Qué diferencia hacen dos semanas. El nuevo presidente de Estados Unidos tardó poco tiempo para abordar el desafío del cambio climático que su predecesor demócrata Barack Obama calificó como la mayor amenaza para las generaciones futuras. En cuestión de días tras asumir el cargo, Joe Biden dio a conocer una serie de medidas para comenzar a corregir los cuatro años de inacción climática que se encuentran entre los legados más infelices de la administración Trump.
Como una incursión inicial, sus pasos tienen mucho que recomendar. Presagian un plan climático mucho más ambicioso de lo que Obama jamás intentó; sin embargo, contienen algunas omisiones evidentes que subrayan el vasto esfuerzo político que será necesario para convertir la política en realidad.
Algunas de las medidas más llamativas de Biden también fueron las más fáciles de tomar. Volver a comprometer a EU con el acuerdo climático de París, como lo hizo pocas horas después de prestar juramento, tiene un gran peso simbólico, pero por sí solo hará poca diferencia en los esfuerzos globales para reducir las emisiones de carbono. Como la economía más grande del mundo y el segundo mayor emisor después de China, Estados Unidos también debe demostrar que puede reducir su propia dependencia de los combustibles fósiles y los gases de efecto invernadero que producen cuando se queman.
Aquí, Biden dio un paso más cauteloso. Su orden de detener los nuevos arrendamientos de petróleo y gas solo se aplica a las tierras y aguas federales, que representan menos de una cuarta parte de la producción de petróleo de EU. De acuerdo con sus promesas de campaña, la medida de congelar los arrendamientos no alcanzó a ser una prohibición total del fracking. La moratoria de arrendamiento sigue siendo un fuerte alejamiento de la determinación de la administración Trump de maximizar la producción de combustibles fósiles, pero es un recordatorio de los obstáculos políticos que se avecinan.
También lo es su orden para que las agencias federales eliminen los subsidios a los combustibles fósiles “en la medida en que sea compatible con la ley aplicable”, y su imposibilidad de establecer un plan nacional detallado para fijar el precio del carbono. Una parte considerable de los incentivos a los combustibles fósiles no lo gestiona el presidente, sino el Congreso, que también en repetidas ocasiones aplastó los proyectos de ley de los precios del carbono.
Sin duda, Biden encontrará los mismos obstáculos que sus predecesores en lo que respecta a obtener la aprobación del Congreso para la legislación necesaria para una acción climática duradera, no medidas que un sucesor puede revocar con facilidad. Una de las primeras señales de lo que se avecina la dio el senador Joe Manchin de Virginia Occidental, el demócrata dirigirá el comité de energía del Senado. Un defensor acérrimo de la industria del carbón de su estado, el senador Manchin una vez, en un anuncio de campaña, le disparó a un proyecto de ley sobre el cambio climático con un rifle de cacería.
Entonces, no es de extrañar ver que Biden presentó su decisión de exigir a las agencias federales que compren vehículos con cero emisiones y electricidad limpia como esfuerzos para estimular el empleo, no solo para reducir las emisiones. Las medidas llegaron en una orden ejecutiva presidencial en la que se mencionó “empleos sindicales bien remunerados” seis veces y que en repetidas ocasiones hizo hincapié en los empleos que se crearán al abordar el cambio climático.
Este enfoque es bienvenido. Los sindicatos y los activistas climáticos llevan más de 20 años abogando por una “transición justa” hacia una economía limpia que proteja a todos los trabajadores, incluidos aquellos cuyos empleos están en riesgo por la medida de alejarse de los combustibles fósiles. Sin embargo, los gobiernos a menudo batallan para producir políticas que logren esto.
Biden debe tener más posibilidades que la mayoría de tener éxito. Está listo para abordar el cambio climático de una manera que ningún presidente estadunidense lo ha hecho antes al nombrar un equipo de expertos climáticos de alto nivel e incorporar la política climática en toda su administración. Esa estrategia integrada debe servir de modelo para los gobiernos de todo el mundo. Si Joe Biden tiene suerte, también podrá permitirle convertir en realidad sus ambiciosos planes climáticos.
Economía de EU subirá 4.6% en 2021
La economía estadunidense crecerá 4.6 por ciento en 2021 tras haberse contraído 3.5 por ciento en 2020, impulsada por la reanudación de la actividad empresarial y el gasto fiscal por el coronavirus, informó la Oficina Presupuestaria del Congreso. El organismo prevé que el PIB real se ralentice a 2.9 por ciento en 2022 y a 2.2 por ciento en 2023. Por otro lado, los principales legisladores demócratas del Senado y la Cámara de Representantes presentaron una medida presupuestaria conjunta de 1.9 billones de dólares.