De la pobreza del nordeste al metalúrgico que sedujo al mundo como presidente de un Brasil imparable. Ahora, encarcelado y con su candidatura para las elecciones de octubre impugnada, Lula da Silva es el político más popular e impopular de Brasil.
El Partido de los Trabajadores (PT) lo había inscrito en agosto como su candidato, tratando de capitalizar su favoritismo en las encuestas donde consigue un 39 por ciento de intenciones de voto, veinte puntos por delante de su más inmediato seguidor, por no hablar de que en una segunda vuelta derrotaría a cualquier adversario.
Un apoyo que solo es apenas superior a su índice de rechazo, que llega al 34 por ciento, el segundo después del ultraderechista Jair Bolsonaro.
El respaldo a Lula no para desde que empezó a cumplir en abril una condena de más de 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero.
Los tribunales de la Operación "Lava jato" lo culparon de recibir un apartamento de lujo de una constructora involucrada en el escándalo de sobornos en Petrobras.
Por otro lado, la "Ley de Ficha Limpia", la cual declara inelegibles a personas condenadas en segunda instancia fue promulgada por el propio Lula, en el último año de su mandato.
La etapa menos gloriosa
"Yo no robé. Quiero pelear con el Ministerio Público. Quiero defender mi honra. No voy a permitir que una banda de jóvenes me llame ladrón", declaró Lula antes de entrar en prisión, al referirse a los fiscales y jueces de Lava Jato.
Lula, quien gobernó Brasil de 2003 a 2010, se considera víctima de un "pacto diabólico" de las élites para impedir que regrese a la presidencia.
En julio de 2017, el juez de primera instancia Sergio Moro lo condenó a casi diez años de cárcel. La pena fue aumentada en enero pasado a 12 años y un mes por una corte de apelación.
Con otros cinco procesos abiertos, los escándalos y la crisis han oxidado de todos modos aquel histórico 87 por ciento de popularidad con el que dejó la presidencia en 2010.
Estrella de rock
De niño, Lula conoció lo más dramático de la pobreza del árido nordeste. Fue el séptimo hijo de un matrimonio analfabeto, su padre los abandonó antes de que la familia emigrara a la industrial Sao Paulo como millones de coterráneos.
Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años inició su formación de tornero, perdió un meñique en una máquina y al final de la década de 1970 lideró una histórica huelga que desafió a la dictadura militar.
Brasilia, sin embargo, se hizo esperar y fue derrotado en tres ocasiones como candidato presidencial del PT, que cofundó en 1980. Da Silva alcanzó finalmente la presidencia en 2003.
Durante su gestión, empujada por el viento a favor de la economía mundial, 30 millones de brasileños salieron de la pobreza.
Y coronó su doble mandato consiguiendo la sede del Mundial de Futbol de 2014 y los Juegos de Rio 2016.
Poder sin límites
Muchos ven en aquellos años de gloria la raíz de los problemas que le han llevado a la cárcel. Así lo cree por ejemplo Antonio Palocci, que fue su ministro de Hacienda y uno de los hombres fuertes del PT, ahora preso por corrupción.
"Lula se disoció definitivamente del niño pobre para navegar en el terreno pantanoso del éxito sin crítica, del poder sin límites", escribió.
Juntos habían sobrevivido al escándalo del 'mensalao' de 2005, una millonaria contabilidad ilegal para comprar el apoyo de congresistas, tras el que Lula descabezó la dirección del partido.
Él logró mantenerse al margen, fue reelegido en 2006 y en 2010 consiguió la victoria de su heredera Dilma Rousseff, quien fue destituida en 2016 por el Congreso.
Poco después, le diagnosticaron un cáncer de laringe que superó, aunque dejó huella en la voz rasgada con la que ahora clama que seguirá luchando.
bgpa