Cinco cosas que sabemos sobre la economía global

Opinión. La demografía, el cambio climático, la tecnología, el conocimiento y el crecimiento remodelarán nuestro mundo

Cinco cosas que sabemos sobre la economía global | Mercados en Perspectiva
Martin Wolf
Londres /

¿Qué va a pasar con la economía mundial? Nunca lo sabremos. De una década a otra algo grande y en gran medida inesperado ha ocurrido: la gran inflación y las crisis de petróleo en la década de 1970, la desinflación a principios de 1980, la caída de la Unión Soviética y el ascenso de China en los 90, las crisis financieras en las economías de altos ingresos en 2000 y la pandemia, la inflación posterior y las guerras en Ucrania y Medio Oriente de 2020 en adelante.

Vivimos en un mundo de riesgos imaginables que tienen consecuencias evidentes. Algunos —la guerra entre grandes potencias nucleares— pueden ser devastadores. La dificultad estriba en que los acontecimientos de alto impacto con baja probabilidad son casi imposibles de prever.

Sin embargo, también conocemos algunas características importantes de nuestra economía mundial que no son tan inciertas. Estas también deben permanecer en nuestra mente. A continuación presentamos cinco de ellas.

La primera es la demografía. Todas las personas que serán adultas dentro de dos décadas ya nacieron. Las personas que dentro de cuatro décadas tendrán más de 60 años ya son adultos. La mortalidad puede aumentar, tal vez debido a una terrible pandemia o una guerra mundial, pero, a menos de que se produzca una catástrofe de ese tipo, tenemos una buena idea de quiénes vivirán dentro de décadas.

Varias características de nuestra demografía son claras. Una es que las tasas de fertilidad están cayendo en casi todas partes. En muchos países, sobre todo en China, este indicador está muy por debajo de los niveles de reemplazo. Mientras, las tasas más altas se encuentran en África subsahariana. Como resultado, su participación en la población mundial puede aumentar 10 puntos porcentuales para 2060.

Estos cambios demográficos son el resultado de la creciente longevidad, la transformación de los roles económicos, sociales y políticos de las mujeres, la urbanización, los altos costos de la paternidad, las mejoras en los métodos de anticoncepción y los cambios en la forma en que las personas evalúan lo que vale la pena en sus vidas. Solo grandes crisis pueden cambiar algo de esto.

Una segunda característica es el cambio climático. Tal vez las tendencias actuales cambien con el tiempo, pero las emisiones de gases de efecto invernadero apenas se han estabilizado, mientras el mundo sigue calentándose a medida que aumentan las existencias de estos gases en la atmósfera. Es una buena apuesta que seguirá haciéndolo durante mucho tiempo. De ser así, las temperaturas subirán más de 1.5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, lo que, según nos han dicho, es el límite superior de seguridad razonable. Tendremos que trabajar más duro para mitigar las emisiones, pero también tendremos que invertir mucho en adaptación.

Una tercera característica es el avance tecnológico. Un ejemplo es el progreso en energía renovable, en especial el costo cada vez menor de la energía solar. Otro ejemplo son los avances en las ciencias de la vida, pero, en nuestra época, la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones es el centro de ese progreso. En The Rise and Fall of American Growth, Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, argumenta de manera convincente que la amplitud y profundidad de la transformación tecnológica se desaceleraron, casi inevitablemente, desde la segunda revolución industrial de finales del siglo XIX y principios del XX. La tecnología del transporte, por ejemplo, cambió poco en medio siglo.

Sin embargo, la transformación en el procesamiento y la comunicación de la información ha sido asombrosa. En 1965, Gordon Moore, quien luego fundó Intel, argumentó que, “dado que el costo unitario cae a medida que aumenta el número de componentes por circuito, para 1975 la economía puede exigir comprimir hasta 65 mil componentes en un solo chip de silicio”. Eso fue correcto pero, sorprendentemente, la ley del mismo nombre de Moore sigue siendo válida casi medio siglo después. En 2021, el número de dichos componentes fue de 58 mil 200 millones. Además, 60 por ciento de la población mundial utilizó internet en 2020. De esto debe derivarse una mayor transformación de la forma como vivimos y trabajamos. El desarrollo y uso de la inteligencia artificial es el último ejemplo.

Una cuarta característica es la difusión del conocimiento en todo el mundo. Las regiones en desarrollo que demostraron tener más habilidad en absorber, utilizar y promover esos conocimientos se encuentran en el este, el sudeste y el sur de Asia, que albergan cerca de la mitad de la población mundial. Dada la capacidad —y la oportunidad— de ponerse al día, es seguro que esto continuará. El centro de gravedad de la economía mundial seguirá desplazándose hacia estas zonas. Eso creará cambios políticos. De hecho, ya lo hizo. El rápido ascenso económico de China es el gran hecho geopolítico de nuestra era. A largo plazo, es probable que el ascenso de India también tenga grandes consecuencias globales.

Una quinta característica es el crecimiento en sí mismo. De acuerdo con el trabajo actualizado del difunto Angus Maddison, así como del Fondo Monetario Internacional, la economía global creció todos los años desde 1950, excepto 2009 y 2020. El crecimiento es una característica inherente de nuestra economía. Las recientes Perspectivas Económicas Globales del Banco Mundial señalan que lo que se avecina en 2024 es “un hito lamentable: el desempeño del crecimiento global más débil de cualquier media década desde los 90, con personas en uno de cada cuatro países en desarrollo más pobres de lo que eran antes de la pandemia”. Sin embargo, incluso en este periodo afectado por la crisis, la economía mundial creció, aunque de manera desigual entre países, personas y a lo largo del tiempo. No estamos entrando en una era de estancamiento económico global.

Es fácil verse abrumado por las conmociones de corto plazo, pero no se debe permitir que lo urgente abrume nuestra conciencia de lo importante. En el fondo, estas grandes fuerzas remodelarán nuestro mundo. Si bien mejoramos nuestra capacidad de responder a las crisis, debemos prestarles mucha atención.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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