Yessica aprendió el arte de los negocios al nacer y crecer en una familia de comerciantes en Tecomán, Colima. “Es parte de cómo me formé”, dice orgullosa a MILENIO la joven de 24 años dueña de un pequeño emprendimiento de venta de ropa estadounidense.
La entrada de capital para comprar sus primeras dos pacas de ropa provino de su padre. A partir de ahí reinvirtió la mayoría del dinero de las ventas, aunque unos meses después obtuvo otro monto de 5 mil pesos de su padre. “¿Has pensado en solicitar algún tipo de crédito?”, le pregunto. “Sí, pero me da un poquito de miedo”.
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Yessica sabe que no siempre los recursos propios son suficientes para impulsar un negocio. Tal cual su tía Elena— también comerciante y la más experimentada en el tema del financiamiento— le inculcó: “Para crecer es reinvertir y a veces necesitas ese plus de un crédito. Es una combinación de los dos”.
Pero el temor a no poder cumplir con el pago es aún mayor: “Las ventas y tener un emprendimiento no significa un flujo constante de dinero”, contó a MILENIO. “Me da miedo pasar por alguna racha donde yo no esté ganando tanto para pagar el crédito y no pueda terminar de pagarlo”.
Este temor es compartido por la mayoría de las mujeres que se avientan a abrir un negocio en México. La Radiografía del Emprendimiento 2024, edición mujeres de la Asociación de Emprendedores de México (ASEM) señaló que la principal fuente de capital del 44.4% de los casos de empresas de mujeres fueron los recursos de las socias; el 17.8% de familiares o amistades, mientras sólo el 12.2% fueron bancos tradicionales.
El poco acceso de las mujeres al financiamiento también se refleja en que sólo el 34% de las pequeñas empresas fundadas por mujeres accedieron a algún crédito, frente al 52% del resto de empresas, según la Encuesta Nacional de Acceso Financiero (ENAFIN 2021). Aunque con las microempresas la brecha se acorta a 33% y 37%, respectivamente.
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Generaciones de emprendedoras
Yess (como la refieren sus amigas) es estudiante de la carrera de Publicidad, por lo que su negocio representa una entrada de dinero extra y le brinda flexibilidad para dedicarse a otras obligaciones o pasatiempos.
Entre semana ella viaja hasta la capital colimense para poder cursar la universidad. El fin de semana vuelve a su hogar en Tecomán, donde la principal fuente de ingresos proviene de las ventas que su madre logra hacer con su negocio, también, de ropa americana. De hecho, recuerda la universitaria, fue su tía Elena la que introdujo a su madre al mundo del emprendimiento.
Las ganancias de sus negocios siempre representaron la principal fuente de ingresos para su madre y su padre; no así con su tía, pues también se desempeñaba como profesora. “Todo el dinero que ganaba no le duraba nada en las manos porque lo reinvertía”, recordó.
Miedo a endeudarse frena a las mujeres
A poco más de 700 kilómetros de Yess se encuentra Karla, dueña de un emprendimiento de bisutería en la Ciudad de México (CdMx) y también hija de comerciantes.
Sus inicios fueron “un poco extraños”. Empezó vendiendo dulces en su universidad para pagar sus viajes, pero fue hasta el 2019 que detectó otra oportunidad de negocio.
“Cuando mis papás iban a surtirse, yo iba con ellos y me compraba aretes grandes. Esos les gustaba mucho a mis compañeras de salón. Ahí se me prendió el foco”, compartió a MILENIO.
Así, con las ventas de los dulces y 200 pesos extras que un día encontró en la calle, Karla arrancó en su camino como emprendedora. Hoy en día vende sus productos en Instagram— cuya cuenta tiene más de 2 mil 500 seguidores—, así como en un tianguis y en la tienda de ropa y accesorios propiedad de sus padres.
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Karla nunca ha pensado en solicitar un crédito por dos razones: su modelo de negocio no lo necesita y porque sus padres le enseñaron a no pedir créditos. Respecto a ello, mencionó:
“Sé de primera mano (porque) tengo amigos que han pedido créditos y se han endeudado. Yo no lo he necesitado”.
Al igual que la joven emprendedora, y de acuerdo con la ASEM, el 80.7% de las empresas fundadas por mujeres que no han obtenido créditos o préstamos es porque nunca lo han solicitado o requerido; un número cercano al 79% en el caso de los hombres.
El 2024 la ASEM señaló que las dos principales razones en emprendimientos de mujeres fue porque los bancos les pedían comprobar más ingresos (44.6%) o les solicitaban una propiedad en garantía (20.7%). En el primer rubro la diferencia con los hombres fue de 23.2%, al ser solicitado sólo en el 21.4% de los casos
Asimismo el estudio de la ENAFIN del 2021 detectó que el principal motivo para no solicitar el financiamiento— en empresas de hombres y mujeres— fue por falta de interés con un 30%; porque no lo necesitó, 19%; por el alto costo del crédito, 12%, y por un mal historial, 9%.
En ese sentido, Yessica comentó que su tía Elena y su papá sí han accedido a varios créditos bancarios gracias a que “siempre han sabido llevar sus finanzas al día y organizado”. No así su madre quien se ha visto orillada a recurrir a préstamos informales por estar dentro del buró de crédito.
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“Se fue (al buró) por culpa de una ex pareja que jamás le pagó el dinero de varios productos que ella sacó con su crédito para él”, contó la colimense a MILENIO.
Ante ello, le pregunto si la informalidad del financiamiento no les ha causado fricciones o malos entendidos. Ella responde sin titubear: “Sí ha tenido problemas, dos de hecho”.
Yess explicó que este método, referido como ‘contrata’, garantiza la entrega de dinero fácil, rápido y (supuestamente) confiable. El control de pagos se realiza con papeles en blanco que la o el prestamista firma cada que la otra parte salda una parte de la deuda. En ambas ocasiones la madre de Yess tenía que juntar diez firmas para renovar el contrato, sin embargo, terminó pagando más de lo que solicitó.
ASG