Francisco Colón, como casi todos los ganaderos en El Mante, Tamaulipas, ha visto morir a sus animales por la falta de agua, y eleva rezos para que ya empiece a llover.
“Se me han muerto vacas, inclusive han malparido novillones y han quedado muertas en el parto”, narró a MILENIO este ejidatario de Magdaleno Aguilar, donde el calor alcanza durante el día los 45 grados, secando todo a su paso, hasta los animales.
Colón, como le conocen, resume la situación que vive la región ganadera y temporalera del sur de Tamaulipas:
"Nos ha abandonado Dios, los gobiernos, y necesitamos mucha ayuda".
En esta comunidad, los efectos de la falta de lluvias son devastadores, y se ven en cada rancho. Todos los días aparecen restos óseos que -en cuestión de horas- son degustados por zopilotes, coyotes y gusanos. En Magdaleno, cada ganadero posee entre siete y diez vacas, pero en esta temporada todos han perdido por lo menos un animal, la razón: calor, deshidratación y hambre.
“Ahorita pues nos estamos sosteniendo con esto”, dice mientras señala unos bultos de sorgo, que debe ser mezclado con salvadillo y agua para que rinda más, la cual, advierte, es todo lo que le queda: “Va a llegar el momento… ¿con qué?”, cuestiona.
“Se acabaron las reservas de agua, de dinero, y pacas ya no hay, porque todo está seco”.
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La emergencia hídrica se aprecia en bebederos, estanques y canales de riego que han quedado agrietados. Los pequeños riachuelos que quedaron son demasiado bajos como para que tomen agua las vacas. Y esto, por consiguiente, detona un incremento en los insumos para mantener con vida a los pocos animales que les quedan.
“Cada paca cuesta 60 pesos y ahorita con estos animalitos les tengo que dar dos pacas diarias, son seis pacas en tres días. Y ya estamos hablando de 360 pesos. Un bulto de salvadillo vale 160, a lo mejor lo hago rendir tres días”, explica Colón.
Benigno Esparza, también ejidatario de Magdaleno Aguilar, advierte que se trata de la sequía más grande y nunca antes vista en la historia de El Mante.
“Tenemos muchos años aquí, alrededor de 40 años, y no había habido una sequía como ahora. Si vendemos las vacas ahorita están pagando 16 pesos el kilo. Y además están bien flacas”, ironiza.
La lucha diaria de los arrieros por mantener a sus animales vivos es titánica:
“Si le echamos cuentas, no sale para la pastura, menos para el vaquero definitivamente no hay nada que hacer.
“Las vacas toman del agua que tenemos en las casas, pero nomás se recorta el agua de la llave y se acaba Magdaleno… bueno, aquí nos vamos a acabar todos, con un día que no hubo agua ya andábamos llorando”, advierte Benigno.
La sequía se extiende por toda la región, como si de un monstruo de arena se tratara, que acabó con buena parte de la agricultura y que poco a poco carcome a la ganadería, decorando cada rancho con un esqueleto derruido, y a lo lejos, las aves carroñeras advierten que murió otro animal.
Desde la comunidad vecina de Celaya, el llamado de auxilio es el mismo:
"O comemos nosotros o comen las vacas", dice Adolfo Coronado Escobar, también originario de esta localidad.
Aquí, insiste, “se nos han muerto los animales por falta de pasto, ya no tenemos pasto en los potreros, y pues a consecuencia de eso, se nos enferman y se nos mueren”.
“Como quiera se nos ayudaba con el dinerito de gobierno, que algo le daban, pero ahorita no cae ninguna ayuda… a puro cuerno limpio, dijo aquel, a puro fregarle uno solo, pero si así nos tocó, ni modo”.
Y hace un llamado a que las autoridades de los tres niveles de gobierno ayuden a este municipio: “Lo que queremos es ayuda económica para comprarle alimento a las vacas, porque o comemos nosotros, o comen las vacas”.
La inseguridad es otro de los problemas que golpea a los ejidatarios. Coronado relata cómo la falta de luz y vigilancia les impide realizar sus actividades con normalidad. Además, la carencia de medicamentos y servicios adecuados en los hospitales locales agrava la vulnerabilidad de la población. “No podemos salir de noche tranquilos, va uno a El Mante y no sabe a qué hora lo van a parar”, comenta.
La situación se agrava ante el asesinato del alcalde con licencia y candidato Noé Ramos, asesinado el pasado 19 de abril, quien había comenzado un programa para entregarle melaza a los pequeños ganaderos, pero que se vio frustrado ante la veda electoral y su asesinato.
“Había muy buenos proyectos, un proyecto de 200 horas para hacer un estanque grande para el agua de los animales, y un pozo profundo para el agua potable y para el ganado, pero se quedó en nada…”
A pesar de todo, la esperanza sigue viva. Colón, fiel creyente, no le queda más que pedirle a este diario que haga llegar el mensaje a los gobiernos para ayudar a mitigar los problemas de la sequía, mientras le reza a la Virgen de Guadalupe, para “que ojalá nos aviente unas nubitas con agua”.
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