Las guerras unen a las naciones. La conmoción y el horror de los atentados de Hamás contra Israel unieron a un país profundamente dividido. Es posible que Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, ahora forme un gobierno de unidad nacional.
La unidad israelí durará un tiempo porque esta crisis está muy lejos de terminar. El destino de los rehenes dentro de Gaza, incluidos niños y personas mayores, seguirá atormentando a Israel. El gobierno se enfrenta al riesgo de que se abran nuevos frentes en Cisjordania ocupada en la frontera con Líbano. Pero, muy pronto, Israel se verá inmerso en una discusión política divisiva sobre lo que salió mal. Se tendrán que abordar dos fallas. La primera de inteligencia y seguridad; la segunda es estratégica.
Israel se enorgullece desde hace mucho tiempo de sus servicios de inteligencia. En general, se daba por sentado que en Gaza no podía ocurrir gran cosa sin que Israel lo supiera, pero Hamás fue capaz de planear y ejecutar un ataque complejo y de varios frentes e irrumpir a través de una frontera que los israelíes creían segura. Al hacerlo, llevaron a cabo los ataques más mortíferos dentro de Israel desde la fundación del Estado en 1948.
Tanto la derecha como el centro están listos para culparse mutuamente del fracaso de los servicios de inteligencia y seguridad. (La izquierda apenas existe). Como primer ministro, Netanyahu es el culpable natural de lo ocurrido.
La hipótesis de trabajo del primer ministro de que la amenaza de Hamás estaba contenida ahora parece delirante y complaciente. Mientras lucha por evitar ser condenado en un caso de corrupción, Netanyahu también formó un gobierno que depende de partidos de extrema derecha que apoyan la creciente agresión de los colonos israelíes en Cisjordania. Las fuerzas del ejército fueron desviadas a Cisjordania para contener la violencia que se generó por eso, algo que debilitó las defensas del país en la frontera con Gaza.
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Sin embargo, la derecha y la extrema derecha israelíes tienen preparada una contranarrativa. Están dispuestos a culpar a la oposición y a los servicios de inteligencia de debilitar la seguridad del país.
En los últimos meses se produjeron manifestaciones contra el gobierno y las reformas judiciales impulsadas por Netanyahu que, de acuerdo con la oposición, amenazan la democracia de Israel.
Cuando el jefe del Shin Bet, el servicio de inteligencia interno israelí, advirtió a Netanyahu a principios de este año que los ataques letales de los colonos contra los palestinos aumentarían la amenaza a la seguridad de Israel, miembros del partido Likud de Netanyahu lo denunciaron categóricamente. Un miembro del parlamento del Likud se quejó: “La ideología de la izquierda ya llegó a los niveles más altos del Shin Bet. El Estado profundo se infiltró en el liderazgo del Shin Bet y las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel)”.
La extrema derecha sin duda repetirá ese tipo de argumentos en las próximas semanas, mientras presionan por tomar venganza contra Hamas, pero la investigación de Israel tendrá que ir mucho más allá de las fallas inmediatas de inteligencia y seguridad, por muy profundas que sean. Toda la estrategia de Netanyahu hacia los palestinos parece ahora un fracaso.
Básicamente, esto implicó contener y “reducir” el conflicto con los palestinos, al mismo tiempo que se brindaba seguridad a los ciudadanos israelíes, se desarrollaba la economía y se normalizaban las relaciones con los Estados árabes. Netanyahu creía que Israel podría hacer frente a ataques ocasionales con cohetes y vivir con la condena internacional del bloqueo de Israel a Gaza.
El líder israelí rechazó el argumento de que Israel nunca sería aceptado en Medio Oriente hasta que hiciera las paces con los palestinos. En cambio, argumentó que establecer relaciones normales con los vecinos árabes de Israel ayudaría a lograr la paz interna, al cortar el apoyo externo a los palestinos.
Este plan estaba cobrando impulso, y cada vez se hablaba más de que Israel y Arabia Saudita estaban a punto de establecer relaciones diplomáticas. Pero es probable que esa normalización ahora quede en suspenso. Si bien gran parte de la cobertura de Occidente de la crisis se va a enfocar en los horrores perpetrados por Hamás, en Medio Oriente probablemente la atención se va a centrar en el sufrimiento de los palestinos atrapados en los ataques israelíes contra Gaza. En ese clima, es probable que sea imposible concluir un acuerdo entre Israel y Arabia Saudita.
Sin embargo, si bien la estrategia palestina de Netanyahu se desmoronó, no está nada claro qué puede reemplazarla. En el actual clima de dolor y furia dentro de Israel, es inevitable que el gobierno adopte una feroz respuesta militar. Pero el gobierno israelí todavía no tiene ninguna visión que vaya más allá de matar a los líderes de Hamás.
A largo plazo, es difícil creer que Israel pueda seguir aceptando el control de Gaza por parte de Hamás, pero aunque se habla mucho de volver a enviar al ejército israelí a Gaza, parece una trampa. Como señala el académico Lawrence Freedman, el ejército “no tiene ni la capacidad ni la resistencia para tomar el control de Gaza. Sigue siendo un territorio de 2 millones de personas, y como no tienen otro sitio adonde ir, se quedarán, todavía enojados”.
La conmoción y la furia en Israel recuerdan las emociones en Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre. Ese acontecimiento provocó un despliegue de unidad y poderío estadunidenses y también condujo a una “guerra contra el terror” de una década de duración, que muchos consideran ahora equivocada y autodestructiva. Es posible que Israel en este momento esté recorriendo el mismo camino peligroso.