La creencia de que algunos hombres gozan de protección sobrenatural —que es parte de la religión vudú— y evita que las armas los dañen, alimentó la insurrección de esclavos que, en 1791, desató en Haití la guerra de independencia contra Francia. Más de doscientos años después, en Puerto Príncipe, la capital, se comparten sin escepticismo estas historias, ahora de pandilleros que caminan por la calle con inmunidad ante las balas.
Hace cuatro meses, un alzamiento de las bandas armadas se arrojó sobre esta ciudad de un millón de habitantes, arrasó con miles de casas y comercios, comisarías de policía, el hospital general y dos cárceles, y forzó la renuncia del primer ministro Ariel Henry. El vudú ha sido una fuerza de liberación, sostiene el alto sacerdote Augustin Saint Clou, y puede volver a serlo para sacar a Haití de la crisis en la que se encuentra. Le pregunto a Saint Clou qué le diría a esos jóvenes, que entran a estos gangs sin temor a morir o resultar heridos, qué les diría sobre la invulnerabilidad.
—Tú sabes que este es un país místico, un país vudú. Energías. Un país con muchas cosas buenas. Esto es algo que todos deberían tener. ¿No te gustaría ser así, que recibas balazos y no te pase nada?
—Soy una persona de paz.
—Necesitas esta protección, como periodista que viaja por el mundo.
—¿Podría tenerlo?
—Algunas personas lo tienen por naturaleza. Hay quien vende este poder, les pagas dinero y te lo venden —dice Saint Clou.
Aunque sus declaraciones se enfocan en la actualidad haitiana, no se trata de un dirigente o activista social. Lo revelan los detalles de su vestimenta, la forma de sus collares, el cráneo dorado que cuelga de su pecho, el bastón que tiene en un extremo forma de cuerno de cabra y en el otro, de pata igualmente caprina. Su título es el de “Roi du Vaudou Haïtien” —el Rey del Vudú Haitiano— y, como tal, trata no solo de combatir el estigma que pesa sobre su religión, desde los tiempos en que esta tierra era parte de la colonia francesa de Saint-Domingue, sino también de reivindicar su papel político, de empoderamiento para el pueblo haitiano. Así denuncia la intervención en el país por parte de las potencias extranjeras de gente blanca.
—No quieren que este país sea de nosotros —dice el prelado en un hotel de Pétionville, un barrio acomodado de Puerto Príncipe—. Tenemos tanta suerte en este país. Por eso sufrimos: tenemos demasiados recursos. Si logran eliminarnos a todos [los haitianos], vienen y llenan sus barcos….
Los colonizadores franceses, que impusieron un sistema de esclavitud extremadamente cruel sobre los africanos secuestrados del otro lado del Atlántico, intentaron suprimir los rasgos de identidad que tenían sus víctimas, como sus idiomas de origen y sus creencias religiosas. No lo lograron. Fue precisamente en una ceremonia vudú en la que se formó el ejército rebelde que inició el complicado proceso por el que se ganó la independencia, el 1 de enero de 1804. Fue la segunda del continente americano y la primera de un país de población negra. Pero el estigma era tan fuerte, y los nuevos líderes sentían tal necesidad de lograr el reconocimiento de Estados Unidos y Europa —sin el cual la soberanía se vería amenazada—, que volvieron a proscribir esta religión.
Solo durante la dictadura de la familia Duvalier (1957-1986) volvió a tener aceptación gubernamental y hoy, en medio de una profunda y prolongada crisis social, económica, política y criminal, el vudú está experimentando un renacimiento, nutriéndose de miles de seguidores que buscan alivio y protección ante el caos.
Nacido en 1965 en Jacmel, en la costa sur, Saint Clou desde joven se convirtió en oungan (sacerdote del vudú) y ascendió entre los suyos hasta que en 2012, a la muerte de Ati Max Beauvoir, su antecesor, fue proclamado rey del vudú haitiano. En este hotel cinco estrellas, concede esta entrevista para DOMINGA, la revista digital de MILENIO, donde las clases privilegiadas haitianas y los empresarios y diplomáticos extranjeros encuentran un nivel de seguridad muy superior al que existe en el resto de Puerto Príncipe. El Roi du Vaudou dice que esta religión debe fungir como un catalizador para la sociedad:
—El vudú 100 por ciento puede ayudar. El gobierno tendrá que hacerse acompañar por el vudú porque necesita conectar [con la gente]. El gobierno puede aportar alguna solución, pero no en solitario.
Una cabra, un cráneo, un cementerio: así es un ritual de vudú
Muchas tumbas están grafiteadas, rotas o tomadas por la vegetación. El Gran Cementerio de Puerto Príncipe se ve tan descuidado como saturado, a más de 200 años de que lo abrieron los franceses, justo antes de ser expulsados.
Tras el terremoto de 2010, que mató a más de 300 mil personas, los cuerpos eran amontonados allí solo porque no había donde más colocarlos. Al caminar hacia la izquierda, siguiendo el muro exterior y, al final, a la derecha, las cruces católicas ceden su protagonismo. Al principio, un mexicano distraído pensaría que es reflejo del Día de Muertos: imágenes de esqueletos que bailan, que tocan instrumentos e incluso que tienen sexo, todo podría parecer inspirado en el arte de José Guadalupe Posada.
Pero un segundo vistazo revela imágenes menos juguetonas: demonios, cráneos llameantes, amuletos que cuelgan de los árboles, muñecos bajo ataduras y demás representaciones de “loas”, son los espíritus del vudú.
Un hombre hace gestos, sufriendo súbitos espasmos, frente a una escultura detrás de una malla metálica, que representa a una persona negra vestida de azul, con un rosario que tiene una cruz y un turbante blancos. Diez metros adelante, está la tumba vandalizada de François Duvalier, conocido como Papa Doc, el fundador de la sangrienta dictadura de su familia. Pero veinte metros después, en un altar decorado, bajo el sol del mediodía, tiene lugar un ritual. Algún tipo de cura o purificación para un joven que tiene dificultades para caminar. Lo acompañan dos mujeres que ayudan en todo lo que el oficiante les pide: este hombre mayor, vestido de azul y blanco, es el oungan.
Hay además, una pequeña cabrita. Pinta que su vida será corta, que le quedan muy pocos minutos antes de ir… ¿a dónde irán los animales sacrificados a lo sobrenatural? Duele además porque sus balidos suenan como el grito de un niño, estremecedores. El oungan levanta al animalito, se lleva la cabecita a la boca y truena un aullido. Pero no, el chamán deja que viva. Solo le mordió la punta de una de las orejas para que suelte algunas gotas de sangre, que embarra sobre la cabeza y el rostro del incómodo muchacho. Al término del ritual, se van sin decirse nada, el joven con las mujeres por un lado, el hombre con su cabrita por el otro. Nosotros nos marchamos también.
Observamos entonces que el lugar está resguardado por un cráneo humano real, parcialmente quemado. Junto a él, yace una pequeña botella de talco para bebés. La marca es “Magic”.
El vudú abolió la esclavitud en Haití
—Para los hombres y las mujeres y todos los que escucharán este mensaje en el mundo, el vudú es la naturaleza, el viento que sopla, el fuego, el agua, la tierra —dice Saint Clou—. Cuatro grandes elementos y todos los ves dentro del hombre. Tienes un corazón en tu cuerpo, tienes agua, fuego, aliento. Tienes tierra, fuiste hecho de tierra y tienes que regresar ahí. No hay manera de escapar de esos cuatro poderes: esto es el vudú.
Esta religión, que tiene su origen en África Occidental, experimentó cambios en los distintos territorios de América a los que llegó con los africanos secuestrados por traficantes europeos desde 1625, al entrar en relaciones sincréticas con otras creencias, particularmente el catolicismo. Pero mantuvo rasgos propios, como la adoración a los numerosos loas que tanto incomodaban a las autoridades coloniales que lo consideraron politeísmo, pues representaba una forma de organización más allá de su control. En Haití, donde los esclavos eran analfabetas y encontraban dificultades para entenderse entre ellos mismos porque hablaban idiomas diferentes, dependiendo de la región de África de donde procedían, el vudú era una fuente de identidad y misticismo.
“A pesar de las estrictas prohibiciones el vudú era, de hecho, una de las pocas áreas de actividad autónoma para los esclavos africanos”, explica Carolyn E. Fick en su libro The Making of Haiti (1990). “Como religión y fuerza espiritual vital, fue una fuente de liberación psicológica que les permitió expresar y reafirmar esa existencia que objetivamente reconocían a través de su propio trabajo [...]. El vudú permitió además a los esclavos romper psicológicamente con las cadenas muy reales y concretas de la esclavitud y verse a sí mismos como seres independientes; en resumen, les dio un sentido de dignidad humana y les permitió sobrevivir”.
El rey del vudú, por su parte, expone la visión religiosa: “Los espíritus, los loas, desplegaron los poderes espirituales, místicos, mágicos, entre esclavos, en una ceremonia Bois Caïman, en el norte de la isla [la noche del 14 de agosto de 1791]. Tenían dos opciones: ser esclavos para siempre o ser libres. Pero necesitaban un cerdo negro y no podían encontrar uno. Por eso un joven en esclavitud se ofreció en sacrificio. Vinieron los loas y usaron un secreto para que pareciera un cerdo y todos vieron que era un verdadero cerdo. Lo sacrificaron y en esa época todos rompieron sus cadenas, mujeres y hombres. Por eso el vudú es humanidad, es lo primero en el mundo que liberó a todos. Es el vudú el que abolió la esclavitud. Quitó las cadenas del pueblo negro”. El vudú es la vida, es fuerza, poder y protección en el mundo, dice Saint Clou.
La historia del Haití libre, sin embargo, no ha sido feliz. Francia lo hostigó militarmente hasta que logró que el pequeño país la compensara por su independencia, que los esclavos pagaran por liberarse de los esclavistas, por las pérdidas de propiedad causadas. En 1825, 14 navíos con 528 cañones frente a Puerto Príncipe obligaron al gobierno a comprometerse a asumir una deuda multimillonaria, que la república pagó durante 122 años. Un servicio que llegaba a representar el 80 por ciento del presupuesto público anual, esta carga no solo impidió la inversión y desarrollo, sino que fue comprada por Estados Unidos, a través de lo que hoy es Citibank: el banco adquirió una fuente de ingresos que le permitió crecer, y Washington tuvo un pretexto para invadir y ocupar Haití durante 19 años más, de 1915 a 1934, y ponerle y quitarle gobiernos durante el siglo XX.
Entre intervenciones extranjeras, huracanes y terremotos devastadores, y plagado además por élites sumamente corruptas, Haití no ha encontrado la salida. La deuda de la independencia fue como un esclavismo sin esclavistas, haitianos forzados a enriquecer potencias extranjeras sin hombres blancos con látigos que los obligaran a trabajar.
—Es por esto que estamos sufriendo —afirma Saint Clou—. Tratan de mantenernos sujetos detrás para que no nos pongamos al frente. Nos hacen creer que somos nada, que somos pobres, nos educan para estar contra nosotros, nos hacen herirnos a nosotros mismos, herir a nuestro país, herir a nuestra familia, herir a nuestra cultura, pero el vudú está ahí y no es demasiado tarde para hacer cosas buenas”.
¿El vudú será un arma a prueba de balas?
Le preguntó a Saint Clou qué fue lo que falló en Haití. ¿Diría que los políticos han tomado malas decisiones, que otros países han tomado malas decisiones o han mostrado mala voluntad hacia Haití y el pueblo haitiano? El rey del vudú responde:
—Cuando el espíritu está haciendo su trabajo, incluso si no eres haitiano, él pone las preguntas para ti. Lo que dijiste no lo voy a cambiar, es lo que es. Así se queda. No quito nada, no añado nada. No debería decirlo pero es el espíritu el que te trajo las palabras.
La pregunta sobre si la creencia en la invulnerabilidad alimenta el fenómeno de las pandillas solo consigue una reafirmación de que es un fenómeno real. En ese caso, ¿cómo puede el vudú ayudar al pueblo haitiano a superar esta situación, a mejorar su vida?
—Como rey del vudú haitiano y embajador de la paz —empieza a concluir—, reunir a todos, armonizar este país, hacer que la gente ame y comparta. El primer consejo que le daría al gobierno haitiano y a la comunidad internacional es el diálogo. Sentarse a hablar, quien sea, bueno o malo, hace falta sentarse y dialogar. Si hay un problema de hambre, si hay un problema de trabajo, si no los valoran [a los jóvenes atraídos por las pandillas] porque pueden estar en un buen barrio o mal barrio, si no los tratan como seres humanos y se rebelan… hay que preguntar ¿quién ha causado esto?
El patriarca implica la responsabilidad de las potencias y asegura que su nación tiene lo necesario para prosperar. Enlista las riquezas naturales de la isla, va del oro a la bauxita, porque “en Haití tenemos muchos recursos pero somos los que estamos mendigando con una cuchara de oro”. Se explica:
—Si te digo ‘Tengo hambre. No he comido en cinco días. Por favor dame un dólar’, y tengo una cuchara de oro en la mano… ¿Por qué tengo hambre?
GSC/AMP