El trayecto de Genaro García Luna por el servicio público puede resumirse en una máxima de la política mexicana: “a mí no me den, a mí pónganme donde haya”.
Apenas inició su carrera como espía en el extinto Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), inició su faceta como acumulador de propiedades al grado que, con apenas 32 años, ya era dueño de dos casas y un local comercial.
Una copia de su última declaración patrimonial registra que García Luna compró su primera casa en 1997, es decir, cuando apenas tenía 29 años y trabajaba como agente raso de inteligencia: pagó de contado 450 mil pesos para adquirir un terreno con 160 metros cuadrados de superficie que incluía una construcción de 320 metros cuadrados.
Aquella compra fue un gran salto al frente para García Luna, quien era conocido como un adolescente bravucón con carencias económicas a causa del poco trabajo que llegaba a la maquila de pantaletas que tenían sus padres en la colonia Romero Rubio, alcaldía Venustiano Carranza.
Un año después de esa primera adquisición, también en una sola exhibición, al cumplir 30 el entonces funcionario de medio rango se regaló un local comercial de 100 metros cuadrados de construcción: sacó de la cartera 215 mil pesos, una cantidad que pocos jóvenes de su edad tienen en ahorros.
Y encarrerado en las compras, en el 2000, García Luna —ya de 32 años y trabajando como director general de Planeación y Operación de la nueva Agencia Federal de Investigaciones— volvió a comprar de contado una tercera propiedad: pagó 522 mil pesos por una casona de 450 metros cuadrados de superficie.
El Metralleta y la Harley Davidson
Al mismo tiempo que García Luna iniciaba una carrera como coleccionista de bienes inmuebles, comenzaron los rumores de su mala reputación: en el ambiente policiaco se sabía que El Metralleta —apodado así por su tartamudeo— cobraba “comisiones” a las víctimas de delitos que se acercaban a él para resolver sus casos.
“Si resolvía un secuestro sin necesidad de que la familia pagara rescate, pedía un porcentaje de ese rescate que se ‘ahorró’ la familia. Y si lograba recuperar la carga de un vehículo robado en carretera, pedía también un porcentaje. Esa era su especialidad y su negocio: los secuestros y el robo en carretera, porque de ahí sacaba mucho dinero”, narró a MILENIO un ex agente de la AFI que trabajó en esos años con Genaro García Luna.
Sus gustos también eran ostentosos: exigía que le llamaran “Licenciado” —aunque se graduó como ingeniero mecánico— y acostumbraba usar relojes caros a los que prefería por grandes y vistosos que por finos y elegantes. Lo mismo con las botellas de alcohol y los perfumes: no importaba la marca, sino que el precio fuera exorbitante.
Un año más tarde, en 2001, después de sus primeras tres propiedades, García Luna reportó que adquirió —también de contado, jamás en mensualidades o pagos pequeños— una motocicleta Harley Davidson con un valor de 194 mil pesos.
Esa moto tiene hoy en aprietos al ex secretario de Seguridad Pública federal enjuiciado en Nueva York por presuntos nexos con el crimen organizado: según el ex narcotraficante y testigo protegido de Estados Unidos, Sergio Villarreal, El Grande, en ese mismo año García Luna recibió del capo Arturo Beltrán Leyva una motocicleta Harley Davison como regalo y agradecimiento a su protección para los negocios sucios del Cártel de Sinaloa.
“Está muy bonita”, habría dicho García Luna cuando recibió la motocicleta en alguna de las casas que ya poseía, según el testimonio de El Grande ante el jurado de 12 personas que definirán el futuro del llamado “arquitecto de la guerra contra el narco”.
“Desde muy joven era ambicioso. Se le notaba que todo lo que quería en la vida era tener poder y dinero. El tema de sus casas (…) todo eso se construyó con dinero de la delincuencia, porque ese era el estilo de entonces. La mayoría de la gente de su época así se hizo de ranchos o casas de descanso. García Luna imitó lo que vio que otros hacían, pero él se sirvió con la cuchara grande”, afirma su ex compañero.
La declaración patrimonial del treintañero ex secretario de Estado es un registro de su veloz ambición: un año después de comprar esos tres inmuebles y de la motocicleta de lujo asentó que en su cuenta bancaria aún le quedaban 265 mil pesos de ahorro.
Según el fiscal estadounidense Philip Pilmar, para entonces García Luna ya recibía un doble sueldo: el que le pagaba el Estado mexicano como funcionario en áreas de seguridad y el que le pagaba el Cártel de Sinaloa.
Esa doble vida le permitió acaparar más propiedades, como una mansión valuada en 9 millones de pesos en Jiutepec, Morelos, un estado que durante los años de García Luna como mano derecha del ex presidente Felipe Calderón se volvió el bastión de los hermanos Beltrán Leyva, sus supuestos socios criminales.
Muy lejos quedó esa vida de carencias para Genaro García Luna, a quien sus viejos vecinos de la colonia Romero Rubio aún recuerdan por su apodo en la secundaria pública 70, “El Chango”, por su postura de gorila y sus manazos a estudiantes para quitarles unos pesos de la bolsa y poderse comprar un raquítico almuerzo.
El adolescente que calmaba su hambre robando pesos a trompadas creció hasta convertirse en un espía que apaciguaba su sed de codicia con compras compulsivas de casas con orígenes oscuros.
ledz