Durante décadas, Italia ha trabajado para recuperar estatuas de la era romana, vasijas etruscas y otros tesoros saqueados de su territorio y vendidos a museos de todo el mundo. Ahora el país está haciendo frente al hecho de que en sus museos también tiene obras saqueadas de otras naciones: las reliquias de un cruel imperio colonial en el norte de África que no ha acabado de ver de frente.
Durante más de un año, un equipo formado por directores de museos, investigadores universitarios y eruditos ha estado realizando un “censo” de las colecciones en los 498 museos del Estado italiano con el fin de tener la certeza de lo que contienen exactamente. El objetivo es proporcionarle a las autoridades gubernamentales datos preliminares de las armas, artefactos y objetos rituales que los museos italianos podrían contener, con el fin de responder a las solicitudes de restitución que sólo se han incrementado en torno a una evaluación generalizada de los legados de los imperios coloniales europeos y los movimientos por la justicia racial relacionados.
El sondeo se lleva a cabo en un momento en que los museos y los gobiernos en Europa y las Américas han atravesado un cambio radical al devolver artefactos culturales a sus países y comunidades de origen. Esos museos razonan que ya no pueden seguir quedándose con los objetos con una conciencia tranquila si es que fueron adquiridos por medio de violencia histórica, ocupación colonial, saqueo o guerra.
Incluso el Vaticano se ha subido al vagón de la restitución, devolviéndole recientemente a Grecia los tres fragmentos de los mármoles del Partenón que había tenido en su poder durante dos siglos. “Para los principiantes, existe el séptimo mandamiento: si robas algo, debes devolverlo”, explicó el papa Francisco.
La auditoría italiana, iniciada bajo el gobierno previo, continúa en el de la primera ministra Giorgia Meloni, cuyo partido Hermanos de Italia tiene sus raíces en el partido neofascista sucesor del dictador Benito Mussolini. El régimen fascista de Mussolini está relacionado más de cerca con las colonias de Italia en el norte de África, que abarcaban Eritrea, Etiopía, Libia y Somalia, al igual que un protectorado en Albania. El imperio comenzó a fines del siglo XIX y Mussolini intentó ampliarlo, sólo para verse obligado a renunciar a él tras la Segunda Guerra Mundial. La última administración italiana en Somalia finalizó en 1960.
“A pesar de que tuvimos una historia colonial más efímera que Gran Bretaña, Alemania, Francia o Bélgica, obviamente no podemos subestimar el problema”, dijo Massimo Osanna, funcionario del Ministerio de Cultura a cargo de los museos, en una conferencia reciente sobre la restitución. “Debemos repensar las colecciones, repensar las instituciones y repensar la transparencia de la narrativa, al igual que las restituciones caso por caso”.
Osanna le ha encargado la auditoría a un grupo de directores de museos y académicos, encabezado por Christian Greco, director del Museo Egipcio en Turín. La comisión ha reclutado a una docena de estudiantes de posgrado que están ayudando a los curadores a examinar sus almacenes y archivos para comprender qué hay allí.
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En una entrevista, Greco reconoció que la cuestión de la restitución y el pasado colonial de Italia siguen siendo temas delicados. Dijo que había previsto que enfrentaría resistencia cuando su equipo distribuyó un cuestionario en el que le preguntaba a los museos si tenían objetos que pudieran haber sido adquiridos de formas que en la actualidad serían consideradas poco éticas.
“Yo esperaba que la gente estaría temerosa, pero de hecho está ocurriendo lo contrario, la gente está muy emocionada de que esté ocuriendo esto”, declaró, y señaló que 30 museos con colecciones sustanciales ya habían respondido. El objetivo es producir un informe para el Ministerio de Cultura para mediados del año, y luego organizar un simposio internacional en el segundo semestre con el fin de hablar sobre los hallazgos.
“Los objetos no sólo necesariamente nos dicen cosas acerca del pasado, dicen mucho acerca de nosotros”, manifestó Greco. “Cuando veo objetos del Egipto antiguo, ¿me dicen algo acerca de las civilizaciones egipcias antiguas, o me dicen mucho más acerca del eurocentrismo?”
Parece adecuado que el experimento de Italia en hacer frente a su pasado colonial, incluida la reciente conferencia de restitución, tenga su sede en el Museo de las Civilizaciones, ubicado en una de las enormes manzanas de travertino con arquitectura fascista en el vecindario utópico de la Exposición Universal de Roma, creado por Mussolini en el sur de la capital italiana.
El museo en sí es una especie de maravilla, renombrado en 2016 como un compendio de 2 millones de objetos de media docena de colecciones viejas: el Museo Colonial, el Museo de Arte Oriental, el Museo de Arte Medieval, el Museo Prehistórico y Etnográfico, y el Museo de las Artes Populares Tradicionales.
La más problemática entre ellas es la colección de 12 mil piezas del Museo Colonial, que Mussolini mismo inauguró en 1923. Formada en un principio a partir de objetos saqueados en la guerra que fueron enviados al país por oficiales militares italianos en el norte de África, el museo no estaba enfocado en enseñarle a los italianos acerca de las culturas africanas, sino más bien en mostrarles la grandeza de las conquistas militares de Italia en el extranjero, y cómo estaban ayudando a proporcionar materias primas a la industria italiana.
“Era propaganda, un museo meramente de propaganda que tenía el propósito de crearle una conciencia colonial al visitante”, dijo la curadora Rosa Anna Di Lella.
Los almacenes del museo rebosan de bustos imponentes de héroes militares italianos con bigote; especímenes de algodón libio, semillas de girasol de Eritrea, frijoles somalíes y máscaras faciales de yeso hechas sobre individuos vivos, reliquias de los estudios antropológicos de las tipologías raciales que en la actualidad son tan controversiales que no se exhiben.
Es aquí que el director del Museo de las Civilizaciones, Andrea Viliani, se está embarcando en un replanteamiento radical del museo, sus colecciones problemáticas y la narrativa del pasado colonial italiano, iniciativa que comienza con una exhibición preliminar a partir de junio.
Junto a una sección sobre la restitución, la exposición incluye dos murales gigantescos que los soldados italianos se robaron del Parlamento etíope. También cuenta con una pintura de la Batalla de Adwa, el enfrentamiento decisivo en 1896 en la primera Guerra Ítalo-Etíope que detuvo temporalmente el avance del Reino de Italia en el norte de África.
La mayor parte de las versiones de la batalla hechas en Italia retratan a los “mártires” italianos que perdieron. El trabajo en exhibición fue pintado por un artista etíope y celebra la victoria de Etiopía en lo que llegó a representar la independencia panafricana en una época en que los imperios europeos se estaban repartiendo el continente.
Villiani dijo que ha llegado el momento de que museos etnográficos como el suyo narren historias de una forma distinta, dándole voz a pueblos cuyas historias no han sido contadas. Italia, señaló, está un poco detrás de otros países europeos, pero tiene un papel único por desempeñar, dado que ha sido tanto autor como víctima del saqueo.
“Estamos al principio, un principio que sigue estando hecho precisamente... de tantear el terreno y hallar el lenguaje”, declaró. “Es un recorrido que necesitará más capítulos, y no podemos saber cómo terminará”.
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Para Italia, la cuestión de la restitución no es totalmente desconocida: ha encabezado marcos jurídicos para recuperar miles de antigüedades robadas de su territorio en décadas recientes por “tombaroli” —ladrones de tumbas— sin escrúpulos. Ha recuperado tanto material saqueado que recientemente inauguró el Museo de Arte Recuperado, donde los artículos devueltos pasaron cierto tiempo en Roma antes de ser enviados de vuelta a las regiones de donde fueron robados.
Y a lo largo de los años Italia ha devuelto abundantes obras robadas durante la época del Holocausto y otros artefactos, de los cuales cuatro fueron presentados en Egipto recientemente. También ha emprendido dos restituciones destacadas de su pasado colonial: en 2005, Italia le devolvió a Etiopía el enorme Obelisco de Aksum, de 160 toneladas, que Mussolini ordenó fuese enviado a Roma en 1937 después de que sus fuerzas se apoderaron del país africano. Y en 2008, el entonces premier italiano Silvio Berlusconi le entregó al gobernante libio Moamar Gadafi la Venus de Cirene, una antigua estatua romana que soldados italianos se habían llevado en 1913.
Presuntamente la estatua desapareció en el caos en que se sumió Libia tras la caída de Gadafi en 2011, dándole argumentos a los críticos de la restitución, que sostienen que es mejor para la humanidad cuando sus artefactos están a salvo en museos europeos, visibles para millones de personas, incluso si están privados de su contexto cultural.
Dan Hicks, el arqueólogo de Oxford que ha encabezado el movimiento de restitución de los Bronces de Benín y otros artefactos culturales, dice que el argumento de "retener y explicar" es una patraña y que Italia está haciendo lo correcto al hacer lo mismo que otros museos europeos en devolver lo que se ha saqueado.
Hicks, que habló junto a Osanna en la conferencia de restitución, ha alegado que los museos antropológicos de la actualidad deben convertirse en los espacios públicos para someter a debate las colecciones que sean problemáticas, al tiempo que permiten las restituciones caso por caso. Dice que las audiencias culturales hoy en día ya no toleran las colecciones de museos que provengan de fuentes poco éticas.
“No queremos caminar por los museos teniendo que pensar constantemente: 'Está bien, esto es interesante, ¿pero hay alguien en alguna parte pidiendo que le sea devuelto'?”, preguntó.
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