“No es necesario que la población sana use mascarillas”. Era la consigna que repetía Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias, desde que en enero cobrase protagonismo el coronavirus de Wuhan y fueran necesarias las sucesivas ruedas de prensa para informar de la progresión de la epidemia que no iba a contar con una “explosión de casos”.
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El 26 de febrero, cuando el virus se estaba propagando ya por España de forma importante, según ha reconocido el Ministerio de Sanidad, Simón afirmaba que no tenía “ningún sentido que la población ande preocupada por si tiene o no tiene mascarillas en casa”.
Pero ayer todo cambió, como hace tres semanas cuando se confinó a la población española para poner barreras al virus que se ha cobrado más de 10 mil vidas es españoles. Simón reconoció que las mascarillas sí van a tener un papel protagonista en las próximas semanas, sobre todo cuando llegue la fase de “desescalado” que pondría fin al confinamiento. El director del Centro de Alertas apuntó que “debemos tomar nota de las costumbres de países como Japón ante la prevención en la transmisión de virus, como la gripe. No sólo por el uso de las mascarillas, sino por las acciones que llevan a cabo. Cierto es que resulta un choque importante con nuestra cultura”. Junto a él, Salvador Illa reconoció que el Gobierno baraja la posibilidad de recomendar a la población el uso de mascarillas para salir a la calle, aunque todavía no puede confirmar si se va a adoptar esta medida.
Ahora sí. Las mascarillas que creaban “falsa sensación de seguridad” van a ser necesarias para la población sana. Es decir, pasamos de lo que decía Simón en enero y febrero, cuando llegó a apuntar que no entendía la fiebre por las mascarillas y que su uso en China se debía a un concepto cultural, a que Sanidad reconozca ahora que debemos adoptar este concepto cultural en un momento en el que es casi imposible para los ciudadanos adquirir estos productos, tanto en las farmacias como en la compra por internet.
Juan Martínez, experto en Salud Pública, asegura que “las mascarillas siempre han sido útiles. Otra cosa es que antes no se recomendara para que no se hiciera acopio o por evitar la alarma”. “Lo cierto es que se mandó un mensaje ambiguo”, admite.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) tampoco ha sabido mandar un mensaje claro hasta hace poco. Su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, manifestó esta semana que “la OMS recomienda el uso de mascarillas médicas para las personas que están enfermas y quienes las cuidan”. Sin embargo, el portavoz de la OMS, Tarik Jasarevic, subrayó al tiempo que “el uso de mascarillas en sí no garantiza la protección si no se combina con otras medidas. El problema es que la gente que las utiliza puede tener un falso sentimiento de seguridad y olvidar otros gestos esenciales como lavarse las manos”. Y ese quizás es el principal obstáculo: la falsa seguridad de su uso.
En este sentido, Martínez insiste en que “junto a la mascarilla hay que seguir con los hábitos de higiene de manos y distanciamiento”. Llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿qué mascarilla habrá que usar? Por un lado, el experto en Salud Pública señala que “podemos recuperar las FFP1, de las que poco se ha hablado estos días”.
Contar con el aval científico en estos casos resulta imprescindible. Un estudio de ayer de la revista Nature afirma que el uso de las mascarillas quirúrgicas, las tradicionales, sirven para protegerse frente a la transmisión del virus. Carlos Jiménez, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), valora que “esta investigación ha subrayado el empleo de este tipo de mascarillas entre pacientes que contaban con los virus y lo único que dicen los investigadores que no han probado es si las partículas estudiadas tienen la suficiente potencia viral como para contagiar la infección”.