Tras el asesinato de Bernardo Bravo, líder limonero, el obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio García, insistió en que no se debe normalizar la violencia en la región y la pérdida de hombres con esa valía.
"Hemos de dejar a un lado todo lo que nos impida despertar, ver nuestra realidad y seguir en la búsqueda de caminos pacíficos para alcanzar esos ideales de paz en la justicia y no nos acostumbremos a esta anormalidad", dijo.
En su mensaje semanal, el responsable de la Diócesis de Apatzingán reconoció que la muerte del presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán (ACVA) "es lo que está sucediendo en estas tierras y ha sucedido a tantos hermanos".
Destacó la valentía, transparencia y pasión por la verdad que caracterizaba a Bravo Manríquez, cuya finalidad era alcanzar el bien de la comunidad.
"Nunca había visto yo esta ciudad de Apatzingán tan triste y sus calles tan solas, sobre todo el día lunes y su noche. La sociedad sabía y sabe qué tipo de persona hemos perdido, valiente, transparente y apasionado por la verdad y la búsqueda del bien de la comunidad", puntualizó.
Recordó que con su partida quedó un compromiso pendiente como fue el gestionar una misa para los limoneros, a fin de que a través de la fe, se pudiera ir construyendo la paz.
"Lo conocí en tantas reuniones, le esperaba porque hace como 22 días me dijo que vendría para ver la posibilidad de una misa en catedral por los limoneros. No alcanzó a venir, pero sí he ofrecido misas por él", aseguró.
Ascencio García, quien precisamente celebra encuentros religiosos en zonas de conflicto de Apatzingán, insistió en que, pese a la muerte del líder citrícola, sus ideales de paz y de justicia no mueren, sino por el contrario, se fortalecen en otras tantas personas.
HCM