Con pactos de mínimos y con dos días de retraso, concluyó la Cumbre del Clima de Madrid (COP25) luego de que finalmente se firmó un acuerdo que recoge los tres temas para los que Chile pidió ayuda de facilitación a España, que incluyen la ambición climática, los mecanismos de pérdidas y daños y la financiación.
El acuerdo, titulado Chile-Madrid, Tiempo para la Acción, supone un entendimiento para aumentar la ambición climática en 2020 y cumplir el Acuerdo de París que compromete a los países a evitar que la temperatura media del planeta suba este siglo por encima de 1.5 grados.
Durante el plenario, la discusión que estuvo a punto de echar por tierra el acuerdo por la oposición de Brasil a incluir dos artículos sobre el papel de los océanos y tierra. Tras un intenso debate y ante la petición de todo el foro, finalmente fue aprobado porque Brasil tuvo en “consideración” a Tuvalu e Indonesia.
La COP25 es la cumbre que más se ha alargado en los 25 años de historia de este tipo de encuentros.
Según el acuerdo, el conocimiento científico será “el eje principal” que debe orientar las decisiones climáticas de los países para aumentar su ambición, que debe actualizarse permanentemente de acuerdo a los avances de la ciencia.
El acuerdo reconoce además la acción climática de los actores no gubernamentales, a quienes invita a que la incrementen y generalicen estrategias compatibles con el clima.
Uno de los aspectos que ha podido alargar una cita como esta es la debilidad de la presidencia chilena, según fuentes de los observadores de la negociación, que creen que la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt vino debilitada por la situación interna de su país y tampoco ha hecho los deberes previos.
Las ONG fueron especialmente críticas con la COP25 y en concreto con el trabajo de la presidencia chilena.
AE