El calentamiento global ya tiene consecuencias “terminales”, irreversibles. Una de las más importantes es que, antes de diez años, el Océano Ártico quedará totalmente descubierto de hielo durante el verano y que esto acelerará el cambio climático, pues en lugar de que una enorme superficie blanca refleje los rayos solares hacia el espacio, el oscuro fondo marino absorberá el calor.
Presentado este lunes en el balneario de Sharm el Sheikh, al iniciar la Conferencia del Cambio Climático (COP 27) de las Naciones Unidas, el informe “Estado de la Criosfera 2022. Pérdidas crecientes, impacto global” actualiza el conocimiento científico sobre las regiones heladas que incluyen capas de hielo, glaciares, permafrost, hielos marinos y océanos polares, que están sufriendo un proceso de acidificación más veloz que las aguas más cálidas.
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Sus conclusiones son alarmantes: incluso si la humanidad cortara de tajo sus emisiones de gases de efecto invernadero, las capas de hielo polar seguirían derritiéndose por cientos de años, con una elevación del nivel del mar de tres metros que afectaría las ciudades y zonas pobladas de las costas del planeta.
Impedir mayores daños
Buena parte de la opinión pública se ha concientizado de una mínima parte de este problema, la de los osos blancos que están perdiendo su hábitat, como muestran documentales de medio ambiente. Pero la destrucción alcanza enormes ecosistemas que van desde ballenas y focas hasta organismos microscópicos como las algas y el krill, de los que se alimentan los organismos más grandes.
Durante el año pasado, los investigadores presenciaron con azoro las primeras lluvias registradas en la historia en las cimas de la cubierta de hielo de Groenlandia, así como intensas olas de calor en ambos polos que, en la Antártida en marzo, también provocaron precipitaciones pluviales, en lugar de nevadas, con temperaturas 40º centígrados por encima de lo normal. El hielo glaciar de los Alpes se redujo en un 5 por ciento en un solo año, al igual que se pierden los de los Andes y los Himalayas, afectando las fuentes de agua de decenas de millones de personas y aumentando el riesgo de inundaciones. Y por primera vez, un centro de monitoreo del permafrost documentó el incremento en la liberación de gas metano a la atmósfera, que se produce cuando se derrite.
“El costo para lugares como Florida, Bangladesh y el Delta del río Nilo es simplemente enorme, va a significar una presión inmensa”, dijo en la presentación Julie Brigham-Grette, coautora del informe y científica de la Universidad de Massachusetts Amherst. El Ártico, continuó, se dirige a una situación que no se ha dado en tres millones de años. “No nos podemos permitir llegar a ese punto. Pero lo que me preocupa es que no vamos a responder a esta emergencia hasta que la tengamos encima”.
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Por los hielos del Océano Ártico “ya no hay nada qué hacer, hemos metido la pata y permitimos que el sistema se calentara demasiado”, añadió Brigham-Grette. “El punto de no retorno ha pasado así que lo siguiente que tenemos que evitar es que colapse la meseta helada de la Antártida y un mayor rompimiento de los sistemas de hielo en Groenlandia. Una vez que desaparezcan, ya no podremos volver a meter al genio en la botella”.
Hechos, no simulaciones
Las potencias están ocupadas en la invasión rusa a Ucrania y los problemas energéticos que el conflicto agudiza. Los diplomáticos del mundo debaten medidas que además de ser insuficientes, tienden a no ser cumplidas, como denuncian en la COP27 expertos que han singularizado a gobiernos como el de México por simulación al establecer sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (o CND, los compromisos que se fija cada país).
De los escenarios de reducción de las emisiones de gases que los científicos les han planteado a los gobernantes, sólo los dos más bajos, los más radicales, “tienen alguna posibilidad de prevenir eventos catastróficos que no pueden ser revertidos en algo menos que siglos, tal vez decenas de miles de años”, sostuvo Brigham-Grette. “Una decisión que exceda esos límites es de hecho una decisión de hacer que ocurran”.
“Al hielo que se derrite en nuestro planeta le dan igual los compromisos climáticos y los CND”, sostuvo Pam Pearson, directora de la Iniciativa Internacional del Clima de la Criosfera. “Sólo responde al nivel de CO2 y de calentamiento de la atmósfera, que no muestran signos de entrar en pausa. Hasta que el incremento de CO2 se reduzca, se detenga o empiece a bajar, el hielo seguirá respondiendo como siempre lo ha hecho”.
HCM