Covid financiero largo, la amenaza global inminente

Con la emergencia, 80 millones de personas cayeron en pobreza extrema en 2020, un problema que puede persistir

El suministro de vacunas contra coronavirus y otros tratamientos es desigual a escala mundial. Hajarah Nalwadda/AP
Martin Wolf
Londres /

La actividad económica se contrajo en 90 por ciento de los países en 2020. Esta cifra supera la proporción afectada por las dos guerras mundiales, la Gran Depresión y la crisis financiera mundial. Una pandemia, ahora lo sabemos, es un desastre global. También hereda una mala salud y disrupciones sociales y económicas. Entre los legados más duraderos pueden estar los financieros, en especial en los países emergentes y en desarrollo. El espectro de una década perdida se cierne sobre las naciones vulnerables. Será necesario actuar con determinación para evitarlo.

Este es el tema del último Informe sobre el Desarrollo Mundial (WDR, por su siglas en inglés), titulado Finanzas al servicio de una recuperación equitativa, elaborado bajo la dirección de la economista jefa del Banco Mundial, Carmen Reinhart. Señala que “en 2020, el promedio de la carga de deuda total de los países de bajos y medios ingresos aumentó cerca de 9 puntos porcentuales del producto interno bruto, en comparación con un aumento promedio anual de 1.9 puntos porcentuales en las décadas anteriores. Fueron 51 países (44 emergentes) las que experimentaron una degradación en la calificación crediticia de su deuda soberana”. Se considera que l 53 por ciento de las naciones de bajos ingresos corren ahora un alto riesgo de problemas de endeudamiento.

El fuerte aumento del endeudamiento fue una respuesta necesaria a la pandemia. De hecho, el problema para la mayoría de los países emergentes y en desarrollo era que podían permitirse pedir prestado demasiado poco, con graves resultados para sus poblaciones. En parte como resultado, el covid aumentó la desigualdad no solo dentro de los países, sino también entre ellos. No menos importante, el número de personas en situación de pobreza extrema aumentó en 80 millones en 2020, lo que supone el mayor aumento en una generación.

Por desgracia, estas pérdidas pueden persistir. Una de las razones es que, aunque la pandemia tal vez está retrocediendo, el suministro de vacunas y otros tratamientos es desigual en todo el mundo. Otra es que algunos sectores importantes, como el turismo, pueden tardar en recuperarse. Otra es la disrupción de la educación. Otra es que los pequeños negocios y las empresas informales de las que depende una enorme proporción de la población de los países en desarrollo se vieron obligados a cerrar durante la pandemia.

Sin embargo, es probable que la fuente más importante de “consecuencias económicas de largo plazo del covid” sea el estrés financiero. Los países emergentes y en desarrollo no solo tienen relaciones históricamente elevadas de deuda pública respecto al PIB. También tienen otros síntomas. Entre otras cosas, señala el informe, se han producido saltos en la morosidad de los gobiernos del África subsahariana, así como claros indicios de angustia empresarial.

Los balances de los hogares, las empresas financieras y no financieras, los gobiernos y acreedores extranjeros están interrelacionados. Estos vínculos son siempre opacos. Sin embargo, esto es cierto esta vez. Como señala el informe, “en muchos países la respuesta a la crisis ha incluido medidas de alivio de la deuda a gran escala, como moratorias y congelar la información crediticia”. Muchas de estas políticas no tienen precedente. Nadie sabe lo que se revelará cuando la suspensión de pagos llegue a su fin. Pero la combinación de la disminución del apoyo gubernamental con la escala de la deuda pendiente generará saltos en los préstamos morosos. Esto debilitará los préstamos e iniciará un bucle de retroalimentación negativa con la economía real. Lo que es cierto dentro de los países es aún más cierto entre ellos, con la excepción de que los deudores no pueden hacer frente a la deuda externa sin ayuda.

La principal recomendación es hacer frente a la deuda incobrable. Como dice Reinhart: “La detección temprana y la rápida resolución de las fragilidades económicas y financieras pueden marcar la diferencia entre una recuperación económica robusta y una que se tambalea, o peor, una que retrasa la recuperación por completo”. Entonces los gobiernos se encontrarán con que parte de las pérdidas van a recaer en sus propios y débiles balances, lo que agravará los problemas de la deuda soberana.

La historia de la administración de la necesaria reestructura de la deuda soberana es terrible. En promedio, el proceso ha durado alrededor de ocho años. Mientras, la economía y los ciudadanos sufren. Es de interés general resolver pronto las situaciones de deuda impagable y permitir así que el país vuelva a crecer. Por desgracia, no está en el interés individual de todos hacerlo. Este problema empeora a medida que ha cambiado la composición de la comunidad de acreedores, en especial con el papel mucho más importante que desempeñan hoy el sector privado y China: en 2019, el primero tenía 59 por ciento de las deudas de los países emergentes y en desarrollo y el segundo otro 5 por ciento. China llegó a tener 11 por ciento de las deudas de los países de bajos ingresos. Sus tenencias se deben hacer al menos mucho más transparentes de lo que son ahora.

Lo ideal sería contar con el mecanismo de reestructura de la deuda soberana propuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace dos décadas. En su ausencia, vamos a necesitar la persuasión de las organizaciones internacionales y de los gobiernos más importantes. A mediano plazo, los contratos de deuda deben ser más flexibles. Tal como están ahora, las reestructuras de deuda necesarias serán prolongadas y desordenadas.

La recuperación de la pandemia será lenta en muchos países emergentes y en desarrollo, que carecen de medios de medicina y financieros para afrontarla. Además, tenemos que esperar un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos y en otros países. Esto generará un aumento desproporcionado de los diferenciales de riesgo, así como que se reviertan los flujos de capital. La única buena noticia para muchos de estos países son los altos precios de las materias primas.

Los principales responsables de la formulación de políticas deben reconocer los riesgos, más los financieros, para una recuperación en verdad global. Una década perdida para una serie de países pobres será inconcebible. También agravará la amenaza de inestabilidad social y política. Están advertidos.


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