Ante los históricos números de migrantes cruzando la frontera entre México y Estados Unidos, el gobierno del presidente Joe Biden anunció la Operación Centinela que busca desmantelar a las organizaciones delictivas trasnacionales que introducen clandestinamente a los migrantes. A casi 100 días del inicio de su mandato, así planea Biden frenar la inmigración irregular.
La Operación Centinela mapeará las redes de estas organizaciones, conocidas como polleros, que operan en los principales cruces fronterizos como Tijuana, Ciudad Juárez y Reynosa.
En el condado de Hidalgo, Texas que colinda con la ciudad tamaulipeca de Reynosa el jefe de la policía, Romeo Rodríguez ya comenzó a reforzar las operaciones de la patrulla fronteriza. Están laborando dobles turnos para acompañar las estrategias de detención de los migrantes.
"Está crítica la situación para todos, no nada más aquí en la ciudad de nosotros. La gente no para, el flujo sigue y sigue y sigue", dice el jefe Rodriguez.
El jefe de la policía del condado, ha detectado un cambio de actividad delincuencial en la frontera. “El trasiego de drogas ha ido poco a poco disminuyendo porque ya no es en cuestión financiera, ya no es productivo para ellos porque es más riesgo que pasar un grupo de cien gentes en una noche”.
Los traficantes enfrentan penas más altas por cruzar la droga que por el tráfico de personas. El fructífero negocio implicó que tan solo en marzo, la border patrol detuviera a un histórico de 172 mil migrantes irregulares. Los polleros tienen en sus manos una actividad ilícita que ronda los 69 millones de pesos anuales, de acuerdo con cifras de la cancillería mexicana.
Los agentes de la Border Patrol están cubriendo dobles turnos ante la cantidad de migrantes, principalmente centroamericanos que ingresan ilegalmente por la frontera con méxico.
“Los de la patrulla fronteriza están batallando, traen mucho personal, pero también están dobleteando turnos, entonces llega un punto en el que se cansan, hasta se enferman, no vienen a trabajar”, relata el responsable de la seguridad en el condado.
Acompañamos al jefe Rodríguez a uno de los patrullajes nocturnos que la policía local está realizando. Se mueven haciendo rondines entre el río Bravo y el muro fronterizo que trata inútilmente de ser un dique para el flujo migratorio, avanzan lentamente en la camioneta a la vez que alumbran con sus lámparas los parajes en busca de los inmigrantes. En el camino puede verse ropa de niños o puntos en donde el alambre de púas ha sido manipulado.
Después los elementos de la policía apagan sus luces y se estacionan junto a la parte más baja del muro fronterizo.
—Verás que no tarda mucho y veremos brincar a los primeros migrantes. Eso ocurre todas las noches, dice mientras en el radio de la patrulla suena música de banda.
Media hora más tarde, detrás del muro comenzó a verse movimiento de un grupo de alrededor de diez personas, casi todos mujeres y niños.
—Ya llegó gente. ¿Ya los ves?, ya se van a entregar, narraba el jefe Rodriguez a la vez que una patrulla de la Border Patrol se acercó a detener a los migrantes.
El jefe Rodriguez lleva en la camioneta agua para ofrecer a las personas, entre ellos un niño de alrededor de 5 años que se abraza fuerte a su papá.
“El niño viene bien feliz ahorita porque ya le platican ya llegamos, pero lo triste es que ya que los tengan en custodia los van a separar. Los niños no pueden estar con los adultos y es ahí donde empieza la lloradera, la tristeza y la trauma, un trauma muy grande para los niños”, concluye el oficial.
ledz