No puedo recordar a Gran Bretaña cayendo tan bajo. ¿La debacle de Suez en 1956? ¿Como suplicante en la puerta del FMI 20 años después? Estos fueron momentos de vergüenza nacional. También fueron momentos que quedaron atrás.
El impacto del Brexit ha sido acumulativo. Cada capítulo en la historia acumula más humillación. De cualquier forma, cuando termine, el daño no se va a poder reparar rápidamente.
Una derrota aplastante para el fallido plan de Theresa May era predecible. En tiempos normales, el Primer Ministro ya habría empacado sus maletas. Sin embargo estos son tiempos extraordinarios. May ganó el voto de no confianza que presentó el líder laborista Jeremy Corbyn. Pero ¿con qué propósito?
Es realmente impresionante que, a unas pocas semanas de la salida programada de Reino Unido de la Unión Europea (UE), nada esté asegurado mediante acuerdos de transición para el futuro.
Décadas de íntima colaboración y de estrecha integración económica política con sus pares europeos y, tal como están las cosas, no hay nada con qué reemplazarla.
El Parlamento imagina que recuperó el control. Sin embargo, el grupo parlamentarios que desecharon el plan de May no tienen un destino compartido. Como cuestión de urgencia, la Primera Ministra debe comprometerse a evitar que Gran Bretaña choque con la UE. La primera parada es una solicitud para que la UE-27 detenga el reloj.
David Cameron, quien apostó el futuro de Reino Unido al llamar al referéndum de la UE de 2016, es considerado como el peor Primer Ministro de los tiempos modernos. Sin embargo, al promover su plan hasta el punto de la destrucción, May apuesta por ocupar el lugar que tiene su predecesor. Le queda una oportunidad para adjuntar una nota al pie de página de su pésima gestión como primera ministra. Desafortunadamente, no hubo nada en sus primeras reacciones a la votación de esta semana que sugiriera que aceptará el desafío.
En política, el autoconocimiento es el comienzo de la sabiduría. Theresa May no puede hacer nada hasta que admita por qué su propuesta fue un fracaso tan predecible.
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El pecado original se remonta al otoño de 2016. May era una partidaria de permanecer en el referéndum de junio del mismo año. Ella aseguró el liderazgo de un partido en el que los partidarios de la salida parecían dominar. El primer error fue querer complacer a los partidarios del Brexit de línea dura; el segundo fue suponer que el proceso podría seguir siendo propiedad de los conservadores.
Se imaginó a sí misma, como la líder que podría establecer al mismo tiempo los términos para el Brexit y evitar una ruptura de los conservadores.
Todo lo demás, incluido el choque de esta semana, surgió esta mala evaluación inicial. Las líneas rojas que se presentaron en su primera conferencia conservadora, la prisa por invocar el Artículo 50, el marco inflexible descrito en su discurso de Lancaster House y una elección general fallida que le arrebató la mayoría, todo estaba ligado a la idea de ser líder de los conservadores.
Michel Barnier, el jefe negociador de la UE, fue claro desde el principio en cuanto a los principios rectores de la UE27. May supuso alegremente que todo lo que satisficiera al partido conservador sería aprobado en Bruselas.
A estas alturas, May debería entender que un Brexit medio sensato que preserve lazos estrechos con la UE y un partido conservador unido que lo apoye, equivalen a un oxímoron. Ella depende del Partido Unionista Democrático (DUP, por sus siglas en inglés) de Irlanda del Norte para su mayoría. Incluso si fuera capaz de ignorar el DUP, siempre había suficientes partidarios del Brexit en su grupo como para ceder algo y suficientes conservadores moderados para evitar una rendición completa.
Reino Unido se unió a la entonces Comunidad Económica Europea hace más de 40 años, solo después de que el primer ministro conservador, Edward Heath, aseguró el respaldo de docenas de diputados laboristas rebeldes.
Para negociar el Brexit, se requiere el consentimiento de todos los partidos. Corbyn es una causa perdida, pero May no puede ir a ningún lado sin el apoyo de los parlamentarios laboristas moderados y proeuropeos, que están listos para deshacerse de su propio líder.
Todo esto requiere que May deje de lado su vanidad para comportarse como Primera Ministra, en lugar de como una líder del partido. Los intentos de preservar la unidad conservadora se probaron para su destrucción.
Un acuerdo con Bruselas que sirva al interés nacional, significa dejar atrás a los kamikaze Brexiters para probar el apoyo de todos los partidos para continuar siendo miembro de la UE y del mercado único. Muchos creen que la primera ministra es simplemente una política demasiado pequeña para la tarea que tiene enfrente. Con la evidencia de su primera reacción a la derrota, demostraron que tenían razón.