Ramón Ramírez: la llegada de un crack

Salvador Necocheafue personalmente a 'visorear' durante un par de encuentros a aquel chico delque se hablabanmaravillas. Fue unaespecie de ‘amor a primera vista’.

Ramón Ramírez en el primer juego de la final contra Tecos en la Temporada 93-94. (Mexsport)
Carlos Hernández Castrejón
Torreón, Coahuila /

"Inge, acá hay un pinche muchacho, que me va a hacer campeón goleador”, dijo en la línea telefónica Raúl Torales, quien fuera delantero del Santos durante su estancia en la entonces Segunda ‘A’.

En ese momento artillero de los Coras de Tepic, mientras que el conjunto lagunero comenzaba a vivir su segunda temporada en la Primera División.

Cuando adquirió la franquicia de Ángeles de Puebla para hacer posible el regreso del futbol de Primera a La Laguna, Salvador Necochea vendió la franquicia de Primera ‘A’ a empresarios de Querétaro, con la que incluyó a un puñado de jugadores, entre ellos el ‘Choque’ Galindo. 

El resto fueron a diversos equipos, y a varios de ellos el directivo lagunero les ofreció que le ayudaran a ‘scoutear’ jugadores durante los partidos que disputaran con sus respectivos equipos.

Torales se refería a Ramón Ramírez Ceceña, un incipiente jovencito que se movía con gran propiedad y solvencia por el medio campo de los Coras -el equipo representante de su ciudad natal-, manejando magistralmente su pierna izquierda, con la que ponía la pelota donde quisiera, como si la colocara con la mano. 

Necochea fue personalmente a ‘visorear’ durante un par de encuentros a aquel chico del que se hablaban maravillas. 

Fue una especie de ‘amor a primera vista’, le ‘llenó el ojo’, por lo que de inmediato se entrevistó con la directiva nayarita con el interés de comprarles a su jugador. 

El único ‘pero’ de los dirigentes coras era que la temporada estaba en marcha y que estarían dispuestos a soltarlo hasta el final de aquella temporada 1989-90.

Ambas partes respetaron escrupulosamente los términos del contrato de compra-venta de los derechos federativos del jugador, por lo que hasta mediados de 1990 el mediocampista se convirtió en jugador del Santos.

Aquella todavía intensamente calurosamente tarde de domingo del mes de septiembre de 1990 a la entrada al estacionamiento del viejo estadio Corona, el auxiliar técnico de Pumas, Jorge Vantolrá descendió de un taxi. 

Me pareció rostro conocido, fui a saludarle y su primera respuesta a mi saludo fue “¿Tú qué andas haciendo por acá?”. “No, tú que andas haciendo por acá, yo estoy en mi tierra”, le dije. 

El entonces técnico universitario, Miguel Mejía Barón solía enviar a Vantolrá como visor –la jornada previa- de los rivales a los que enfrentarían en la siguiente fecha. 

Santos en CU sería su próximo rival, por lo que viajó a Torreón para ‘estudiar’ a su próximo rival, sus movimientos, sus jugadores, su sistema de juego.

"Mientras cruzábamos el estacionamiento antes de adentrarnos al viejo Corona, Jorge me compartió una anécdota que me pareció interesante: Me contó que Santos le había ganado a Pumas por mediodía, la contratación de Ramón Ramírez".

Personalmente, Jorge Vantolrá había venido siguiendo a Ramón Ramírez y Pumas le tenía ‘echado el ojo’. 

Cuando la directiva de Pumas ordenó que se entablara le negociación con la directiva del Tepic para concretar la compra del jugador, los dirigentes coras le informaron que esa misma mañana habían cerrado el trato con Salvador Necochea, que el jugador ya pertenecía al Santos, pero con la salvedad de que la directiva lagunera había aceptado que el jugador terminara esa temporada con el cuadro nayar, y hasta el final vestiría la casaca albiverde.

Con un dejo de impotencia, Jorge Vantolrá me confesó: “Por unas horas, Santos nos ganó a Ramón”, al que en unos minutos más vería ya enfundado en la playera albiverde del equipo lagunero. “Ni modo”, dijo mientras se despedía.

En el vestidor, los jugadores se disponían a saltar a la cancha a realizar los trabajos de calentamiento. 

Entre ellos Ramón Ramírez, que vivía sus primeras jornadas con el Santos, equipo del que se convirtió muy pronto por la calidad de su juego, en uno de sus primeros y grandes símbolos.



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