"Es como ser indocumentado en tu país": la vida de mexicanos después de la deportación

Ana Laura López fundó el colectivo Deportados Unidos en la Lucha para apoyar a migrantes deportados por Estados Unidos. Esta red de apoyo los recibe en el aeropuerto, ayuda con trámites y genera fuentes de empleo.

Integrantes del colectivo Deportados Unidos en la Lucha con su fundadora Ana Laura López (centro). Foto: Cortesía
Elisa Villa Román
Ciudad de México /

Ana Laura López no esperaba convertirse en indocumentada en su propio país. Vivió 16 años en Estados Unidos tras una vida marcada por las carencias en su natal Jalisco. Hace cuatro años fue deportada por no contar con papeles de residencia legal. Una vez en México, le dijeron que sus documentos de identificación no eran válidos para conseguir un empleo.

La vida de los mexicanos deportados se podría reducir en un viaje interminable entre el papeleo y la discriminación. Todavía existe la creencia de que son deportados por cometer crímenes

Ana Laura no tenía récords criminales en Estados UnidosLlevaba años trabajando en Chicago, Illinois, con un expediente limpio de infracciones. Incluso había fungido como asesora de derechos laborales en la "Occupational Safety and Health Administration" (OSHA).

Mexicanos deportados de EU suelen tener dificultades para encontrar empleo.

Pero cuando intentó regularizar su situación migratoria, agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), la detuvieron y le impusieron una penalización de 20 años sin poder entrar al país. “Parte de mi vida sigue allá: mis dos hijos, mi casa, mi trabajo y mis amistades. Gran parte de lo que fui construyendo en mi vida sigue en Estados Unidos”, dice.

Chicago es conocida como una Ciudad Santuario. Este estatus inició en 1982 cuando 20 iglesias se convirtieron en refugios para migrantes salvadoreños y guatemaltecos que huían de la violencia en sus países. Chicago les abrió las puertas para obtener empleo sin importar su nacionalidad o ciudadanía, siempre y cuando respetaran las leyes locales. En 2012, la ciudad de los rascacielos firmó la ordenanza “Welcoming City”.

“Esta ordenanza de Welcoming City convertirá a Chicago en líder nacional en dar la bienvenida a aquellos que cumplen con las reglas, contribuyen a nuestra economía y ayudan a hacer de Chicago la ciudad increíble que imaginaron sus primeros colonos inmigrantes”, dice el documento.

Migrantes: no están solos

Ana Laura llegó a la Ciudad de México en septiembre de 2016 en calidad de persona deportada. Las autoridades migratorias le negaron la posibilidad de tramitar una visa de turista y deberá esperar hasta 2036 para reingresar a Estados Unidos.

Ana Laura explica que alguien en su situación atraviesa distintas dificultades. Primero, para reinsertarse a la vida laboral por falta de documentos de identidad. También para rentar una casa o acceder a programas de apoyo por parte del gobierno. 

“Es como ser indocumentado en dos países. Mi matrícula [consular] no me la aceptaron en México y el pasaporte a veces no me lo aceptaban porque lo tramité en Estados Unidos y decían que era falso, que tenía que ser de aquí”, dice.

Una de las playeras diseñadas por el colectivo, bajo la marca "Deportados Brand".

En diciembre de 2016, a unas semanas de su deportación, Ana Laura asistió a un evento en el museo Franz Mayer de la Ciudad de México donde conoció a más migrantes en retorno. Ahí notó que sus problemas eran parte de algo más grande.

“Empezamos a platicar y nos dimos cuenta que teníamos problemas en común, como la dificultad para encontrar trabajo. Dije: ‘No estoy sola, somos muchos’”. De acuerdo con datos del Departamento de Seguridad Nacional, ese año 331 mil 717 personas fueron deportadas de Estados Unidos.

Carteles en contra de las deportaciones colocados en la sede del colectivo.

Ana Laura hace una pausa y reflexiona: “¿Qué pasa después de la deportación? A veces ni nos pasa por la mente qué sucede con las personas deportadas. Todo eso me hizo pensar y decidí hacer algo”. En enero de 2017, el pequeño grupo hizo su primera acción pública con una protesta pro-migrantes en el Monumento a la Independencia (también conocido como “El Ángel”).

El grupo continuó reuniéndose afuera del museo Franz Mayer. Así nació el colectivo Deportados Unidos en la Lucha, un grupo que acoge a las personas deportadas para que su entrada a México sea menos traumática, con acciones como recibirlos en el aeropuerto, apoyarlos con trámites y generar sus propios ingresos con la venta de playeras.

Ana Laura aclara que no son una organización civil y seguirán trabajando como colectivo. “Construimos redes de apoyo a partir de las necesidades de las personas que van llegando, tratamos de ayudar en lo que se pueda”, dice.

En Estados Unidos, la cantidad de personas deportadas ha aumentado significativamente con cada mandato presidencial. Las deportaciones se dispararon a partir de 1997 con el presidente William “Bill” Clinton. Desde entonces el número continúa creciendo.

Seguridad Nacional tiene dos clasificaciones para contabilizar a las personas removidas de Estados Unidos. Las “deportaciones” o removals y las “devoluciones” o returns. Las deportaciones son el movimiento obligatorio y confirmado de un extranjero inadmisible en Estados Unidos basado en una orden de deportación.

Un extranjero que es expulsado tiene consecuencias administrativas o penales sobre el reingreso posterior debido a esta expulsión. Por otro lado, las devoluciones son el movimiento confirmado de un extranjero que no se basa en una orden de expulsión.

“Con mis hijos tengo un grupo de WhatsApp, pero no es lo mismo”

Deportados Unidos en la Lucha realiza brigadas de sensibilización dirigidas a todo público para que comprendan el problema de las migraciones en el mundo. Una de las actividades consiste en escribir en un papel el nombre de un familiar, amigo o conocido que viva en Estados Unidos y pegarlo sobre un mapa.

Con los talleres y pláticas se busca que las personas reflexionen sobre la deportación.

A cuatro años de su fundación, Ana Laura recuerda que en sus primeros días hubo quien insultó por haber dejado México. “Algunos mexicanos nos atacaron. Nos decían ‘es que quieren vivir del gobierno’, o que somos apátridas. Hay mucha desinformación”, comenta.

El colectivo comenzó vendiendo dulces y repartiendo volantes en la Ciudad de México. En su primera sede en la colonia Santa María la Ribera recibieron a personas indocumentadas que no tenían dónde vivir.

Ahora trabajan en Ciudad Neza, donde manejan un taller de serigrafía llamado “Deportados Brand”. Con la venta de playeras, cubrebocas, bolsas de tela y tazas, el grupo financia sus gastos y se reintegran a la economía.

Gustavo Lavariega, diseñador y miembro del colectivo, muestra su tatuaje deDeportados Brand, la marca de "Deportados Unidos en la Lucha".

Gustavo Lavariega es uno de los diseñadores de “Deportados Brand”. Él fue deportado a México y sus hijas se quedaron en Estados Unidos. “Te pierdes los XV años, las graduaciones, el verlas crecer”, dice mientras muestra la fotografía de sus hijas pegada sobre una pared roja.

Gustavo comenta que los vecinos de Ciudad Neza los han recibido bien y conocen su negocio. Los cubrebocas y las playeras con estampados son unos de los productos más adquiridos por los connacionales en Estados Unidos.

Mientras tanto, Ana Laura recuerda con cariño a sus hijos. “Pues yo quisiera hablar más con ellos, pero a veces es difícil con la escuela. Por lo menos tenemos grupo en WhatsApp y estamos los tres conectados. La tecnología te ayuda, pero pues no es lo mismo”, concluye.


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