El covid-19 hizo lo que ningún huracán jamás había podido: vació Los Cabos. Literalmente, transformó en un pueblo fantasma a una de las grandes joyas turísticas de México, una máquina de hacer dinero de la que dependen miles de personas.
Aquí, a la espera de que algún día regrese la normalidad –sea lo que eso pueda ser-, hay hasta seguridad privada que cuida que nadie ingrese a las playas.
En otros accesos han preferido colocar rejas con el aviso: “Playa temporalmente cerrada”. Estas medidas son independientes a los patrullajes que, a ras de arena, hace todos los días la Policía Municipal y la Marina.
En esta punta de la península de Baja California, donde confluyen el Pacífico y el Mar de Cortez, a todos urge un cambio de corrientes. Les urge que vuelva el dinero. Y los spring breakers, que ahora y en el mejor de los casos serán summer breakers porque a la primavera se la llevó el carajo. Les urgen las fiestas de alberca, las barras libres, los tips en billete verde. El welcome to Cabo sir y el good morning, miss, what can I get you?
En resumen, les urge que acabe la contingencia sanitaria para que vuelva el turismo, actividad de la que dependen más del 70 por ciento de los habitantes de Baja California Sur.
En la playa Medano, una de las más concurridas, un policía preventivo y dos más de tránsito hacen guardia. Un joven lanchero los acompaña. Todos están en la entrada de un establecimiento para resguardarse del sol y de sus más de 34 grados centígrados que se registraron ayer por la mañana.
“Los fines de semana, esto estaba a reventar”, explica el policía preventivo, mientras señala el punto donde uno de los restaurantes más populares coloca, sobre la arena, mesas, sillas y sombrillas.
Aquí todos los establecimientos están cerrados. El mercado local no da para abrir y recurrir al servicio para llevar como en otros pocos restaurantes que sí lograron reconvertirse. El impacto económico será duradero.
Pero lo que sí han replicado de otros negocios es tomar medidas contra la inseguridad, y como también se tienen que cuidar de la rapiña, los propietarios de estos restaurantes mandaron a tapar las puertas y ventanas con madera.
Los que no pueden hacerlo por estar a la intemperie han tenido que dejar a un par de guardias custodiando el vacío. Y es que hay poco o nada qué cuidar, pero para los negocios quedó aprendida la lección de hace unos años con el paso del huracán Odile, cuando hubo quienes irrumpieron en sus establecimientos y robaron lo que pudieron.
“Lo más que ha pasado aquí es que quieran meterse al mar, pero no se puede”, dijo el policía preventivo que, desde hace más de un mes, ha hecho del cubrebocas parte de su uniforme.
La presencia de los policías ha sido una bendición para el joven lanchero de nombre Simei, y no precisamente por la seguridad: todos los días, desde hace semanas, los uniformados le han regalado algún tipo alimento.
A falta de trabajo, “va al día”, y explica que se ha mantenido en los últimos días lavando yates.
La mayoría de los dueños, estadounidenses, volaron de vuelta a su patria para enfrentar la tormenta del virus cerca de su tierra. Pero sus barcos, sus veletas, yates de lujo, mansiones flotantes, esas se quedaron en la marina vacía.
Pero esto también pasará, dice la frase. Y por estos días, la iniciativa privada de Los Cabos ya tiene un plan de “apertura” para hoteles y restaurantes. Si Estados Unidos abrirá su economía en los próximos días, como dice Donald Trump, ellos también quieren conectarse con la reactivación de cadenas productivas de Norteamérica, de la que son parte a final de cuentas.
Llueve o truene, el 1 de junio quieren estar abiertos para negocios con el lema “Cabo Safe (Cabo Seguro)”. Y el suyo es un atisbo de cómo quizá tomará forma el mundo post-covid, cuando todo volverá a la normalidad, sea lo que eso sea, con la presencia acechante de un virus hasta que haya una vacuna.
“Con esto le queremos decir al turismo que estamos listos para recibirlos, con todas las medidas sanitarias”, explica Giammarco Vela, vicepresidente nacional de Canirac y propietario del restaurante Sunset Mona Lisa en Los Cabos. No abrirán todos los establecimientos, aclara. Lo harán de manera escalonada.
En su establecimiento, por ejemplo, los proveedores tendrán que pasar por un arco sanitizante que los rociará con ozono. En la cocina lámparas ultravioleta “matarán” el virus, especialmente en la parte fría de la galera, donde hay platillos, como ensaladas, que no vienen cocinados.
Los baños y prácticamente todo se va a sanitizar de manera permanente; mientras que meseros y demás personal portarán mascarillas.
“Será un diseño bonito para que se vea menos agresivo para el cliente”, detalló Vela.
Y aunque es casi un hecho que el plan empiece en junio, la iniciativa privada en Los Cabos sabe que no recuperarán las pérdidas pronto.
“El hecho de que nosotros comencemos en junio, no significa que vamos a regresar a los niveles de ocupación que necesitamos para alcanzar nuestro punto de equilibrio.
“Vamos a comenzar pero, ¿cuándo va a venir la recuperación al cien por ciento después de este obstáculo? En realidad pensábamos que nos va a llevar un año recuperarnos”, estimó Mauricio Salicrup, presidente de la Asociación de Hoteles de Los Cabos.
Y es que la iniciativa privada en este destino, el cual representa el segundo lugar en el país con más noches de hotel ocupadas por turistas internacionales, coincide en los nulos apoyos del gobierno federal.
“No tiene que ver absolutamente nada con que nos regalen algo. Simplemente estamos pidiendo plazos para pagar impuestos, pero es decepcionante para toda la iniciativa privada en Los Cabos y para todo el estado“, puntualizo Salicrup.
ledz