Karen Drijanski y Eduardo Plaschinski, madre e hijo, desarrollaron el concepto no tradicional de cocina como enfoque principal en Niddo y Niddo Café, ubicados a una cuadra de Paseo de la Reforma, en la calle Dresde, en la colonia Juárez
Niddo nace del gusto de ambos por la comida del alma, la que reconforta; Karen y Eduardo encontraron el mejor puente entre ellos: la cocina. Y con la visión de las arquitectas mexicanas Regina Galvanduque y Frida Escobedo, dieron una nueva vida a un vecindario que rápidamente se está convirtiendo en el corazón gastronómico y creativo de esta zona de la ciudad.
¿Qué les llevó a empezar con Niddo?
Eduardo Plaschinski (EP). Uno de mis primeros grandes recuerdos es cómo la comida me unía con mi mamá. Hace unos ocho años nos mudamos a México y comencé la escuela. Un día, mientras mi madre y yo íbamos en el coche por la ciudad buscando nuevas ubicaciones para dar vida a nuestro concepto, paramos a almorzar y nos estacionamos justamente frente a lo que ahora es Niddo. Era una calle tranquila, sin tráfico peatonal ni automóviles, a pesar de estar a solo una cuadra de Reforma.
¿Cómo se desarrollan las recetas?
Karen Drijanski (KD). Las invento basándome en la inspiración de mis viajes, los mercados y los productos frescos. Todos nuestros ingredientes cuentan una historia.
¿Cómo conocieron a sus arquitectas y colaboraron con ellas?
EP. Antes de abrir Niddo, mi madre daba clases de cocina en forma de cenas en un lugar cercano. Ahí conoció a la arquitecta local Regina Galvanduque; hicieron clic. Supimos que ella era la persona adecuada para acompañar nuestra visión de construir un espacio no tradicional.
Frida Escobedo fue la arquitecta responsable del Café, quien era una de nuestras clientas más frecuentes de Niddo. A medida que nos fuimos conociendo, supimos que ella era la persona perfecta para transformar el nuevo espacio.
¿Qué te inspiró a poner la cocina al frente del edificio de Niddo?
KD. He tenido las experiencias más memorables en las cocinas de la gente, así que quería que nuestros clientes tuvieran la misma sensación y pudieran ver cómo se lavan, preparan y pelan las verduras, y cómo luego se transforman en lo que están comiendo. Quería que vivieran la experiencia.
EP. Una de nuestras filosofías fundamentales, desde que empezamos, es involucrar en la acción a las personas que entran a nuestros espacios y no simplemente hacer que se sienten a recibir el producto final. La cocina tenía que ser el centro de este proyecto y, ahora mismo, es lo que atrae a la gente. Desde la calle, la gente ve a los cocineros, las llamas... y la energía se transmite.
Para ambos proyectos eligieron diseñadoras jóvenes que ofrecen nuevas visiones e ideas. ¿Cuáles fueron las diferencias?
EP. Regina es más cosmopolita, más neoyorquina, incorpora color y sus acabados suelen ser materiales lustrosos y brillantes. Se adapta perfectamente a Niddo. Nuestro objetivo era diferenciar los lugares. Al ocupar ambas esquinas de la calle, no queríamos que fuera demasiado similar y sentimos que el cliente debería experimentar dos conceptos diferentes al visitar cada uno. Un espacio utiliza texturas y colores urbanos más cosmopolitas, como madera y materiales rojos brillantes, iluminación colgante y espejos. El otro es más como un México orgánico con lozas de cerámica verde, colores naturales, plantas, y está completamente abierto, la luz entra directamente. Todo en la panadería se muestra casi como si fuera una galería de arte.
¿Qué cambios han visto en la colonia desde que abrió Niddo?
EP. La colonia está empezando a tener más tracción y las cosas se están abriendo. Muchos arquitectos y creativos también tienen sus oficinas cerca.
bgpa