conservadora como Guanajuato que ayudó a radicalizar su pensamiento.

“Guanajuato es un lugar bastante conservador, activa lados míos de ir en contra”, dice. La fuerza dramática de Guanajuato son sus contradicciones potentes, que intervienen en los grandes temas de Amat Escalante: la religión con sus dogmas y su censura, la sexualidad, la violencia, la ignorancia y el ejercicio del poder. A la vez es el territorio de la belleza, de caminatas en el monte.

“Es un lugar especial para pensar. Caminar es mi forma de despejarme; hacer ejercicio, anotar cosas e inspirarme. Con los paisajes y con todo”. Por eso sus películas han sido filmadas ahí.

“Veo las que serán locaciones. A veces no estoy en la locación, pero la veo desde el monte porque está todo a mi alrededor, en la montaña. Es bonito hacer ese acto de ir y ver todo el espacio en el que estás. Y de esa forma estar más presente. Darme cuenta que no estoy nada más en medio de una multitud, sino también puedo estar solo en un medio de la nada. Es muy impresionante”, reflexiona Escalante.

Es en ese entorno de belleza donde Amat ha colocado la casa en la cual se desarrolla el drama de su última película.

La casa choca violentamente con el paisaje. Pareciera que aterrizó ahí, como que golpeó el lugar. Y tal vez el estilo brutalista de concreto y estructuras aparentes es el que iba más con eso. Diseñé la casa con Daniela Gallo y Daniela Schneider (arquitecta y diseñadora de producción). La diseñamos a partir del guion. Una experiencia muy novedosa para mí. De lujo”.

En ese escenario chocan las clases sociales en Perdidos en la noche, en un encuentro violento que pone al desnudo un conflicto inevitable, y que a la vez muestra el contexto de las relaciones perversas entre alta burguesía mexicana, empresas transnacionales y fuerzas de seguridad corruptas.

Amat Escalante, la violencia y el sexo

La hipocresía es creer que puede haber absolución. Como los personajes de Perdidos en la noche, que quieren creer no ser responsables de un delito horrendo.

Cuando vi en el cine La región salvaje, tres señoras llenas de anillos y de perfume sentadas detrás de mí murmuraban ruidosas de desdén. Hasta el minuto 15. En la escena de sexo homoerótico entre Ángel y Fabian se fueron indignadas del cine. Sexo y violencia son la síntesis del monstruo de esa película, que encarna los dos elementos centrales y totales del cine de Amat Escalante.

Esos temas toman forma en la escena de la pelea furiosa entre Carmen (Bárbara Mori) y Rigoberto (Fernando Bonilla), que desde la ultraviolencia pasan al sexo furioso fuera de escena.

"Eso es todo lo que hay en el cine y en la literatura: sexo y violencia. Son tan básicos y amplios y misteriosos esos dos temas que dan para un infinito de expresiones y de películas y de pinturas y música. Es emocionante y me gusta".

Desde sus primeras obras Amat ha decidido explorar los abismos del ánimo humano. La necesidad de indagar lo que más asusta, lo que más inquieta. Lo mismo hacía Dostoyevski. Y no es casual que Escalante lo cite al principio de su última obra.

"Leí todas sus novelas y algunos cuentos. Y descubrí que el cine que me gusta más y que me ha influenciado más viene de Dostoyevski. Todo está ahí, muy presente en Dostoyevsky".

El cine que le gusta. Le pido unas recomendaciones: "Este año vi Tótem y me gustó. The Zone of Interest es de mis favoritas:es una película sobre el holocausto, pero donde no se ve la violencia. Se entiende. De terror vi Háblame, la de la mano. Está bien hecha, se aprecia el terror bien realizado, sólido.

¿Por qué te gustan tanto las películas de terror?

Hay una cosa medio punk ahí. Muy anarquista, nihilista de matar y de violencia y de sangre y de destrozar cuerpos y todo eso. De forma artística, estética, es muy atractivo para mí. Nunca jamás en la vida real me interesaría eso. Ni verlo, ni ser parte, ni saber qué está pasando. Pero el hecho de que en el cine puede existir, y en el arte, y en la literatura, y en la pintura, y en la música, podemos expresar violencia, es muy importante. Me gusta explorarlo en mis películas. Pero no me gusta ver videos de muertes o algo así. No. Me gusta imaginar y explorarlo porque es algo que me da mucho miedo.

¿En qué tipo de público piensas cuando filmas?

En alguien como yo, que le guste el cine de terror y el cine social también. Hay mucha gente así. Me gusta llegar a públicos nuevos que no sepan qué están empezando a ver. Me importa que mis películas se vean en México porque aquí entienden las idiosincrasias de mis historias o las palabras, incluso. Intento ser lo más local posible, sin importar si se va a entender en otras partes.

¿Cómo se traduce el crotolamo en inglés?

(Primero ríen sus ojos, luego se abre en una sonrisa). "Difícil esa traducción".

Emiliano (Juan Daniel García Treviño), el protagonista de Perdidos en la noche, es un joven que busca a su madre, que fue desaparecida por defender el territorio de la explotación minera. Es una víctima pero tiene dimensiones, es contradictorio, y tiene humor.

"Me gusta mucho el humor. Siento que es un contrapeso a cierta pesadez. Quise incluir lo más posible momentos irónicos o chistosos incluso en este drama de suspenso. Lo hace más real, más humano".

En la gran mayoría de las narraciones las víctimas sólo son buenas y sólo tienen una dimensión.

Tus personajes tienen la posibilidad o la capacidad de hacer el mal, igual que los demás. Una víctima también puede cometer actos negativos.

¡O decir chistes! La realidad es que la mayoría de jóvenes… muchos de mis personajes son jóvenes, son muy llenos de vida y graciosos y les gusta hacer bromas. No importa donde estén.

Por eso tienen ironía, contradicciones, porque así es la vida.

A Amat le molestan las películas en las que las víctimas son representadas de manera solemne, unidimensional.

"Las víctimas para mí son, antes que nada, humanos, que tienen todo tipo de sentimientos, no solo miseria", enfatiza.

Esto, al parecer, es lo más obsceno, lo que tiene que quedar fuera de la escena, esconderse en las narraciones.

La risa está prohibida en el rostro de Cristo. Es una vieja herencia del catolicismo, que siempre ha desconfiado de la ironía. La risa es peligrosa si no es condescendiente, si no es del bufón, si no es farsa, que es tolerada por el poder.

Pero en Amat Escalante no encontramos la farsa. No hay codazos que avisan al público que está a salvo, que es una broma. El realismo de Amat está impregnado de ironía, que es sutil, como su cuerpo esbelto, y que impone al público la capacidad de descifrarla.

"Mi truco para que el público sufra es darle un poquito de risa".

Una farsa La naranja mecánica de Kubrick.

Amat estaba obsesionado con La naranja mecánica, la veía una y otra vez. Le encantaba cómo está filmada, editada, las actuaciones, la mezcla de violencia y sexualidad.

"Me impresionó mucho. Y sí, es de películas que me hicieron querer hacer cine. La más importante, yo creo. Es la historia de un joven que sufría y que se sentía aislado y que tenía un gran sentimiento de rebeldía contra el mundo. Y el mundo lo trata de arreglar a él".

Y como Alex, también sus personajes principales tienen sentimientos de rebeldía. No encajan.

"Mis personajes principales al final son el mismo personaje. Aunque a veces es hombre, a veces mujer. Y ese personaje exactamente no sé quién sea, pero es muy cercano a mí, probablemente".

¿Cómo es ese personaje que no sabemos quién es?

Trata de no reaccionar hasta que tiene que hacerlo. Cree que todo va a estar bien si sigue las reglas. Y cuando no, tiene que pensar en qué hacer; en principio cree que si sigue las reglas va a estar bien el mundo, la vida. Si hace lo que se supone que se espera de él. Si hace lo que dicen los anuncios de las empresas. Dice, bueno, ellos dicen que si trabajo en esta empresa va a estar bien mi vida. Es parte del plan general. Yo creo en esos planes.

¿De verdad?

Bueno, me gustaría creer. Pero luego ya en acción siento que siempre soy defraudado. Siempre sale mal el plan. No el plan, el sistema. Porque el sistema en papel funciona bien. La idea del plan es buena. Hay muchas leyes muy buenas en México, muchas ideas muy buenas, pero hay tantos obstáculos y accidentes. Y esas ideas y leyes colapsan en sí mismas. Y todo es un caos. Entonces, aunque tú quisieras llevar el plan y hacer lo que debes de hacer para estar bien, no puedes. Un poco todos mis personajes están metidos en esa situación. Y creo que yo me siento a veces así en México.

Y sus personajes aguantan hasta que ya no. Y explotan. Entonces la ultraviolence de Alex. Y de Heli.

Pero lo que vemos en la pantalla no es la realidad, es arte. Está hecho de la misma materia de los sueños. Y el arte es para la sociedad lo que los sueños son para e individuo.

El arte es uno de los temas principales de Perdidos en la noche.

Mi papá es artista, yo soy cineasta, cuento historias que vienen de tragedias, situaciones duras del mundo, de México en particular. Hay un peligro ahí también. No es nada nuevo, todas las novelas, historias, pinturas, reflejan el drama de la vida, el conflicto, la miseria, la sexualidad. Todo está ahí. En Perdidos en la noche, quise ver un personaje, Rigoberto Duplass, el artista, que viene de un lugar que para mí no es el correcto, viene de la deshonestidad. Ahí es donde empieza a haber riesgos. Nunca debe de haber problema en mostrar cosas en el arte. El problema es de dónde viene el creador, su intención, su interés.

Vuelve a ser un problema de clase. En México sobre todo, donde muchos artistas son gente que se alimenta de la violencia, del malestar social, pero desde un lugar desconectado de lo que se está retratando, sin escapar de las posturas ideológicas. Esto interpela al mismo Amat Escalante, que no esconde una preocupación sincera sobre su propia obra y su función.

¿Qué función tiene tu cine?

Quisiera que mis películas aportaran algo y a la vez tuvieran el glamour del cine: los actores, las escenas de acción; que la gente salte, llore, que se ría. Mezclar eso con mi base de preocupación, la conciencia social que tengo yo. Me gusta mucho el cine terror, por eso hay mucha sangre a veces en mis películas. Es muy interesante para mí meterle una inyección de terror.

¿Por qué?

En Los bastardos, ese escopetazo que hay, pues es de Cronenberg, de Scanners. Aquí lo aterrizo a la realidad y veo cómo usarlo y sorprender a la gente; sacarlos un poco de lo que creen que van a ver. Sorprender. Provocar un poco y buscar imágenes nuevas. Es algo que Werner Herzog siempre dijo y se me quedó muy grabado. Él decía que imágenes nuevas era lo que él estaba buscando. Cada vez se usan más imágenes. E imágenes usadas no es lo ideal. Buscar imágenes nuevas significa también buscar emociones nuevas, momentos nuevos.

¿Hay películas a las que siempre vuelves?

Sí. Supongo que una es Terminator 2. La 1 me gusta tal vez hasta más, pero la 2 me entretiene más. Office space es una comedia que me gusta mucho. Muy buena, muy chistosa.

¿Estás contento o hay algo que te impide realizar lo que quieres?

El obstáculo más grande es uno mismo. Es muy frustrante darte cuenta. Supongo —Hace una pausa y me mira con una media sonrisa—. Pero bueno, yo creo que estar consciente de eso ya es un gran paso.

Hay una escena de Office space en la cual los tres protagonistas, Peter, Mike y Samir, se ensañan en destruir una impresora en medio del pasto después de haberse liberado de la opresión de sus jefes. No sé por qué pero me recuerda la escena en la que Heli mata a golpes al violador de su hermana.

Sexo y violencia. Y humor.

MGR​

  • Federico Mastrogiovanni
  • Escritor y periodista, autor del libro 'Ayotzinapa y nuestras sombras' (Grijalbo 2024), entre otros libros. Es ganador del Premio Nacional de Periodismo 2021 en la categoría “entrevista/perfil”

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