Fernando Izaguirre y Antonio Rodríguez son originarios de Honduras, uno de Tegucigalpa y el otro de San Carlos respectivamente, y aunque sus historias son totalmente diferentes, tienen algo en común; ambos decidieron dejarlo todo e ir en busca del sueño prometido en Estados Unidos.
Desde hace varios días llegaron a Gómez Palacio, en donde recorren diferentes calles para pedir dinero, comida o cualquier tipo de ayuda, pues ahora todo les sirve. Aunque señalan que la gente los ha tratado bien, en sus pensamientos no ha nacido la idea de quedarse en La Laguna, sino continuar el camino y cumplir con la meta que se fijaron desde que tomaron la decisión de partir de su lugar de origen.
Al cuestionarlo sobre los principales motivos que los orilla a tomar sus pertenencias más indispensables para emprender un viaje y recorrer kilómetros en donde se encuentran en su mayoría con situaciones adversas para llegar a Estados Unidos, Fernando Izaguirre responde: “La necesidad, la necesidad porque no hay empleo allá, y pues no es bien pagado, cien pesos no le alcanza a uno, y es lo que le obliga a uno a estar aquí”.
Solamente estudió hasta el 6° grado en el sistema educativo de Honduras, a los 14 años empezó a trabajar como ayudante de albañilería así como en el mercado de su ciudad, a lo más que podía aspirar era a percibir entre 50 a 70 pesos diarios, equivalente a la moneda nacional mexicana, con lo cual no le alcanzaba para nada.
A los 15 años el sueño americano le empezó a coquetear, pues sus amigos y conocidos le hablaban sobre la vida en Estados Unidos, la cual no era nada comparada con lo que tenía en ese momento, y era inimaginable, por lo cual empezó a buscar la forma de cómo enfrentarse al viaje.
Fernando Izaguirre actualmente tiene 29 años, en Tegucigalpa vivía con sus padres; Santos y Alicia quienes se dedican a la venta del periódico, y aunque tiene una hija de 9 años, desde antes de que emprendiera el viaje ya no la ve, aunque señala que tanto con sus papás como con ella, trata de comunicarse lo más que pueda.
La autoridad migratoria, los ladrones y secuestradores representan para Izaguirre los peligros más grandes que viven los migrantes que deciden viajar hacia el vecino país del norte, sin embargo señala que prefiere arriesgarse a vivir en su ciudad en la pobreza y sin la oportunidad de crecimiento.
La meta aún está bien arraigada en él, la cual es llegar a Estados Unidos aunque el miedo de nuevamente ser deportado lo acecha, “es lo que da más miedo tirarse y que lo agarren”.
Hay mucha delincuencia: Antonio
Otra de las historias de migrantes, le pertenece a Antonio Rodríguez Hernández, quien partió de San Carlos, Honduras, hace más de un mes, y hace alrededor de una semana que está en Gómez Palacio, viviendo de ayuda y haciendo lo que pueda para reunir dinero y retomar su camino. “Me agarraba a trabajar por ahí, con la gente, como quiera la gente es linda y si nos ayuda".
La necesidad, como su compatriota, fue el principal motivo que lo obligó a decidir emprender el camino hacia Estados Unidos, pero además la tranquilidad de vivir en un país donde el peligro acecha. “Por ejemplo, allá no te puedes dormir en la calle, te cortan el cuello, hay mucha delincuencia, hay mucha gente mala”.
Con su cara larga y ojos verdes algo tímidos, mientras comía en el dispensario de Santa Teresa de Calcuta de Gómez Palacio, en donde al menos consigue una comida gratuita durante la semana, Antonio Rodríguez de 45 años, platica como ha sido para él la experiencia de tomar el tren, el cual tomó junto con otros 50 centroamericanos y llegar a La Laguna.
También dejó en su país a una hija, que ahora ya está jovencita, sin embargo hace mucho tiempo que dejó de verla. “Pues mi meta es para allá… en estos días, a lo mejor mañana, pasado cualquier día”.
Los peligros son muchos, asegura Antonio , como que alguien malo pase y le estrelle una piedra en la cabeza, picaduras de animales peligrosos e inclusive hasta violaciones. “Aunque lo ve gente como si nada pero es un riesgo difícil”.
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Señaló que para el viaje, los principales es prepararse para comer, pues a veces el tren se para y dura como un día estacionado, y en ocasiones no tiene con que alimentarse para tener fuerza, que requerirá cuando llegue a la frontera con Estados Unidos, en donde deberá cruzar el río para estar cerca de cumplir con su sueño.
A diferencia de Izaguirre, Antonio tiene familiares en Estados Unidos, son dos primos con quienes anhela llegar y empezar una nueva vida, en donde la falta de oportunidades para mejorar su economía, no sea el problema.
aarp