A pesar de las restricciones en cuanto a las celebraciones por la pandemia causada por el coronavirus, no sólo se han llevado a cabo estos eventos con un aforo no adecuado, sino que el uso de cubrebocas se ha dejado en segundo plano.
Es por ello que fotógrafos, planificadores de bodas y otras personas cuyo oficio es generar momentos especiales para las parejas que se casan, están preocupadas por encontrarse inmersos en lugares cerrados y repletos de personas que no siguen medidas sanitarias como el uso de cubrebocas y la distancia social.
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A medida que se reanudan las actividades al empezar a levantarse las cuarentenas, abundan las historias de terror de los servicios usados en las bodas. Muchos están desesperados por volver a funcionar y se colocan los cubrebocas, toman sus cámaras y cruzan los dedos.
“La gente que trabaja en estos eventos se hace la distraída en relación con los cubrebocas y la cantidad de invitados”, dijo la fotógrafa Susan Stripling, de Nueva York.
No hay muchos casos conocidos de brotes asociados con bodas. Una ceremonia fue suspendida por las autoridades en una iglesia de San Francisco. La pareja había pedido a sus casi 100 invitados que no usasen la entrada principal sino que ingresasen desde un garage subterráneo, para pasar inadvertidos.
La fotógrafa Cherie Schrades, de Chicago, dijo que se sintió engañada cuando se presentó a una boda en julio en la que había 165 personas sin cubrebocas, en un sitio cerrado, luego de que se le había asegurado que se tomarían todas las precauciones.
La gente no guardaba distancia y reinaba un jolgorio.
“La novia me dijo que había un salón cerrado y otro espacio al aire libre, pero hacían 95 grados (Fahrenheit, 35 centígrados) y jamás abrieron la puerta”, sostuvo. “A lo sumo había tres pies (un metro) entre mesa y mesa” agregó, destacando que, en esas condiciones, el uso de cubrebocas debió ser obligatorio.
“Parecía una boda normal de los tiempos de antes del covid-19”, afirmó.
Las reglas de su estado era que se admitía la mitad de la capacidad de una instalación, siempre y cuando no hubiese más de 50 personas, según dijo. Schrader reveló que obligó a la pareja a tomarse fotos afuera de la sala, con mucho calor y humedad.
“Se quejaron porque todos sudaban, pero yo traté de pasar el menor tiempo posible adentro”, explicó.
Dijo que entraba al salón de ratos, por períodos cortos, para momentos especiales, como cuando se partió el pastel. Un colega permaneció todo el tiempo adentro, por decisión propia. No reveló el nombre de la instalación por temor a represalias.
“Adoro a los novios y las novias, pero ser presionada para que arriesgue mi vida fue muy decepcionante. Mi madre tiene 80 años”, comentó.
Muchas parejas suspenden la boda varias veces y llega un momento en el que están desesperadas por realizar la ceremonia. A veces incluso optan por algo en un sitio pequeño, con poca gente, en lugar de la boda de ensueño que planeaban.
Grande o pequeña la ceremonia, los cubrebocas son un elemento que genera conflictos, sobre todo por las fotos y los videos. Algunas parejas dicen que arruinan la parte visual y los prohíben directamente. Otras dejan eso librado al criterio de cada persona. Y hay mujeres que lucen cubrebocas de satín y encaje que hacen juego con sus vestidos.
“Comprendo que esto no es lo que querían para su boda. Lo que todos deberían responder es cuál es la responsabilidad moral de cada uno y cuál puede ser el costo legal de realizar un evento que puede generar contagios”, dijo la planificadora de Chicago Alexis Álvarez.
Álvarez tiene un contrato para una boda a realizarse en septiembre en un salón cerrado con 100 invitados en la que el uso de barbijos es opcional. Dice que romper el contrato le costaría 4 mil dólares. Es su primer trabajo del año. En años normales, trabaja en hasta 28 bodas de marzo a septiembre.
Si bien la pareja redujo la lista de invitados, que inicialmente era de 175 personas, “no cederán en relación con los cubrebocas”.
“La realidad es que los invitados que no se sienten a salvo no van a ir” a la boda, manifestó Álvarez.
Álvarez planea colocar las mesas a bastante distancia la una de la otra y agrupar miembros de una familia en una misma mesa en lo posible. También piensa usar un recurso empleado por otras parejas en el que se ofrece a los invitados cintas de distintos colores para colocarse en la muñeca y dejar saber qué nivel de contactos prefieren.
Para evitar congregar demasiada gente al mismo tiempo, algunas parejas fijan horarios para los invitados y los reciben por tandas.
“Las bodas tienen una gran carga emocional este año y la idea de usar cubrebocas es la última gota”, dijo Álvarez.
La planificadora Lynne Goldberg prepara una boda con 200 invitados para diciembre en la casa de los padres de la novia en el estado de Nueva York.
“Dicen firmemente que la pandemia no va a afectar sus planes y que no se entregarán cubrebocas ni se colocarán carteles promoviendo el distanciamiento social. La novia dijo que cuando les muestre a sus hijos videos de la boda, no quiere que parezcan un documental de la pandemia del 2020”., comentó.
Fred Cashman es un sobreviviente de cáncer de 55 años cuyo hijo adoptivo se casará el 8 de agosto en Nueva York. Él no asistirá por razones de salud.
La pareja decidió no postergar la boda por la pandemia, pero redujo la lista de invitados de 100 a 50, según dijo. Querían que el uso de cubrebocas fuese optativo, hasta que la esposa de Cashman, Cat, intervino después de ver que había habido varios contagios del covid-19 en una boda en la zona.
“Me planté firme y dije que tiene que ser obligatorio. De lo contrario, la madre no estará presente”, relató. “Esto es algo importante. Me afecta mucho”.
FS