Un día entre semana, en la cafetería Lila Cake, en el centro de Kiev, cinco empleados se arremolinaban en la penumbra a la espera de una avalancha de gente a la hora de comer que, según ellos, era improbable que se materializara.
No había electricidad y el personal tenía que abrir de forma manual las puertas corredizas de vidrio a quien quisiera entrar. Durante tres días seguidos, la cafetería estuvo funcionado sin electricidad durante 10 horas en cada ocasión.
La gerente, Iryna Mykhailuk, explicó que la ola de ataques rusos a las infraestructuras de energía, que han obligado a realizar apagones continuos, han sido el último golpe para el negocio, que volvió a abrir hace poco luego de cerrar tras la invasión de Rusia a Ucrania en febrero. Cerca de 20 de sus 50 empleados fueron despedidos y no está segura de cuánto tiempo podrá mantenerse el negocio a flote.
Las autoridades ucranianas dicen que los ataques rusos, que dañaron 40 por ciento de su infraestructura de energía, exacerbaron una situación financiera ya de por sí grave, ya que los cortes de electricidad resultantes obligan a muchas empresas a reducir sus actividades. La capital, Kiev, ha sido la más afectada.
El país ya se enfrenta a importantes déficits presupuestarios derivados de la guerra. Necesitará 55 mil millones de dólares de ayuda internacional para el próximo año, incluidos 38 mil mdd para cubrir el déficit previsto y 17 mil millones para reconstruir la infraestructura, señaló el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, en las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) el mes pasado.
La ministra de Economía, Yulia Svyrydenko, advirtió que la crisis de energía puede aumentar la contracción del producto interno bruto (PIB) de Ucrania por encima del pronóstico oficial anterior de 35 por ciento para 2022. Los economistas estiman que la caída del PIB puede ser ahora de hasta 40 por ciento. El gobierno logró tomar el control de cinco compañías estratégicas la semana pasada y los funcionarios dijeron que pueden tomar el control de más firmas si no apoyan el esfuerzo bélico.
Según el banco de inversión ucraniano Dragon Capital, algunos sectores de la economía en ciudades alejadas del frente, como el comercio minorista, registraron en septiembre una actividad cercana a los niveles anteriores a la guerra, pero los cortes de electricidad amenazan la recuperación.
Dragon Capital señaló que desde el 11 de octubre, cuando Rusia comenzó a atacar la infraestructura de energía, el número de visitas de clientes cayó 15 por ciento en cinco centros comerciales que posee en los alrededores de Kiev y en el oeste de Ucrania, mientras que en septiembre registró un repunte para alcanzar niveles cercanos a los previos a la guerra.
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La compañía está comprando generadores para que sus centros comerciales, oficinas y almacenes sigan funcionando y atraer a la gente hacia ellos como destinos para obtener electricidad, calor y conexión a internet. “Los apagones quitan la mitad de la jornada laboral”, dijo Tomas Fiala, director ejecutivo de Dragon Capital.
Restaurantes, tiendas minoristas y pequeñas empresas que no tienen generadores ni se benefician de un suministro eléctrico prioritario son los que más han sufrido. Hospitales, transporte público y otras infraestructuras críticas tienen prioridad.
Pero sectores como el de las tecnología de la información, en el que muchos trabajadores necesitan poco más que una laptop cargada y una conexión wifi estable, demuestran ser más resilientes. Kulraj Smagh, director ejecutivo de la compañía británica de subcontratación de tecnologías de la información Ciklum, que cuenta con mil 500 empleados ucranianos que se quedaron en el país, dijo que sus proyectos no se vieron afectados en gran medida y que el personal pudo recuperar el trabajo perdido fuera de horario en caso de ser necesario.
Los fabricantes, por su parte, hicieron cambios en la producción para adaptarse a las interrupciones programadas. La fábrica KMZ, que se encuentra en la región de Poltava, al este de Kiev, que fabrica equipos de manejo y almacenamiento de granos, hace funcionar sus líneas de producción principalmente por la noche para evitar las restricciones eléctricas diurnas en el sector industrial.
Yuriy Ryzhenkov, director ejecutivo del productor de acero más grande de Ucrania, Metinvest, dijo que sus dos mayores fábricas acereras, la planta Azovstal y la planta metalúrgica Ilyich, estaban en Mariupol y sufrieron graves daños en los combates cuando Rusia tomó la ciudad en marzo. Sus plantas restantes, en Zaporizhzhia, en el sur de Ucrania, y en Kamianske, en el centro del país, operan a entre 50 y 65 por ciento de su capacidad normal.
Maksym Timchenko, director ejecutivo del mayor productor privado de electricidad de Ucrania, DTEK, dijo que era probable que la escasez de energía siga durante algún tiempo. “Es posible una mejora parcial, pero definitivamente no viviremos como antes de los bombardeos”, dijo en una entrevista reciente en la televisión ucraniana.
El ministro de Energía, German Galushchenko, indicó que las infraestructuras de suministro de electricidad y calefacción pueden repararse a finales de año si Rusia detiene los ataques, pero no se mostró optimista. “Será difícil en invierno, eso es seguro”, agregó.
“Putin lleva a cabo un nuevo tipo de guerra fría que es literalmente fría”, señaló Arseniy Yatseniuk, ex primer ministro.
Las autoridades municipales de Kiev llevan a cabo preparativos para la pérdida total de calefacción, agua y electricidad en la capital en caso de que se intensifiquen los ataques pero, por ahora, los residentes dicen que están aprendiendo a vivir con la nueva normalidad.
La semana pasada, en una tienda de electrónica de un centro comercial subterráneo de Kiev, el vendedor Andriy Krainukov dijo que la tienda había perdido ocho horas de electricidad en el día. Durante gran parte del tiempo estuvieron a oscuras y solo una puerta abierta indicaba que no estaba cerrada. Los apagones reducen el negocio en promedio en alrededor de 80 por ciento, advirtió.