En 2006, el ciclo ganador que Pumas tuvo con Arturo Elías Ayub al mando del Patronato, ya era un mero recuerdo, los cambios directivos empezaban a vislumbrarse para tratar de dar un cambio de rumbo.
Pero justo antes de que se dieran los movimientos directivos se dio un episodio que ha sido difícil de superar en los últimos años: la contratación del peor refuerzo de Universidad en los últimos años.
Ocurrió en febrero de ese año. Pumas fue uno de los tres equipos que disputó la Copa Libertadores; para ello, la directiva reforzó al equipo de Miguel España con Paulo Marcel Pereira, alias Roma, un futbolista brasileño que había tenido recorrido por varios clubes.
El brasileño solo se mantuvo seis juegos de la fase de grupos; sería su rendimiento en esa competencia lo que marcaría un parámetro para ver si continuaba o no en el plantel.
Aquel Pumas lo dirigían desde la directiva el doctor Octavio Rivero Serrano, el ingeniero Gilberto Borja Navarrete y el doctor José Narro Robles. Se estaba en camino a nombrar un Presidente del Patronato.
Tras un rápido proceso de selección, Roma viajó a México para exámenes médicos; aprobó, pero el técnico notó de inmediato las limitaciones del jugador, también sus compañeros. Se creyó que era cuestión de adaptación, le dieron tiempo y nada. Resulta que el fichaje había sido tan al vapor, que solo se le valoró a partir de un video, muy bien editado, en el que el jugador lucía simplemente espectacular, como un crack.
La verdad era que Roma había sido ofrecido en varios países, y en todos fue rechazado, menos en México. Desorientado dentro y fuera de la cancha, Roma fue incluso el destinatario de bromas pesadas por parte de sus compañeros, especialmente luego de enterarse del costo de su fichaje, nada menos que 200 mil dólares por un préstamo: “Ese brasileño no le hace honor a su país, es tan malo, que ni en la Liga del Ajusco podría ser suplente”, se decía por entonces en el vestidor de Pumas.
ZZM