A Enrique Kiki Camarena le realizaron tres autopsias. Fue en la última en la que el patólogo forense naval Jerry Douglas Spencer encontró que al agente antidrogas lo habían torturado y finalmente asesinado, con toda probabilidad, al enterrarle un destornillador directo en el cerebro.
“El tipo de objeto, por supuesto no un disparo debido a los otros estudios…. El tipo de objeto que he visto que podría causar esta herida, es un destornillador Phillips. Tendría que ser insertado o empujado a través del cráneo”, dijo durante una declaración jurada en Estados Unidos.
El 6 de marzo de 1985, un campesino encontró dos cuerpos en el rancho de la familia Bravo, en Michoacán. Un día antes, agentes mexicanos y de la Administración para el Control de Drogas (DEA) habían llegado al lugar buscando los cuerpos del agente especial de la agencia antidrogas Enrique Kiki Camarena y el piloto Alfredo Zavala, luego de que una fuente anónima asegurara que ahí estaban los restos.
Ese mismo día, el patólogo Jerry Spencer recibió una llamada donde le solicitaban recomendar a un experto para hacer las autopsias de ambos cuerpos.
Al final, él mismo fue llamado para realizar las intervenciones.
Cuando llegó a Guadalajara los cuerpos ya tenían dos autopsias realizadas por el forense de Zamora, Michoacán, y la del Instituto de Medicina Forense de Guadalajara.
“Ambos cuerpos lucían similar. Ambos cuerpos estaban en un estado de moderado a severa descomposición. Ambos cuerpos tenían un cambio considerable por secado, llamado momificación. Estaban básicamente deteriorados”, detalló Spencer.
La ausencia de insectos o larvas y la presencia de tierra indicaba que ambos cuerpos habían estado enterrados por la mayor parte del tiempo. Y es que los cuerpos habían sido encontrados dentro de una bolsa. Además, llevaban al menos dos semanas muertos.
Un agente de la DEA que participó en la búsqueda de Camarena y estuvo presente en una de las autopsias confirmó a MILENIO el estado en que se encontró el cadáver, así como algunos otros detalles de la tortura a la que se sometió al investigador.
“Los cuerpos ya estaban todos… ya había pasado tiempo y estaban descompuestos, envueltos en un tipo de cortina. Comenzó a decirme el patólogo que Camarena tenía las costillas quebradas, tenía el recto abierto, algo le habían metido. Había tierra en el esófago, como si estuvieran vivos (cuando los enterraron). También me acuerdo había un agujero en el cráneo, nada más había entrada y no había salida.”
De acuerdo con el agente, el piloto Zavala sí tenía algunos huesos rotos, pero no los signos de tortura que tenía Camarena. Además, asegura que se estima que ambos fueron retenidos por cerca de 36 horas antes de ser asesinados.
Debido al estado de momificación no fue posible identificar moretones o heridas superficiales, pero sí cuatro fracturas en el lado izquierdo de las costillas y otras cuatro del lado derecho.
Además, “había múltiples fracturas o huesos rotos en la región del rostro y cráneo.”
Una fractura corría desde la mejilla izquierda hasta la cuenca del ojo, a la frente y finalmente a la punta del cráneo. Había otra idéntica del otro lado del cráneo, y dos fracturas más en los dos lados de la punta de la cabeza.
Pero lo más destacado: había un defecto ovalado en la región izquierda de la punta de la cabeza, que pensaron que era un disparo, pero no tenía orificio de salida, y nunca se encontró una bala. Se determinó que el objeto había entrado y salido en forma similar.
“De hecho, fue una herida causada por un objeto, un objeto contundente, que atravesó el cráneo y después fue sacado”.
La autopsia del patólogo fue la más detallada y precisa con respecto a las causas de muerte del agente especial de la DEA, quien, de acuerdo con la narrativa de las autoridades estadunidenses, fue objeto de un secuestro, tortura y asesinato por parte del Cártel de Guadalajara, tras un operativo en Chihuahua en el que se destruyeron unas dos mil 500 toneladas de mariguana de Rafael Caro Quintero.
MO